Desolación. Eso es lo que se percibía en el exterior de la empresa Graneros de Tenerife entre los operarios después de que se produjera el fatal accidente en el interior de la fábrica en una zona en la que se trabajaba para ampliarla. Por fuera, en espera de noticias, los empleados, cariacontecidos, no daban crédito a lo sucedido.

"No queremos hablar y tampoco podemos. La policía y la empresa nos han dicho que no habláramos con nadie. Lo siento". Eran las únicas palabras que algunos de ellos expresaban públicamente en espera de recibir la orden de volver a su puesto de trabajo, en la trasera de una de las naves en donde se estaba realizando la actuación en altura.

El hecho de que el suceso se produjera a los pocos minutos de iniciarse la jornada laboral marcó el devenir de un día que para todos los trabajadores fue bastante complicado. Durante las primeras horas del día, la Dirección de la empresa evitó hacer declaraciones, a media mañana los responsables anunciaban a los medios presentes que se emitiría un comunicado a lo largo del día "en un ejercicio más de transparencia" para explicar lo sucedido, siempre con las cautelas preceptivas iniciales con las que se debe tratar este tipo de informaciones, señalaron.

La expectación fue máxima, y mucho más cuando empezaron a llegar los medios de comunicación para cubrir un suceso que no solo ha calado en el seno de la fábrica, sino en los alrededores y las zonas anexas.

Pero el punto neurálgico de la información fue una cafetería que se encuentra al lado, en donde finalmente muchos de los empleados que esperaban decidieron refugiarse cuando se percataron de la presencia de las primeras cámaras de televisión.

Allí los cortados se entremezclaban con las preguntas de clientes que compartían el pesar con los compañeros de los accidentados. Ni una voz más alta. Lógicamente este ambiente se adueñó del lugar.

Por fuera, los clientes de Graneros de Tenerife eran atendidos por los empleados con profesionalidad, pero en silencio. Poco a poco los transportistas empezaban a conocer los primeros datos, unas pequeñas informaciones que no quisieron compartir en un ejercicio de solidaridad con las personas accidentadas y sus familias.

También por fuera, algún responsable no evitaba la conversación, aunque sí compartir cualquier dato que sirviera para montar una crónica. Con buenas maneras confesaba la importancia del suceso en su empresa, pero invitaba a esperar las noticias.

En la parte trasera, dos furgonetas de la Policía Local y otro de Servisa aguardaban órdenes para el levantamiento del cuerpo del fallecido que se encontraba al lado de una de las estructuras que cayó al suelo.

Los técnicos y directivos de la empresa acompañaban a los responsables que investigan qué había ocurrido y las circunstancias; todo alejado de cualquier foco y con la mayor discreción posible.