Leyenda negra
La tumba conjunta de los dos papas valencianos lejos del Vaticano
Los Borja Calixto III y Alejandro VI descansaron en San Pedro, pero en 1610 fueron trasladados a Santa María de Montserrat
Nada hace pensar que se cumpla el deseo de algunos y sean trasladados a Xàtiva o a València

La tumba de Calixto III y Alejandro VI en Roma / Levante-EMV
Sergi Sapena
Muchos son los valencianos que, cuando llegan a Roma y visitan la impresionante basílica de San Pedro, en el Vaticano, preguntan por las tumbas de los dos papas de esta tierra que reinaron en Roma. Se trata de Calixto III y de Alejandro VI, ambos de Xàtiva, condenados de por vida a una leyenda negra a partir de su gestión al frente de la Iglesia Católica. A ambos se les atribuyen excesos de todo tipo, incluyendo el comportamiento sexual, traiciones o los crímenes ordenados para mantenerse en el poder. Si bien, y es justo escuchar otras voces, no son pocos los historiadores que aseguran que su actitud no fue tan diferente a la de otros pontífices porque, al fin y al cabo, Roma era centro y símbolo de poder y lo importante era no perder su influencia en el mundo.
El primero de los papas Borja, Calixto III, Calixto III, nacido en 1378, en la Torreta de Canals con el nombre de Alfonso de Borja, alcanzó la silla de San Pedro en 1455. Señalan las crónicas que mucho antes, durante su juventud en el Reino de València, se encontró con el dominico San Vicente Ferrer, que con el tiempo acabaría siendo santo y patrón. Ferrer predijo que alcanzaría el papado y que, desde Roma, impulsaría su canonización, dos hechos que con los años se confirmaron.
Seguramente mucha más importancia en su ascenso social tuvo el ingreso en la cancillería del rey Alfonso el Magnánimo y su intervención en el Cisma de Occidente, hechos que los estudiosos de aquella época consideran que catapultaron su influencia política para que, años después, lo proclamaran papa.
Pese a las críticas al frente de la Iglesia Católica, Calixto III tuvo su propio "descendiente", dado que su sobrino Rodrigo de Borja, también nacido en Xàtiva en 1431, sería nombrado papa en 1492, el año en que Colón se tropezó en América y comenzó la relación de la corona española con el llamado Nuevo Mundo. El segundo papa Borja adoptó el nombre de Alejandro VI, y en este segundo periodo ya tuvo una considerable influencia su origen valenciano, incluso en aspectos tan llamativos como la decoración de estancias vaticanas con azulejos que sus familiares, también Borja, fabricaban en el ducado de Gandia.
Los dos papas valencianos, que en Italia renombraron como los "Borgia" para facilitar la pronunciación de este apellido, fueron enterrados en San Pedro del Vaticano, donde reposan la mayoría de quienes alcanzaron ese cargo, pero como también ocurrió con su descendiente, el duque de Gandia y santo Francisco de Borja, sus cuerpos no encontraron el reposo eterno. De sus mausoleos, que las crónicas sitúan como "humildes", fueron sacados en 1586, a raíz de unas obras de remodelación de la basílica que ya entonces simbolizaba el poder de la Iglesia romana. Sus cuerpos fueron enviados a una capilla, un lugar que algunos historiadores sitúan como "secundario", en un gesto que también se consideró como un menosprecio a las figuras de los Borja, agrandando así aquella leyenda negra que tanto se extendió entre las crónicas del siglo XX y que ha llenado incontables novelas, muchos estudios históricos de escaso rigor y, sobre todo, las series televisivas y películas que dibujaban a Calixto III y Alejandro VI como personas diabólicas. Parte de esa mala fama, y en eso coinciden muchos expertos, se atribuye a que los Borja reinaron en una época de predominio de italianos al frente de la Silla de San Pedro, de manera que en no pocas ocasiones los consideraron directamente como "extranjeros" que se habían atrevido a usurpar el puesto.
Pero los huesos de estos dos valencianos universales no se quedaron en aquella capilla vaticana. En otra "degradación", 25 años después, en 1610, se produjeron nuevas obras en el templo, y ya entonces la decisión fue sacarlos de allí y llevarlos a la iglesia de Santa María de Montserrat, considerada bien como el templo "de la Corona de Aragón" en Roma, o, posteriormente, la Iglesia Nacional de España en la Ciudad Eterna.
Allí, en una urna presidida por dos efigies con sus rostros, reposan los dos únicos papas valencianos. Los rectores de la iglesia de Santa María de Montserrat reconocen que en algunas ocasiones algunos paisanos preguntan por ellos y se interesan por situarse frente a la urna papal, pero ni de lejos alcanza la masiva presencia de otros edificios religiosos de la capital italiana. En 1941 en ese mismo templo fue enterrado el rey Alfonso XIII, exiliado en Roma tras la proclamación de la segunda República Española, si bien en 1980 el Gobierno español autorizó su traslado para que reposara definitivamente en el monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
En algunas ocasiones también se ha sugerido que los papas Borjas regresen a su tierra y puedan ser enterrados bien en la Colegiata de Xàtiva o bien en la Catedral de València, pero esa idea nunca ha superado el simple comentario.
Curiosamente, el pasado mes de septiembre estuvo en Gandia la urna que contiene los restos de otro afamado Borja, San Francisco. Quien fue duque y es patrón de la capital de la Safor reposa en Madrid, y sus restos mortales, que llegaron a ser quemados, han sufrido otro apasionante periplo. Durante esa "visita", el abad de la Colegiata, Ángel Saneugenio, quiso abrir el mismo debate que con sus antecesores papas Borja. "¿Qué hace esa urna en Madrid?, ¿por qué no viene a Gandia para siempre?, preguntó el sacerdote, en voz alta, durante el oficio en el templo que los mismos Borja contribuyeron a agrandar. La pregunta, sin embargo, se ha ahogado en la historia y nada hace pensar que lo que queda de Francisco de Borja descanse algún día en la ciudad que gobernó.
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