Entrevista | Alfonso Escalero Suz Fundador y CEO de I Love The World
Alfonso Escalero Suz, fotógrafo y fundador de 'I Love The World': «Encontré la fotografía tras arruinarme varias veces»
El Cabildo Insular de La Palma ha premiado al fotógrafo por la labor realizada durante la erupción del volcán Tajogaite

Alfonso Escalero Suz / I Love The World

Se propuso estudiar Arquitectura Técnica en la Universidad de La Laguna y su economía se lo impidió, trabajó sirviendo copas hasta que se arruinó y se reinventó como fotógrafo para dar vida a I Love The World, una marca que fundó y de la que es CEO pero sin presumir de ello. «Somos un equipo», subraya Alfonso Escalero Suz (Málaga, 1971) sobre un proyecto que no para de crecer... Este año recibió el Premio del Cabildo Insular de La Palma por la labor realizada durante la erupción del volcán Tajogaite, un hecho que ha marcado un antes y un después en su vida.
¿Qué es I Love The World?
Una empresa de fotografía que cobra por hacer lo que nos gusta. Viajamos por el mundo [Arabia Saudi, Egipto, Filipinas, México...] y hacemos todas las técnicas posibles para resaltar destinos con un enorme potencial turístico, es decir, por tierra, mar y aire.
¿Cómo empezó todo?
Yo me arruiné en los negocios que probé con anterioridad. En lugar de echarle la culpa al Gobierno por lo mal que trata a los autónomos, acepté que la culpa había sido mía porque tomé unas decisiones equivocadas.
¿A qué se dedicaba?
A servir copas... Cuando estaba hundido decidí comprarme una cámara de fotos, yo que no había sacado una foto en toda mi puñetera vida, y me puse a hacer fotos a la zona de Anaga... Me había arruinado y tenía todo el tiempo del mundo para descubrir lo que era la velocidad, el diafragma y un montón de cosas que me sonaban a chino.
Meterse en el mundo de la fotografía para un tipo que está arruinado no parece la mejor solución...
... [ja, ja, ja]. Pero yo empecé con una cámara doméstica, algo bastante cutre. Era tan mala que cuando descubrí lo guapo que era el mundo de la fotografía me di cuenta de que había tirado todo el dinero que tenía a la basura.
¿Pero no se rindió?
No, dije: ¡Coño, esto me gusta! Y empecé a subir imágenes a una red social. Me quedé de piedra al descubrir un día un montón de me gusta, me gusta, me gusta, me gusta... Lo que no sabía aún era cómo podía materializar esta oportunidad de negocio porque yo no quería ser un fotógrafo de bautizos, bodas o comuniones. Quería ser un tipo que hiciera fotografías de la naturaleza.
¿Y apareció esa oportunidad?
Sí, cuando estaba a punto de entrar en erupción el volcán submarino de El Hierro.
¿Con el Tagoro?
Sí, me presenté con mi cámara de mierda en La Restinga y allí me encontré con los reporteros de National Geographic y sus pedazos de objetivo. ¿Dónde iba yo con aquel micropene? Reconozco que soy un poquito echado ‘pa’lante e hice algo que no se podía hacer. Me salté el perímetro de seguridad para vez si podía acercarme a aquel Redoxon. Al final me encontré con una cámara web y como sabía hacer fotos 360 hice una y la publiqué con este título Cámara web en La Restinga. ¡Pelotazo mundial! Los expertos no entendían cómo el Gobierno de Canarias no había puesto una cámara web para que los vulcanólogos de todos los continentes vieran lo que estaba pasando en El Hierro. Los buscadores y Google asociaron mi foto con este hecho y se me cayó la web a pedazos. El Redoxon se apagó y me volví a Tenerife.
Pero luego regresó a El Hierro, ¿no?
A los 15 días, pero la Guardia Civil ya me había cogido la matrícula y me advirtieron que no volviera a saltarme las reglas. Alguien me prestó un objetivo mayor para no hacer el ridículo. El segundo pelotazo internacional llegó cuando pude hacer la fotografía de un helicóptero sobrevolando el volcán (Redoxon). Gracias a esa imagen muchos expertos pudieron medir la dimensión real de su cráter y volví a coger unos cuantos miles de seguidores. A mí eso me ponía cachondo porque era lo que quise hacer siempre.
De volcán a volcán y tiro por que me toca: apareció el Tajogaite...
Ahí I Love The World ya estaba más fuerte [había ganado algún que otro contrato de servicios con el Gobierno de Canarias] y alquilamos un helicóptero por cinco mil euros; el único que sobrevoló la erupción al segundo día. Después dejaron de volar. Allí la vida me pegó una buena cachetada... ¡Un buen leñazo!
¿Cachetada?
Estaba con mis drones y, de repente, me encuentro con un señor mayor que lo había perdido todo. Se me cortó toda la adrenalina y tuve que cambiar mis planes. Cuando estás al lado del dolor es muy difícil no empatizar con esas personas. A partir de ese día mis drones se pusieron al servicio de los vecinos que me pedían si podía sobrevolar su hogar para ver si seguía en pie. Así fue cómo surgió la fotografía de La casa de la Esperanza que dio la vuelta al mundo, aquella construcción que permaneció firme entre las coladas.
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