Raquel Calles: «Aún hay patologías como la bipolaridad o la esquizofrenia que están envueltas en silencio y prejuicios»
La psiquiatra pone el foco de la salud mental en aquellas patologías que no tienen tanta visibilidad y advierte sobre la falta de recursos para un mejor tratamiento

Raquel Calles, psiquiatra en Santa Cruz de Tenerife. / El Día
La doctora Raquel Calles está especializada en Psiquiatría. Ha trabajado en el Servicio Canario de la Salud (SCS), concretamente en el Servicio de Psiquiatría del Complejo Hospitalario Universitario de Canarias (HUC), y en varias clínicas. El año pasado fue galardonada con el premio Doctoralia Awards 2024 y, en la actualidad, cuenta con su propia consulta.
¿Ha notado un aumento de trastornos psiquiátricos en los últimos años?
Sí. Aunque más que un aumento de patologías he visto que cada vez hay más personas que piden ayuda antes. La salud mental ya no se esconde tanto, y eso es positivo. Vivimos en una sociedad hiperacelerada, exigente y emocionalmente sobrecargada. No hemos tenido tiempo de adaptarnos al ritmo que nos impone la vida moderna, y eso acaba pasándonos factura. Lo que antes se silenció, hoy se nombra. Y poder poner nombre al sufrimiento es, en sí mismo, un avance.
¿A qué se debe ese incremento de la actividad en consultas?
El modo de vida actual nos predispone a la ansiedad y la depresión: el exceso de estímulos, dificultad para desconectar, autoexigencia, falta de descanso real y relaciones humanas cada vez más digitales. Todo eso mina la salud mental. Hoy, los cuadros más frecuentes son los trastornos de ansiedad, depresivos y adaptativos. Y muchas veces se dan en personas que han sostenido demasiado durante mucho tiempo. No hay que verlo como una debilidad, sino como saturación.
"Muchas mujeres de entre treinta y cincuenta años, con un alto nivel de responsabilidad, perfeccionismo y dificultad para poner límites, acuden a consulta"
¿Existe un perfil más propenso a sufrir este tipo de problemas mentales?
No hay un perfil cerrado, pero sí algunos patrones. Veo muchas mujeres entre treinta y cincuenta años, con un alto nivel de responsabilidad, perfeccionismo y dificultad para poner límites. En general, personas agotadas de sostenerlo todo: trabajo, familia, expectativas y culpa. También acuden jóvenes muy preparados que viven con ansiedad crónica por no sentirse suficientes en un mundo que les pide más de lo que nadie puede dar.
Parece que cuando se habla de salud mental, lo primero que viene a la mente es la ansiedad. ¿Las patologías psiquiátricas tienen menos visibilidad?
Es cierto que la ansiedad se ha convertido casi en el rostro visible de la salud mental, y eso ha ayudado a normalizar el pedir ayuda. Pero aún hay enfermedades, como el trastorno bipolar o la esquizofrenia, que siguen envueltas en silencio y prejuicio. Cada vez hay más divulgación y sensibilidad, pero necesitamos hablar de estos trastornos con el mismo respeto con que hablamos de la diabetes o la hipertensión. Visibilizar no es banalizar: es reconocer que hay muchas formas de vulnerabilidad humana, y que todas merecen cuidado y dignidad.
La diferencia entre una enfermedad psiquiátrica y psicológica está en la intensidad, la duración y el impacto funcional de la patología"
¿En qué se diferencian estas enfermedades de otros problemas de salud mental que pueden tratarse en consultas psicológicas?
La diferencia está en la intensidad, la duración y el impacto funcional de cada patología. Cuando el malestar interfiere es aspectos como, por ejemplo, en el sueño, el apetito, la concentración o la capacidad de disfrutar, hablamos de un cuadro psiquiátrico que necesita un abordaje médico además del psicológico. La clave no es elegir entre psiquiatra o psicólogo, sino entender que ambas especialidades pueden y deben complementarse. En mi consulta, el enfoque es integrador. Tratamos la mente, pero también el cuerpo, el entorno y la historia personal de cada paciente. Ninguna pastilla o fármaco sustituye una vida con sentido, pero a veces puede ayudar a recuperarlo.
Hay evidencias científicas de que el consumo de sustancias psicoactivas o el abuso de bebidas alcohólicas puede desencadenar enfermedades de este tipo.
Sí, y más de lo que imaginamos. El consumo de cannabis, cocaína y alcohol puede precipitar cuadros depresivos, ansiosos o psicóticos, especialmente en cerebros vulnerables. Al principio pueden parecer un refugio o una vía de escape, pero a medio plazo se convierten en una trampa. Es como intentar curar una herida con anestesia, puede que no duela al instante, pero impide que cicatrice. Por eso siempre hablo con los pacientes desde la comprensión, no desde el juicio. Nadie busca destruirse, casi siempre buscan dejar de sufrir y una solución.
"Cambiar de opinión no es ser bipolar, y estar triste no es tener depresión. Hablar con precisión es una forma de respeto"
Algunas enfermedades como, por ejemplo, la bipolaridad se usan en la jerga común para describir procesos o sentimientos puntuales. ¿Cómo afecta eso a la concepción de la enfermedad?
Pues mucho. Usar bipolar como sinónimo de cambiante trivializa una enfermedad seria que implica un sufrimiento real y un alto riesgo si no se trata. Este tipo de expresiones contribuyen a la desinformación y dificultan que los pacientes se sientan comprendidos. El lenguaje crea realidades, y en salud mental más aún, las palabras importan. Cambiar de opinión no es ser bipolar, y estar triste no es tener depresión. Hablar con precisión es una forma de respeto hacia los pacientes y hacia la verdad.
¿Hay algún otro estigma que persista aún en la sociedad sobre los enfermos psiquiátricos?
Sí, y suele ser el más dañino: el de la incomprensión. Aún se confunde tener una enfermedad mental con ser débil, peligroso o imprevisible. Cuando en realidad, las personas con trastornos mentales suelen mostrar una fortaleza que muchos subestiman. El estigma duele más que el síntoma en sí. Por eso insisto en hablar de salud mental sin etiquetas. Detrás de cada diagnóstico hay una historia que merece ser entendida, no juzgada.
¿Qué ayudaría a mejorar el diagnóstico y tratamiento?
Hace falta recursos, y no es una opinión, sino una realidad diaria. Faltan profesionales, tiempo y continuidad. En Canarias tenemos profesionales excelentes, pero los recursos siguen siendo insuficientes. La prevención, la psicoterapia y la atención comunitaria deberían ser pilares, no lujos. Debemos pensar que invertir en salud mental no es un gasto. Es una inversión en bienestar social.
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