La lucha de las personas ciegas con perros guías: "Muchos locales nos discriminan porque desconocen la normativa"

La consejera territorial de ONCE en Canarias, Yasmina García, denuncia que la sociedad ignora la importancia que tiene este animal para quienes padecen una discapacidad visual

Yasmina García junto a Kina, su perro de asistencia, en las inmedicaciones de la ONCE

Yasmina García junto a Kina, su perro de asistencia, en las inmedicaciones de la ONCE / Arturo Jiménez

Santa Cruz de Tenerife

Para Yasmina García encontrar a Kina ha sido como recuperar la vista. Tras poco más de dos años juntas, la consejera territorial de la ONCE en Canarias y usuaria de perro guía asegura que su «Ferrari peludo» le ha cambiado la vida y que gracias a ella puede esquivar todos los obstáculos de la vía. Aun así, denuncia que a las personas con discapacidad visual les cuesta mucho salir a la calle por miedo a lo que puedan encontrarse. Según señala, a día de hoy aún hay espacios en los que se desconoce la normativa que les ampara y, por tanto, se les discrimina. «Estas situaciones no solo limitan tu autonomía, sino que además te condiciona anímicamente», explica. 

La Ley 3/2017 de perros de asistencia para personas con discapacidad en Canarias recoge que los únicos espacios en los que está prohibido su acceso son los quirófanos y otras zonas con condiciones higiénicas especiales, el agua de las piscinas y parques acuáticos, el interior de atracciones y las salas de restaurantes o cafeterías reservadas para el personal. Sin embargo, García advierte que los dueños de algunos establecimientos le han negado la entrada a su perra. «Hay personas que te pelean porque no conocen la normativa, me pasó una vez con un taxista y a los pocos días, cuando me volvió a ver, me pidió disculpas», relata.

Para evitar esta discriminación, Kina y otra treintena de perros guías de la ONCE recibieron el pasado miércoles una medalla del Gobierno de Canarias. La chapa, que el animal lleva colgada en el collar desde entonces, simboliza que cuentan con el respaldo del Ejecutivo autonómico. «Este distintivo acredita que no solo pertenecemos a la Fundación ONCE, sino que también estamos registrados en la comunidad, un hecho que nos sirve como refuerzo cuando queremos denunciar un delito de odio», detalla. 

En esta línea, subraya que la normativa les ayuda porque contempla sanciones económicas para las personas o locales que les discriminan. Las multas van desde los 300 euros, para las leves, a los 9.000 euros, para las más graves. En este último caso, se contemplan infracciones como impedir el acceso a un establecimiento, privar a la persona usuaria de su perro de asistencia o vulnerar su derecho de acceso al entorno en el ámbito laboral. 

Otras luchas

Otra de las grandes luchas de los usuarios es que la gente de a pie comprenda que no pueden acariciar, llamar o darle de comer a los perros. Por este motivo, el arnés de Kina tiene un cartel que dice: «No me toques, estoy trabajando». La consejera territorial de ONCE subraya que llamar a la perra en medio de un paso de peatones podría provocar que las atropellaran, si el animal se distrae. «Kina debe comportarse como un perro guía, no puede ponerse a salivar en un restaurante o a jugar en un hospital, si esas cuestiones no se corrigen, aunque parecen una bobería, pueden terminar prejubilándola», argumenta. 

La joven de treinta años Yasmina García tenía problemas de visión desde pequeña y a los 21 perdió la vista por completo. Según confiesa, el estigma hace que muchas personas con discapacidad visual no quieran coger un bastón. Ella, por ejemplo, antes no era capaz de ver detalles, solo siluetas, pero se defendía bien sin él. «Vivimos con miedo siempre, para nosotros llegar a casa es un logro porque cada día tenemos que esquivar patinetes, coches mal aparcados, excrementos de animales y un largo etcétera». Con Kina, sin embargo, no hay obstáculos ni apenas tropiezos y pasear se ha vuelto una gozada. «Antes por La Rambla tenía que ir por el bordillo, pues con las farolas y otros objetos era imposible ir por la pared. Ahora, en cambio, parece que vamos por una autopista, me siento muy segura». 

La suerte de tener a Kina

García tuvo que esperar cuatro años para conocer a su alma gemela en Rochester (Estados Unidos) y traerla a Canarias como si de un souvenir se tratase. Viajó hasta allí para realizar el curso de tres semanas que la prepararía para tener un perro guía. Esta formación también se realiza en Madrid, aunque la espera en este caso puede ser de más de cinco años. «Es un proceso complejo, no todo el mundo puede tener un perro guía porque hay que saber desplazarse con bastón, orientarte auditivamente y conseguir tres informes favorables», resalta. Completadas las pruebas, deben desplazarse a estas escuelas, donde los primeros días tienen un perro de peluche con el que aprenden a poner el arnés. «A los días conocí a Kina y fue una experiencia preciosa, mi intérprete me dijo que se parecía mucho a mí porque lo tocaba todo», recuerda. En abril se cumplieron dos años desde este primer encuentro, lo que significa que a estas dos amigas les queda aún una década juntas.

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