Perfil
Juan José 'Checho' Bacallado, alma mater de la biología en Canarias: "Cuando llegué estaba solo"
Juan José Bacallado recibe un homenaje por parte de los que han sido compañeros y amigos en el Museo de Naturaleza y Arqueología (MUNA), un organismo al que no solo vio nacer sino que dirigió y consolidó como referente regional durante 22 años

Juan José Bacallado en el despacho de su casa en Barranco Hondo. / Arturo Jimenez

Su cariño por los seres vivos comenzó cuando apenas empezaba a entender el mundo que le rodeaba. Hoy, con 86 años, la fructífera vida del lagunero Juan José Bacallado (1939), más conocido como Checho, es ya historia de la ciencia en Canarias. Cada rincón, pared y estantería de su vivienda familiar ubicada en Barranco Hondo, Candelaria, contienen un recuerdo de sus innumerables escapadas por el mundo, los reconocimientos a su labor, la mejor literatura científica de sus dos especies favoritas (aves y mariposas) y las imágenes con las que ha captado la esencia de una vida dedicada a su familia y a su gran amor, su esposa Olga.
Los años pesan en su cuerpo, pero no en su espíritu. Cuando rememora su vida científica, sus ojos azules se iluminan. El primer recuerdo que llega a su mente no es, sin embargo, el de aquel momento de su infancia que marcaría su vocación –un suceso vital que su mente retomará más adelante–. Al contrario, en sus recuerdos emerge la imagen de aquel profesor de la Universidad Complutense de Madrid que, mientras cursaba sus estudios en Ciencias Biológicas, le "eligió" para acompañarle en una campaña para anillar aves.
Una improvisada aventura
"Me sentaba en la parte de atrás de la del aula porque no quería llamar la atención", rememora. Su profesor era ni más ni menos que Francisco Bernis, el ornitólogo más famoso de España por aquel entonces. "Lo cogí en los dos últimos años de su carrera y no sé por qué, pero le caí simpático", relata. Aquella petición le dio cierto vértigo, pero decidió unirse a aquella improvisada aventura aún sin saber siquiera hacia dónde partirían al día siguiente.
"Me citó a una hora intempestiva; no recuerdo si eran las cinco o las seis de la mañana", asegura el biólogo. No fue hasta que se subió al coche del que se convertiría en su mentor que se aventuró a preguntar hacia dónde iban: "nos dirigíamos a Asturias". Le quedaban por delante más de cinco horas de camino y un viaje en el que no solo aprendería las técnicas para anillar, sino que también viviría un viaje trascendental para su carrera.
Llegada a Canarias
Las técnicas para anillar aves que aprendió durante esas duras jornadas –en las que, como narra, tuvo que compartir caseta con otras dos personas y a asearse a la orilla de un río–, fueron una de las grandes enseñanzas con las que, posteriormente, aterrizaría en Canarias. En las Islas encontró un secarral científico en lo que se refiere a la Biología.
"Cuando empecé, estaba prácticamente solo", rememora mientras muestra con orgullo la tesis doctoral de taxonomía de polillas canarias (conocidas como formicidos o hymenoptera formicidae) que le llevó a conseguir un cum laude en la Universidad de La Laguna (ULL) y que marcó el inicio de un despertar para la biología en las Islas. Por aquel entonces entabló amistad con el botánico Wolfredo Wilpred que se convirtió en su "hermano". "A día de hoy nos seguimos llamando de vez en cuando y celebra conmigo algunos de mis reconocimientos", relata. En lo que se refiere al anillamiento de aves, hasta entonces poco o nada se había hecho.
Vivencias de la juventud
Aunque aquel viaje improvisado marcó un antes y un después en su carrera como investigador, su amor por la biodiversidad se forjó a partir del entusiasmo de su padre por la naturaleza. "Mi progenitor ha venido sosteniendo desde siempre que el contacto estrecho con la naturaleza debe ser considerado como un derecho humano", afirma. En su recuerdo se ve de cuclillas con apenas cinco años junto a sus hermanos Leoncio y Antonio, removiendo la tierra de la placita –denominada hoy día Manuel Verdugo–, a donde su padre les llevaba de paseo desde su casa, ubicada en el número 48 de la calle Herradores en La Laguna.
Un día su padre les mostró un insecto que, en palabras de Bacallado, "trataba de sobrevivir y dejar descendencia". El insecto era un Podalonia tydei, también conocido como sepulturero. Bajo la atenta mirada de los pequeños, aquel incansable aleteo cautivó a los hermanos Bacallado. Más aún cuando la hembra se afanó a escarbar un nido en la tierra para esconder una oruga de polilla, previamente cazada, con algunos de sus huevos. "Aquello nos fascinó y despertó nuestras ansias de investigar", revela.
Amor por su tierra
En su regreso a Canarias consolidó su amor por su tierra y sus ecosistemas. La investigación y la docencia le llevaron a viajar por el mundo - siendo la expedición a Galápagos en 1990 uno de sus mayores hitos- y a escribir cientos de artículos científicos. Pero si tuviera que elegir un lugar que le fascina siempre volvería a Lanzarote. "Es mi lugar favorito", sentencia, mientras mira en el ordenador la fotografía de dos sonrientes jóvenes en lo alto de Timanfaya. Son Checho y Olga, su primer y único amor. "Nos dejó hace unos años", explica con cierta tristeza.
Porque si bien su vida estuvo bien llena de aventuras descubriendo nuevas especies, fotografiando y manteniendo una fuerte convicción de la importancia de la ciencia; su corazón a menudo divaga soñando con Olga. Las fotos de su difunta esposa se encuentran repartidas por toda la casa, en memoria de la que se convirtió en su compañera de vida y con la que tuvo tres hijos. "Era una persona muy sencilla", recuerda.
Reconocimiento del MUNA
En 1984 fue nombrado director del recién estrenado Museo de Ciencias Naturales de Santa Cruz de Tenerife, puesto que mantuvo hasta su jubilación en 2006. Bacallado se muestra un tanto nervioso por el reconocimiento que va a recibir por parte de sus amigos y compañeros en el Museo de Naturaleza y Arqueología de Tenerife (MUNA) –acto que se produjo este viernes–. "Ahora me tendré que trajear", bromea. El homenaje fue organizado por la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife) y la Asociación de Amigos del Museo de Naturaleza y Arqueología, en colaboración con el Organismo Autónomo de Museos y Centros (OAMC) y se enmarcó en la conmemoración del 70 aniversario de la fundación de la Sociedad Española de Ornitología (Seo/BirdLife).
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