Un país sin humo: la tradición sueca fulmina al cigarrillo
Philip Morris se fija en el snus, la forma más común de consumir tabaco en Suecia, con el objetivo de lanzar un producto similar pero solo con nicotina

Laboratorios de Swedish Match.
Lorenzo zamora
En un simple vistazo poco hay que diferencie a Estocolmo del resto de ciudades europeas. Sus calles empedradas en las que los ciclistas conviven con el motor de los coches, de las que emergen edificios de singular arquitectura y en las que el silencio se impone frente al ruido, son protagonistas de la estampa típica de un pueblo que sufre una primavera algo más fría de lo habitual. Por eso quizás no muchos se percatan de que hay algo que diferencia a la capital sueca del resto de Europa: es casi imposible encontrar a una persona con un cigarrillo en la boca.
Suecia se ha convertido en el punto clave de la lucha contra el tabaco. Y es que el país no solo tiene, a día de hoy, la menor tasa de mortalidad y enfermedad atribuible al tabaco entre los hombres de Europa, también ha alcanzado lo que la Organización Mundial de la Salud conoce como «endgame»: una tasa de tabaquismo inferior al 5%.
En concreto, en este país solo un 4,9% de la población fuma frente a tasas del 24% de países como España. Esta reducción en su número de fumadores se ha conseguido después de décadas apostando por las alternativas sin humo. Y la situación no solo tiene efectos notables en la cultura del país, también en la propia salud de sus ciudadanos. Suecia registra un 41% menos de incidencia en varios tipos de cáncer y menos de la mitad de las muertes relacionadas con fumar que sus homólogos europeos. En concreto, Suecia descubre cada año poco más de 15 casos por cada 100.000 habitantes de cáncer de pulmon, frente a los más de 40 casos hallados por cada 100.000 habitantes en España anualmente.
Pero, ¿cómo lo ha logrado? La respuesta está en la cultura de un pueblo que durante casi 200 años ha aceptado sin imposiciones hacer un uso poco común del tabaco: ponérselo en las encías para liberar poco a poco su contenido en nicotina. Un uso que tiene, a simple vista, al menos una ventaja: no contamina el ambiente ni los pulmones de los usuarios con los productos nocivos del humo del tabaco. Esta forma de consumo se resume hoy en el buque insignia de la cultura sueca, el snus. Un producto que se comercializa desde hace 200 años en el país con diferentes formatos (con bolsitas con tabaco húmedo en su interior o con el tabaco húmedo suelto) y en latas de tamaño bolsillo.
El consumo de tabaco poco común se remonta al siglo XVI, cuando se puso de moda «esnifarlo» entre la aristocracia francesa, pasando a denominarse «snif». Algunos de los cambios culturales que surgieron por aquel entonces configuran hoy la tradición de las bolsitas de tabaco. Ejemplo de ello es que en ese momento son las cajas con motivos diversos utilizadas para llevar el tabaco, unos recipientes muy similares a los que se comercializan hoy en día. Sin embargo, esta práctica pasaría de moda en la Revolución Francesa, en un intento de la población por alejarse de todo aquello que tuviera que ver con la aristocracia. No obstante, Suecia, que ya había invertido gran parte de sus tierras en el cultivo de tabaco, se vio obligada a buscar un uso alternativo. Fueron los suecos quienes comenzaron a introducírselo en la boca después de remojarlo en agua o whisky.
Lo cierto es que el ya conocido como snus se hizo muy popular entre los suecos, pero todo cambió con la llegada de la industria tabacalera y el cigarro. «Durante unos años el consumo de cigarrillo aumentó en detrimento del de snus», rememora Patrick Hildingsson, vicepresidente de Relaciones Públicas de Swedish Match. Sin embargo, cuando en la década de los 60 la ciencia empezó a advertir de los daños del cigarrillo en la salud de la población, muchos suecos –sobre todo hombres– regresaron al snus. «Lo hicieron sin que nadie les empujara a hacerlo», sentencia Hildingsson, que insiste en que esta es una de las grandes claves de su éxito.
De hecho, la normativa sueca contra el consumo de tabaco no es de las más restrictivas de Europa. «Nos encontramos en la media de la UE en lo que se refiere a legislación», sentencia el representante de Swedish Match. En este sentido también se manifiesta el psicólogo clínico y experto en tabaquismo, Karl Fagerström, quien recuerda que hace tan solo medio año Suecia decidió gravar los productos de tabaco por su riesgo, acordando aumentar los impuestos al cigarrillo hasta un 10%, mientras reducían los del snus un 20%. Sin embargo, fuera de Suecia, estos productos orales de tabaco apenas han calado en la población. A ojos de Swedish Match, uno de los motivos es la prohibición que la Unión Europea estableció contra el snus cuando Suecia entró a formar parte de los Veintisiete. En concreto, en 1992, la UE prohibió la comercialización de este producto de tabaco oral en todos los países, a excepción de Suecia.
Más de tres décadas más tarde, –y vistos sus potenciales efectos en la salud de los ya fumadores– los productos de tabaco orales quieren relanzarse en el mercado europeo pero con una fórmula adaptada a los tiempos. Es así como ha nacido Zyn, más conocido en el mercado sueco «snus blanco». Sin embargo, este nuevo producto no tiene más similitud con el tradicional snus que su forma de consumo. «Son bolsas de nicotina sin tabaco», remarca Hildingsson. Este producto se vende en dos formatos: Zyn Dry (la bolsita está seca y tiene menos cantidad de nicotina) y Zyn Moist (el contenido está mezclado con agua, tiene un 40% de humedad y cuenta con una cantidad de nicotina puede variar entre los 4 y los 16,6 gramos)
Este producto es una de las novedades de Swedish Match, que llega después de que hace apenas dos años fuera adquirida por Philip Morris Internacional. En este caso, se trata de un paso más hacia el objetivo que la tabacalera se marcó hace 15 años: abordar el daño que causan a la salud los cigarrillos que comercializaba. El objetivo final de la compañía es sustituir progresivamente los cigarrillos convencionales por alternativas sin humo.
Desde entonces Philip Morris ha invertido 14.000 millones de dólares en investigación para el desarrollo de alternativas sin humo, entre las que se encuentran hoy en día los productos de tabaco calentado, como el dispositivo Iqos, o productos orales con nicotina. La adquisición de Swedish Match es, de hecho, una declaración de intenciones, ya que es lo que les ha dado alas para desarrollar un producto similar al snus, pero sin tabaco -tan solo con nicotina– que busca implantar en los estancos españoles.
Sin embargo, el desembarco de este producto en España se está encontrando de frente con la nueva regulación antitabaco del Gobierno. Entre otras cosas, el nuevo Real Decreto limita la concentración de las bolsas de nicotina a un máximo de 0,99 miligramos por bolsa o prohibir los sabores en las bolsas de nicotina. Para la industria, su entrada en vigor supondría «una prohibición de facto» ya que no supondrían una alternativa viable para los fumadores. Pero España ya se ha llevado el primer tirón de orejas de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), tras solicitarle un informe sobre las medidas propuestas. En dicho documento, el CNMC cuestiona las medidas propuestas por su posible perjuicio al libre mercado. Las considera «desproporcionadas» e indebidamente justificadas, y pide al Ministerio de Sanidad que valore la existencia una regulación alternativa que minimicen posibles efectos anticompetitivos. Asimismo, recuerda que ningún país de la UE propone este tipo de prohibición de facto de estos productos y, por ello, afecta a la libertad de empresa. Tras estas conclusiones, seis países de la UE han presentado también alegaciones al Real Decreto en este sentido.
Para expertos como Fagerström, no hay «ninguna razón médica para que España quiera establecer estas medidas». Insiste, asimismo, que «mientras haya demanda habrá oferta» y que «si prohibes las bolsas de nicotina y los productos de tabaco calentado, la gente necesitará fumar cigarrillos si quiere nicotina». El psicólogo desmiente que esta sustancia sea tan dañina como el tabaco: «muchos piensan que la nicotina causa cáncer, enfermedades respiratorias y cardiovasculares, pero no es así». Así, aunque advierte de que causa dependencia y no está exenta de efectos adversos, considera que la minimización del riesgo para los actuales fumadores es suficiente como para valorar este tipo de productos.
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