"Había mucha gente en la cola [en la caja del supermercado], salí del almacén, le vi y pensé: otro borracho, así que le pedí que saliera de la tienda y él salió". A quien echó el cajero es Juan Manuel Periche, un hombre de 65 años y con el mal de Parkinson que, además, de vez en cuando tiene que soportar que le confundan con un borracho.

Este miércoles, el empleado del supermercado se explicó: "Mi punto de vista fue, 'vaya, otro borracho que me la va a liar'". "Mal por mi parte por no haberle preguntado", añadió. "Fue algo horrible", dijo también este miércoles Periche. "No queremos gente como tú, me soltó [el cajero], y yo me pongo nervioso y se piensan que estoy borracho o drogado, pero ellos antes de actuar deberían pensar, me echaron y no me dejaron volver a entrar, no me dejaron explicarme", recordó. "Mi libertad como persona y como minusválido quedó anulada", describió.

Periche padece espasmos constantes que se agravan cuando alguien le increpa sólo por su aspecto, como tuvo que soportar el pasado día 4 en el supermercado Spar de la avenida de España de Vila. "No me dejaron volver a entrar", recalcó.

Denuncia

Tras el desagradable incidente presentó una denuncia en la comisaría de la Policía Nacional. En ella explica el suceso, que el hombre le quitó la botella de agua que intentó comprar, que no le dejó explicarse, que le echó y que no le dejó volver a entrar "poniéndole la mano en el pecho". "No le toqué ni le empujé", aseguró ayer el trabajador del supermercado.

La historia de Periche es turbadora. Pasó de ser un empresario con más de 600 empleados a perderlo todo, ser desahuciado y quedarse en la calle.

"Mi empresa se llamaba Construcciones y Proyectos Lirmo SL y trabajamos haciendo las autopistas del aeropuerto y Sant Antoni, pero en 2008 explotó la burbuja y me pilló con dos pagarés sin fondos". "Soy una víctima de la crisis y del abuso de las contratas", resumió en un reportaje en Diario de Ibiza a raíz de su desahucio. A partir de entonces el mal de Parkinson se agravó hasta tal punto que, en ocasiones, apenas puede caminar.

"Cuando llegó el mes de diciembre de 2008 y tenía que pagar el finiquito de los trabajadores, el sueldo del mes y la paga de Navidad, me vi con dos alternativas: o pagar a Hacienda o pagar a los trabajadores, y decidí pagar a los empleados", dijo.

Desde que se quedó sin piso vive donde puede. Ahora lo hace en la habitación de una pensión por la que paga 20 euros diarios.