El joven canario Mario Rodríguez brilla en las Olimpiadas de Filosofía con sus reflexiones sobre los cuidados
El estudiante de primero de bachillerato se alza con el primer premio nacional de este certamen escolar gracias a su disertación sobre la dicotomía entre la responsabilidad y el deseo de cuidar a otras personas.

Mario Rodríguez estudiante del Liceo Francés de Tenerife. / Andrés Gutiérrez

Mario Rodríguez no es muy diferente a cualquier otro chaval de su edad. Con casi diecisiéte años, el joven utiliza cualquier huequito libre para pasarse un par de mundos en Super Mario o sumergirse en una apasionante historia de detectives. Pero hay algo que le gusta incluso más: entablar divertidas y profundas discusiones con sus amigos. «Es lo que más disfruto», reconoce. Y ese afán por debatir, mejorar su discurso y concebir el mundo desde distintos prismas es lo que le ha llevado a convertirse en uno de los mejores aprendices de filósofo de España.
Rodríguez se ha alzado con el primer premio a la mejor disertación en la XII Olimpiada de Filosofía de España celebrada en Palma de Mallorca el 28 y 29 de marzo. El alumno primero de Bachillerato del Liceo Francés Internacional de Tenerife, ha conseguido alzarse como la mente más brillante entre más de un centenar de alumnos de toda España. Como él, otros dos alumnos canarios han logrado destacar en la cita: Jia Ye Jiang Zhen (IES de Tías) que se alzó con el tercer premio en la categoría de dilema y Alba Cabrera (IES Villalba Hervás), que consiguió el primer galardón de fotografía.
Este año, la tradicional cita ha versado sobre los cuidados. Un tema que a Rodríguez le ha venido como anillo al dedo, pues en un futuro –no muy lejano– sueña con ser médico. "La ética es una parte importante del trabajo de los médicos y creo que esta enseñanza se quedará siempre conmigo para el futuro".
La dicotomía de los cuidados
En su disertación, Rodriguez se centró en «la dicotomía entre la libertad y la responsabilidad cuando se habla de cuidados». Su interés por este tema, en concreto, surgió un día que hablaba con una de sus mejores amigas, que es vegana. «Hablamos sobre la libertad de poder comer carne y ella sentía que tenía una responsabilidad hacia los animales y no podía hacerlo; quise trasladar esa misma premisa a los cuidados», relata.
El adolescente se preguntó cómo se conjugan los deseos personales y la responsabilidad hacia el otro cuando se trata de los cuidados. Y, aunque no lo llegara a verbalizarlo, él siempre se posiciona por el lado de la responsabilidad. «Es más importante garantizar el cuidado para todos, aunque se pueda no desear, pues todos somos dependientes los unos de los otros», insiste.
Su referente es la filósofa Carol Gilligan, discípula del psicólogo Lawrence Kohlberg que, con el tiempo, renegó de las enseñanzas de su propio mentor. La autora es ampliamente conocida por su libro In a different voice: psychological theory and women’s development, donde ponía en duda la teoría de Kohlberg sobre el desarrollo moral de los niños y niñas. Gilligan propone la ética del cuidado como la responsabilidad social, desde la que se plantea la búsqueda del bienestar de las personas, de aquellas que habrían de ser afectadas por las decisiones morales, las cuales tienen consecuencias para la vida, para el futuro de las próximas generaciones.
«Ella trata a los sujetos éticos desde la vulnerabilidad y la responsabilidad, lo que es más afín a mi postura», resalta el joven. Y es que Rodríguez no se siente tan identificado con el sujeto ético clásico. «Esta teoría dice que es libre, autónomo y racional, pero hay veces que no somos así», resalta.
Las ideas de Rodríguez pronto destacaron entre sus compañeros y fueron las que le llevaron hasta la final regional, celebrada en la Universidad de La Laguna. Su profesora Olivia Navarro, creyó en él desde el principio. «Me sorprendió su manera de pensar: clara, rigurosa y capaz de problematizar sin precipitarse en una postura cerrada», relata Navarro, quien indica que esa capacidad analítica del jóven revelaba «una autenticidad y reflexión personal rara de encontrar».
Discusiones entre amigos
Pero buena parte de su inspiración viene de charlas con sus amigos. Y es que si bien gran parte de sus discusiones en sus ratos libres versan sobre series, películas, libros o incluso el último meme que se ha hecho viral; en otros tantos debates aparecen temas más profundos, como la política internacional o el cambio climático. Tal es su amor por el debate que es precisamente esto lo que destaca de su convivencia en las Olimpiadas de Filosofía en Palma de Mallorca. «Lo que más me gustó es tener a personas con las que hablar sobre estas cosas», insiste el joven, que afirma que durante los cinco días que permaneció junto a otras cuatro chicas canarias, pudo compartir muchas de sus ideas con ellas.
También compartió charlas con alumnos de toda la geografía nacional. «Había mucha presión, pero no surgieron rivalidades ni nada por el estilo, éramos muy amigos», señala. Aunque estando en Palma de Mallorca sintió una presión infinita por representar a sus islas natales, Rodríguez asegura que ya se sentía ganador por el mero hecho de disfrutar la experiencia. Quizás por ello cuando aunciaron que había ganado, no se lo podía creer. «Estaba muy ilusionado; contento de haber podido representar a Canarias y que todo el trabajo haya servido», rememora.
Para su profesora también ha sido una experiencia. «Ha sido un trabajo constante de ida y vuelta y de enriquecimiento mutuo, porque enseñar y aprender filosofía sigue siendo, ante todo, un ejercicio de diálogo y profundización permanente», sentencia.
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