El empresario canario Joaquín Galarza Rehues murió ayer a los 85 años en su domicilio de Las Palmas de Gran Canaria a causa de una infección dermatológica en una pierna que le originó un infarto. El trabajo, la constancia y la seriedad fueron las claves del éxito del propietario del Grupo Galaco, empresa de distribución de productos de alimentación, droguería, tabaco y alcohol, entre otros. Se va todo un referente del empresariado isleño con más de 50 años de profesión a sus espaldas y con numerosos reconocimientos. Uno de ellos, el título de Hijo Predilecto de la Ciudad, distinción que le otorgó el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria en 2016 con motivo de su dilatada experiencia y su contribución a la generación de riqueza en el municipio y en toda Canarias.

El empresario de logística de alimentación y bebidas fundó hace más de medio siglo Galaco y desde hace varios años son sus dos hijas, Laura y Marisa, las que rigen el día a día de la compañía, que ya cuenta con más de 300 empleados. Él se mantuvo hasta el final como presidente del consejo de administración. A Galarza le encantaba ver cómo funcionaba la compañía bajo el mando de sus descendientes, acudía a la sede a leer el periódico y atender las consultas que le hacían sus hijas, porque según afirmaba "la nueva generación tiene muy claro que la experiencia de sus antecesores es uno de los grandes activos y, como tal, debe ser utilizada para el beneficio del negocio".

Galarza comenzó su vida laboral con tan solo doce años. Había muerto su padre en la Guerra Civil y la familia necesitaba ingresos por lo que decidió trabajar en los puestos de confección que se instalaban en el mercado de Las Palmas. Pero su interés por los negocios no llegó hasta que, tras trabajar en una tienda de telas en Triana, decidió buscarse la vida por su cuenta. Comenzó a comprar productos -hilos, alfileres, agujas- y venderlos a otros comercios y a buscar productos en la Península. Uno de con los que tuvo mayor éxito y que le dio fama de Galarza en las Islas fue el detergente en pastilla Detespum, que se fabricaba en Valencia. Y a partir de ahí importaba todo tipo de productos novedosos del exterior, lo que lo hizo crecer.

"No se conformó con el éxito de un solo producto, partió de ahí y creó una empresa líder que tiene continuidad a través de sus hijas", explica orgulloso Sebastián Grisaleña, presidente de Grisaleña y buen amigo de Galarza. La amistad de estos empresarios se remonta a su infancia cuando ambos acudían al Real Club Victoria de la capital grancanaria. "Joaquín, era una persona cercana, rigurosa y seria", recuerda Grisaleña, quien asegura que hasta la semana pasada estuvo debatiendo por teléfono con su amigo sobre las consecuencias que tendrá la pandemia del Covid-19 en el tejido empresarial canario.

Los conocidos del empresario coinciden al señalar la bondad que le caracterizaba y la inteligencia empresarial que poseía. "Era una persona muy asequible, muy cercana, muy humana", aclara el presidente de la Cámara de Comercio de Gran Canaria, José Sánchez Tinoco, quien subraya que Galarza fue un "gran empresario que de la nada se hizo a sí mismo".

La gran solidaridad en sus acciones es otro de los recuerdos que el canario deja entre sus compañeros de profesión. "Él nunca luchaba solo por los intereses de su empresa, sino que luchaba por el colectivo empresarial", asegura la secretaria general de la Confederación canaria de la pequeña y mediana empresa (Cecapyme), Pilar Tabar, quien subraya que para todos era un "gran visionario de lo que necesitaba Canarias".

Galarza siempre defendió que el empresario canario era de una "casta diferente" y que existía la dificultad añadida de vivir en un Archipiélago. Por ello, no paró de trabajar ni un solo día para mantener su éxito, adaptándose a los nuevos tiempos. "Galaco siempre ha sido una empresa muy dinámica, siempre al día en la implantación de nuevas políticas empresariales", apunta el presidente de la Asociación de Importadores de Productos de Alimentación y Consumo (Adican), Pedro Peña.

Galarza, además de empresario, era aficionado a la fotografía y a la jardinería. Era un amante de los viajes a África -el último lo realizó hace tan solo dos semanas- y también de los libros. Una de las pasiones del empresario era disfrutar de una almuerzo en compañía de familiares y compañeros como Grisañela, quien reconoce que "no solo se ha ido un magnífico empresario, sino también un gran amigo".