Barrios Orquestados se 'ahoga' en deudas a la espera de fondos estables
El proyecto social que lleva la música a los entornos más vulnerables de Canarias ve peligrar su continuidad porque no cuenta con prestaciones suficientes para cubrir gastos anuales

Proyecto social Barrios Orquestados / Andrés Gutiérrez
«Cuesta mucho subir una montaña, pero se puede caer rodando en un segundo». Esta frase define la situación actual de Barrios Orquestados, un proyecto social que lleva más de trece años acercando la música a los enclaves más vulnerables de Canarias y que ahora podría desaparecer por falta de fondos. Para intentar que esta iniciativa solidaria no muera se ha creado un crowdfunding con el que han logrado recaudar más de 35.000 euros, una cifra que se traduce en el 29% de su meta final: alcanzar los 120.000 euros.
En 2024, el proyecto perdió cerca de siete ayudas, una situación que agrandó la deuda que ya arrastraban. Por el momento, su financiación es inestable, depende de prestaciones públicas puntuales, patrocinios privados y subvenciones inestables. A mediados de abril, tras la llamada de auxilio que hicieron en redes sociales, la Consejería de Educación asumió parte de su deuda, mediante una subvención de 350.000 euros –que según fuentes del proyecto no ha llegado todavía–. El fundador de Barrios Orquestados y director de orquesta, Jose Brito, señaló que se trataba de «una bomba de oxígeno que mitiga gran parte del déficit, pero que no lo resuelve».
El presupuesto anual destinado a la ejecución de su programación supera el millón de euros, pues cuentan con una plantilla de 40 trabajadores que se desplaza entre 13 sedes de barrios periféricos de Gran Canaria, Fuerteventura, Tenerife y Lanzarote y además tienen que hacer frente al mantenimiento de las instalaciones, cuantificado en 40.000 euros.
Para cubrir este año y los venideros, la organización ha tirado de diferentes fórmulas, como el crowdfunding. «Todavía nos queda por saldar una cantidad considerable, que supera los 150.000 euros, y que ha provocado que las compañeras lleven meses de retraso en el cobro de sus nóminas», apuntan desde la iniciativa.
El problema llega al Parlamento
La fragilidad de este proyecto, que nació en los barrios del Archipiélago precisamente para ayudar a quienes residen allí, ha conmovido incluso a los representantes políticos del Parlamento canario y ha logrado que se pongan de acuerdo para exigir al Ejecutivo una financiación estable.
El grupo Nueva Canarias-Bloque Canarista presentó la proposición no de ley esta semana con la intención de reclamar al Gobierno autonómico una línea específica de financiación plurianual en los presupuestos, para que la iniciativa tenga mayor estabilidad, continuidad y expansión. Asimismo, la diputada del PP Sonsoles Martín ha defendido una enmienda, que ha sido aceptada, para que Barrios Orquestados, junto a otros proyectos de inclusión social, forme parte de un plan de inclusión social y cultural.
Algunos de los barrios periféricos grancanarios en los que el proyecto desarrolla su actividad son Jinámar, el Cono Sur de Las Palmas de Gran Canaria, Tamaraceite, el Risco de San Nicolás, el Cruce de Arinaga. También en los barrios tinerfeños de La Cuesta, Finca España u Ofra y en los lanzaroteños de Argana y Altavista.
Un día en el proyecto
La Cuesta, en Tenerife, es uno de esos barrios a los que llevan la música. La dinámica es similar en todas las sedes. A esta, en concreto, acuden cerca de cien niños que aprenden a tocar instrumentos como el violín a través de una metodología oral, es decir, sin echar mano de partituras y fijándose en el profesorado como si fuera un espejo.
No es necesario que tengan conocimientos previos, aun así en clase empiezan a tocar desde el primer día. «Ellos observan lo que está pasando, reflexionan y hacen lo mismo, los más veteranos también ayudan a los más pequeños y así conseguimos una enseñanza positiva», explica una de las trabajadoras sociales del proyecto Naomie Perrot. El proceso es similar al que se produce cuando un bebé comienza a hablar.
Las clases se imparten en dos grupos diferentes: el primero, para los de seis a diez años, y el segundo, para los mayores. También cuentan con horas de estudio en las que ellos practican lo aprendido de forma autónoma. «Ser parte de una actividad así les ayuda a formar su personalidad y su carácter, ellos ven que en cuestión de un mes ya pueden tocar un instrumento que a priori parece complicado».
Según añade, todo aquello que aprenden tiene un sentido porque lo muestran a sus compañeros, en las reuniones mensuales con otras sedes para ensayar las piezas conjuntas; a sus padres o al público general en las actuaciones de la temporada. «Tenemos alumnos de todas las partes del mundo, algunos acaban de empezar y otros llevan aquí ocho años; es un espacio muy diverso pero todos están muy involucrados», subraya la trabajadora.
Diversión y formación
Una de las alumnas que se ha enamorado del proyecto es Anabella Vázquez. La joven de doce años lleva dos participando en la que es su actividad extraescolar favorita. Aquí toca la viola y ha hecho muchos amigos nuevos, por lo que quiere mandar un mensaje a otros chicos que quieran apuntarse: «Anímense a probar porque se van a divertir mucho». Tessay Jiménez es otra de las vecinas que se inscribió este año en la iniciativa motivada por las ganas de aprender a tocar el violín.
Ambas participan, como cada semana, en la clase que se imparte en un aula del colegio Fernando III El Santo. El primer paso es trabajar la respiración, para tranquilizarse y concentrarse. Después realizan una actividad conocida como tono dinámico, en la que representan las notas musicales con gestos, para recordarlas más fácilmente. Cuando cantan, convierten al cuerpo en su instrumento por lo que han memorizado una serie de consejos de su profesor: no forzar la cabeza ni hacia arriba ni hacia abajo, trabajar el equilibrio mental y emocional y estar bien colocados para que las notas suenen mejor. Tras el calentamiento es hora de pasar a la acción, es decir, de coger el instrumento.
La experiencia de los padres
Manuel López es padre de Neizan, Adara y Elieth, tres niños que se incorporaron hace dos meses a la familia de Barrios Orquestados. Al superar la barrera de los primeros sesenta días en el proyecto los alumnos son recompensados y pueden llevarse a casa su instrumento, un hecho que en este hogar esperan con mucha ilusión. «Sin esta iniciativa nosotros no podríamos acceder a este tipo de instrumentos, por lo que conocerla ha sido muy gratificante, tanto para ellos como para nosotros como padres», explica el progenitor.
Lo cierto es que no conocía de nada el proyecto, ni siquiera le sonaba el nombre. Fue su hija quien le presentó la propuesta. Según relata, llegó muy emocionada a casa diciéndole que quería apuntarse porque el personal de Barrios Orquestados había visitado su cole. Estas citas en centros cercanos a sus sedes suelen ser habituales cuando se acerca el inicio de la temporada y suele ser la forma más efectiva para atraer a nuevos talentos. «Al principio pensaba que los más pequeños se aburrirían a los pocos días, pero todo lo contrario, están privados; no los saco de aquí ni con agua caliente», confiesa.
Los valores del proyecto
Además, insiste en que no solo reciben formación musical, sino que también adquieren otros valores como la empatía, el respeto y el sentimiento de equipo. Se ayudan entre ellos y, según sostiene, se motivan mucho cuando tocan delante de los padres porque es un momento que aprovechan para lucirse. Esto ocurre sobre todo los miércoles, un día en el que no hay profesores y los progenitores son los encargados de supervisar a los alumnos. «Nos hemos involucrado mucho con la iniciativa y ahora soy yo el que no quiere que lo dejen», subraya.
En esta línea, denunció que la situación que atraviesan es muy injusta porque se trata de una propuesta cultural que debería estar financiada al cien por cien: «El equipo está muy implicado y lo hace todo con mucho amor, llevaban tiempo sin cobrar y ni siquiera lo habíamos notado». Los padres, añade, están intentando colaborar en todo lo que pueden, pero «no es suficiente».
El coro familiar
Las familias no solo se han involucrado en el proyecto social a través de la recaudación de fondos, sino que también asisten a reuniones semanales y ensayan para actuar con los peques. Carla Manrique, como madre de la alumna María Esperanza, es una de las adultas que participa en el coro familiar. Ambas son veteranas en Barrios Orquestados, pues llevan más de dos años asistiendo. «Siempre me ha gustado participar con ella en las cosas que hace, en las actuaciones hay un momento en el que estamos las dos en el escenario que es muy bonito, muy gratificante», confiesa.
Ser parte de esta experiencia también ha ayudado a su hija a quitarse la timidez y a ganar la confianza necesaria para presentarse en un auditorio. «La música alimenta muchos aspectos de nuestra vida», defiende. Ellos, como padres, también se han contagiado de esta mentalidad y han convertido el coro «en una familia».
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