Comunicación
Qué es Substack: el refugio digital de la cultura donde escritores y artistas escapan del ruido de las redes sociales
De Rosalía a Rigoberta Bandini o Elena Medel, cada vez más creadoras y creadores encuentran en la plataforma un lugar más lento, íntimo y libre frente al frenesí de las redes sociales, entre ellos autores canarios como Yeray Barroso o Acoidán Méndez

El escritor canario Acoidán Méndez. / LP/DLP
Cada vez resulta más difícil encontrar algo que conmueva profundamente en redes sociales. Algo que haga vibrar el pecho. Algo con lo que aprender y que se quede grabado en la cabeza. Las palabras y las vivencias se disuelven a ritmo de scroll, ahora están, ahora no, y la vida virtual muchas veces tiene más peso que la real. Vivimos ya en un capítulo de Black Mirror.
Pero todavía hay personas que buscan un respiro. Y plataformas que tienen la intención -o al menos la tenía en su origen- de proporcionarlo. Con este propósito, en 2017 nació Substack, concebida para el envío de newsletters o boletines a través de correo electrónico. Cartas a través de e-mail en las que la escritura vuelve a tener cuerpo y tiempo, donde cada texto se recibe como una carta que llega a la bandeja de entrada. Sin algoritmos que te griten lo que debes leer, sin anuncios cuando menos lo esperas. Un lugar en el que existe una comunidad que se elige entre sí, texto a texto. Su lema: un nuevo motor económico para la cultura.
El 'feed'
Substack cuenta hoy con un feed, similar al Twitter de antaño, donde se pueden compartir publicaciones con fotos o vídeos y de la extensión que se desee. Los usuarios pueden interactuar con ellas mediante likes o restacks, que hacen que aparezcan también en su propio perfil. Además, es posible hacer restack de fragmentos o citas de newsletters concretas, lo que permite crear una especie de archivo de lecturas, como quien subraya un libro que está leyendo y luego lo guarda en la estantería.
Aunque ha adquirido rasgos que podrían convertir la plataforma en una red social, su esencia sigue siendo la de las newsletters y publicaciones largas. Más que competir con las redes tradicionales, Substack parece reivindicar -todavía- otra forma de estar en internet, menos ruidosa, más cercana a la correspondencia. Y con giros inesperados como que, de repente, Rosalía comparta sus sentires el día de su 33 cumpleaños: «Cumplir años: ni lo ansío ni me aterra. Tengo una relación extraña con mi edad. A veces me sumo meses y a veces creo que tengo un año menos. A veces siento que llegué ayer y otras me olvido de las décadas que llevo aquí... Quizás es porque nunca he respetado profundamente los números y todo mi amor ha ido hacia las letras pero nunca es tarde para cambiar algo. ¿Chicas porqué no tirar los dados? los símbolos están para jugar», escribió la cantante.
Interfaz sencilla
Substack podría definirse como una mezcla entre esos blogs que se hicieron tan populares a principios de siglo y Twitter en la mejor de sus versiones, con una interfaz sencilla en la que no es difícil que los textos queden bonitos y donde los memes son bien recibidos entre párrafo y párrafo.
Del mundo musical, hay otras artistas, como Rigoberta Bandini, que también han decidido dar el salto a la plataforma. Del mundo literario, hay voces tan conocidas como las de las escritoras Elena Medel, María Sánchez o Luna Miguel que también ofrecen, de forma gratuita, su contenido a los lectores y lectoras.
Voces isleñas
Entre los creadores canarios, también hay voces que han decidido sumarse a este motor para la cultura. Una de ellas es la del poeta canario Yeray Barroso, que aterrizó en Substack hace pocos meses y que, bajo el nombre La isla deshabitada, escribe su newsletter a modo de notas en las que va enumerando sus reflexiones.
En sus palabras, la plataforma «tiene el encanto de ofrecer contenido únicamente a quien quiere recibirlo. Por eso es un espacio más detenido, tanto para la lectura como para la escritura. La libertad que ofrece me permite reflexionar sobre libros, cine, música, arte y sobre la sociedad. Espero que no se vaya convirtiendo poco a poco en lo que son otras redes, menos amables para habitar y menos lentas», manifiesta el escritor.
En el último post de su boletín, La vida y sus asuntos importantes lo han puesto de rodillas, Barroso ofrece, entre otras cosas, reflexiones conectadas con la actualidad -hace alusión a Gaza, a Tiktok, a la velocidad con la que consumimos todo-, además de establecer paralelismos entre dos obras que ha leído recientemente: Mil cosas de Juan Tallón y Cómo desaparecer completamente de Mariana Enriquez.
Combinación de temas
En esta combinación de temáticas reside, quizá, una de las claves del éxito de Substack: es un lugar en el que dentro de la escritura, se simula muy bien la vida, donde existe lo cotidiano y lo emocional sin abandonar lo intelectual -¿por qué nos empeñamos en que no pueden ir de la mano?- y se puede hablar del último disco de Taylor Swift y su beef con Charlie XCX, analizar un libro en profundidad, hacerle una oda a una taza de café o relatar las virtudes y desavenencias del proceso creativo. Todo en el mismo post.
El escritor grancanario Acoidán Méndez también encontró en este espacio una herramienta para crear comunidad. «Llevaba mucho tiempo rondando la idea de tener una newsletter porque me interesaba ir generando poquito a poco una red de lectores», explica.
En su boletín, Un mundo en otra parte, publica semanalmente entrevistas a autores contemporáneos, de España y de Latinoamérica, para profundizar en sus procesos creativos de forma que puedan inspirar a su audiencia. Esta es otra clave también del éxito de Substack: los escritores, escritoras y demás artistas disfrutan mucho leyendo sobre cómo los demás crean. El impulso creativo de los otros es como un virus bueno que se contagia de forma imperceptible.
Méndez también recomienda voces que le impulsan y que hacen de Substack una red de correspondencias culturales. Entre ellas, la de la canaria Noelia Olbés, comunicadora que en su boletín Eso que haces entrevista a personas del sector cultural y les pregunta por su rutina: «Es una newsletter donde puedes ver qué hacen distintos perfiles de personas en su día a día».
Olbés, por su parte, mantiene un formato reconocible: un fragmento literario, un meme y una entrevista en cada boletín. En una de las más recientes, realizada a la escritora Amaya Ascunce, esta habla de su propio boletín, Leer por leer, y condensa muy bien la esencia de la plataforma: «Cada quince días mando una carta que mezcla mis lecturas, mis obsesiones, runrunes, quejas o historietas».
Todo eso es, al final, Substack: un refugio donde lo cotidiano se mezcla con lo creativo, donde el pensamiento se comparte sin intermediarios y donde la lectura vuelve a tener peso. Como escribió Bosco Soler en su también newsletter de Substack La vida sin oficina, «todas las redes sociales empezaron con una misión loable e idealista, pero con el tiempo las presiones de los inversores y anunciantes llevaron a estas plataformas a priorizar el crecimiento y la monetización, a menudo en detrimento de sus valores originales».
La pregunta, entonces, queda flotando en el aire: ¿podrá Substack resistirse al ruido y seguir siendo ese lugar donde, por fin, las palabras vuelven a tener cuerpo? Tal vez la respuesta no importe tanto como seguir intentándolo: escribir, leer, y buscar, entre tanto ruido, algo que aún haga vibrar el pecho.
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