La Fiscalía solicita una pena de nueve años de prisión para José Asdrúbal S. D. por la presunta comisión de un delito de abusos sexuales continuados sobre una menor entre los años 2011 y 2013, cuando la víctima tenía entre 14 y 15 años de edad. El procesado mantenía una relación de amistad y de superioridad respecto a la víctima, ya que era su entrenador deportivo. El juicio por esta causa se celebró ayer en la Sección Sexta de la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife y quedó visto para sentencia, tal y como señalaron fuentes jurídicas.

El Ministerio Fiscal solicita también que se le imponga al reo una medida de cinco años de libertad vigilada, la prohibición de acercarse o comunicarse por cualquier medio con la víctima durante un periodo de 10 años, la obligatoriedad de participar en un programa formativo de educación sexual, así como indemnizar a la víctima en la cantidad de 30.000 euros.

Según el escrito de acusación provisional del Ministerio Público, el investigado aprovechaba su condición de entrenador deportivo personal de la entonces menor de edad, a la que le señalaba los ejercicios físicos que debía hacer. En este contexto, en una ocasión le indicó que debía subir escaleras, para lo cual citó a la adolescente en unos apartamentos de Punta del Hidalgo. Tras finalizar el ascenso, el procesado le dio un beso, le mostró el pene y le pidió que le hiciera una felación, a lo que esta accedió finalmente.

Posteriormente y antes de iniciar un entrenamiento en la pista de atletismo de Los Realejos, el ahora acusado fue a los vestuarios femeninos, la besó y le dijo que se quitara el sujetador para correr. Ese mismo día, tras el entrenamiento y según la acusación de la Fiscalía, el investigado le preguntó a la joven si quería mantener relaciones sexuales con él cuando fuera mayor de edad.

Después de ese día y de forma reiterada, el procesado acostumbraba a llevarla a casa en su vehículo, momentos en los que aprovechaba para hacerle tocamientos y otras prácticas sexuales a lo que "ella accedía dada su nula experiencia y por la confianza que el entrenador le generaba", recoge el escrito de acusación al que ha tenido acceso El Día.

El 17 de agosto de 2012, el acusado pidió a la menor que lo masturbara, a lo que ella se negó y éste se masturbó delante de ella. En otra ocasión, la invitó a un restaurante en Puerto de la Cruz donde la llevó a los baños y le tocó los genitales.

El procesado, conociendo la precaria situación económica de la familia de la menor, le ofreció hacer labores de limpieza en la casa de su madre, momentos que este aprovechaba para pedirle contactos sexuales, a lo que la joven accedió.

En 2013, el reo llevó a la víctima a casa de una amiga en Tacoronte. Durante el viaje, condujo hasta una zona apartada llegando a penetrarla por la vagina con los dedos. Este episodio le causó tal impresión que la joven abandonó los entrenamientos para evitar tener más contactos con el presunto agresor, al que denunció el 1 de febrero de 2017.

La menor presenta secuelas como insomnio, ansiedad, estrés postraumático, disminución de apetito y sentimiento de tristeza; y dificultad para mantener relaciones de confianza y de intimidad.