El Juzgado de lo Penal número 1 de Santa Cruz de Tenerife, cuya titular es la jueza Sandra Barrera, celebró ayer el juicio contra el acusado de tirar a una perra pitbull a un contenedor de basura en una pequeña maleta en la calle Los Molinos de la capital. El implicado dijo que fue su entonces pareja la que lo animó a deshacerse así del animal, después de que llegaran a la casa en la que residían como ocupas y vieran al can en un charco de sangre y sin signos aparentes de vida, hasta tal punto que no respiraba ni tenía fuerzas para mantener una pata en el aire, tras el ataque de otros perros. A preguntas de la fiscal, el acusado reconoció que, al verla en ese estado, ni la llevó a un veterinario ni a un especialista que certificaran la muerte.

Pero ni los vecinos que rescataron a la pitbull ni el veterinario que la atendió al día siguiente coinciden con tal versión. Los testigos dijeron que el can, que hoy se llama China, estaba activa y tenía ganas de vivir; por eso mordió la maleta hasta hacer un hueco por el que respirar. El veterinario apuntó que la pérdida de sangre no fue tan elevada como para que llegara a estar moribunda. Y, a preguntas de la jueza, aclaró que si la pitbull hubiese dejado de respirar, estaría muerta. Una de las contradicciones en las que incurrió el procesado fue la manera de detectar la falta de estímulos de la perra. En la instrucción dijo que la puso en pie y se cayó varias veces contra el suelo. Pero ayer indicó que trató de que sostuviera la pata en el aire y no podía. La dueña actual acudió a la sala a prestar declaración con China, lo que centró el interés de diferentes medios de comunicación. La propietaria dijo que era un can sumiso que tardó mucho tiempo en recuperarse. La expareja del acusado fue absuelta en 2016 por este caso. El testimonio de Francisco, un vecino, resultó clave para vincular al procesado con la maleta que apareció en el contenedor, ya que lo vio arrastrándola por la calle.