Medioambiente
El experto Michael Ben-Eli suspende a Canarias en sostenibilidad: "Podría ser un referente mundial, pero debe cambiar su mentalidad"
El director del Laboratorio de Sostenibilidad de Nueva York, Michael Ben-Eli, asegura que el turismo masivo es incompatible con el cuidado del entorno

María Pisaca / Verónica Pavés

El director del Laboratorio de Sostenibilidad de Nueva York, Michael Ben-Eli, considera que Canarias, a día de hoy, suspende en sostenibilidad. Sin embargo, este experto mundial en economía circular y desarrollo sostenible, también ve un filón en las Islas. Como asegura, Canarias, por sus características únicas, podría ser "un referente mundial", pero advierte que para ello necesita "un cambio de mentalidad".
El experto ha visitado Tenerife para inaugurar las jornadas Explorando Las Fronteras de la Sostenibilidad en Canarias, de la Universidad de La Laguna. En una charla, el experto ha insistido en que el mundo se encuentra "en un tren que se dirige a estrellarse con una pared" e insiste en que la sostenibilidad no es solo reciclar: "la sostenibilidad es encontrar el equilibrio entre las interacciones de una población y la capacidad de carga de su entorno".
La sostenibilidad ha sido un término muy desvirtuado, ¿qué diría que es para usted?
Se ha abusado e interpretado tan mal el término sostenibilidad que, efectivamente, casi ha perdido su significado. Parece que utilizar esta palabra, hace que el interlocutor tenga más razón. En realidad el concepto se relaciona con la forma en que los humanos nos comportamos en el planeta. La interacción entre la humanidad y la biosfera es el núcleo de la definición de sostenibilidad. Y la definición que hemos desarrollado en el Laboratorio de Sostenibilidad de Nueva York y que utilizamos en todo nuestro trabajo se relaciona con un tipo particular de interacción entre una población cualquiera y la capacidad de carga de un entorno. Puede ser una ameba en una placa de Petri, un ñu en la sabana o los humanos en el planeta; lo importante de la interacción es que debe existir un cierto tipo de equilibrio. Así que la definición que elaboramos en el Laboratorio es que la sostenibilidad es un tipo particular de equilibrio dinámico en la interacción entre una población y la capacidad de carga de un entorno, de modo que la población pueda desarrollarse para expresar todo su potencial. No imponemos ninguna limitación porque desconocemos hacia dónde se dirige la evolución, pero sí que ese equilibrio exige no consumir recursos a un ritmo mayor del que la biosfera regenera.
¿Cree que se puede mantener ese equilibrio con una población mundial que ya supera los 8.000 millones de personas?
No se trata solo del número de habitantes, sino también de la intensidad de su actividad. Todos vuelan, van, vienen, corren y consumen. Por eso estamos desequilibrados. Pero el concepto de equilibrio no significa que solo se pueda lograr con un número determinado de personas. El problema de nuestra época es descubrir cómo podemos mantener ese equilibrio con la gran cantidad de personas e intensidad de actividad que tenemos. Pero hay mucho margen para reformularlo. El estado actual del capitalismo es extremadamente derrochador y destructivo. Estamos desequilibrados porque estamos excediendo la tasa de regeneración y la tasa de eliminación de todo. Si observamos cualquier ecosistema sano, no hay desperdicio porque un desecho de una especie se convierte en el nutriente de otra. Así que existe un equilibrio completo. Pero aunque lo estamos destruyendo, podemos volver a la normalidad. No hay necesidad de arrojar plásticos al océano ni de liberar CO2 a la atmósfera. Hay otras maneras de hacerlo. Así que el gran desafío de nuestro tiempo, y en realidad de su generación, que tendrán que afrontar es cómo reconfigurar, cómo reestructurar la humanidad para mantener ese equilibrio.
¿Cómo mantenemos ese equilibrio? ¿Hay alguna fórmula?
No tengo una solución, pero sé cuál es el camino. Soy consciente de que todo lo que sucede en el mundo va en la dirección opuesta. Estamos en un tren que se va a estrellar contra la pared. Pero la humanidad ha logrado hacer cosas tremendas y no hay razón para que, con un esfuerzo conjunto, no se cree, por ejemplo, una combinación de energías alternativas para reemplazar los combustibles fósiles. Claro que hay obstáculos en el camino, porque la industria del petróleo y el gas tienen intereses y se resisten a todo cambio. Y mira lo que está pasando en Estados Unidos ahora con aquella consigna de Donald Trump: “¡A perforar, perforar, perforar!”.
¿Qué más debería cambiar el mundo para no estrellarnos contra esa pared?
Es necesaria una reforma importante del sistema financiero porque la fórmula actual nos hace creer que nos estamos enriqueciendo y que estamos obteniendo ganancias, pero los mercados nos están dando una señal errónea sobre la realidad porque muchos de los impactos negativos de nuestras acciones – como el consumo de recursos o el cambio climático– no se incluyen en los cálculos económicos. Así que tenemos una visión distorsionada sobre la realidad. Otro aspecto muy importante, del que se habla menos, es que necesitamos una revolución completa en la conciencia. La humanidad debe alcanzar un nivel superior de conciencia que se distancie de la realidad material y sea capaz de ser más inclusiva y considerada, no solo con otras personas, sino también con otras especies. Pero eso requiere una profunda reorientación de valores. Estos son solo algunos aspectos, que son arrastradas por que todas las estructuras de gobernanza son muy limitantes. La burocracia obstaculiza el paso.
¿Se sustenta entonces en un problema de gobernanza?
Si lo analizamos, el mundo está dividido en 200 países. Mi antiguo mentor, Buckminster Fuller, solía decir: «Tenemos una nave espacial con 200 pilotos. Cada uno se mueve en una dirección diferente. Y tenemos un problema». Tenemos un problema global y la única manera de resolverlo es colaborar. Pero no contamos con los mecanismos para hacerlo.
Comenta que gran parte del problema es el consumismo exacerbado, ¿diría que el capitalismo es un modelo obsoleto?
El capitalismo es una invención humana que surgió en el Renacimiento junto a la banca. El concepto no tiene nada de malo, simplemente apuesta por acumular un capital para mejorar en bienestar. Pero lo hemos llevado al extremo. El problema no es el capitalismo en sí, sino la economía. La economía tiene que evolucionar y reconocer esa realidad porque no podemos impulsar el crecimiento a toda costa ni todo el tiempo. Hay que recordar que todos estos mecanismos, como la gobernanza, la economía o el mercado financiero, son invenciones humanas. No son leyes físicas como la gravedad. Las inventamos y las desarrollamos. Así que también deberíamos ser capaces de modificarlas, adaptarlas y evolucionar.
Ha estado varias veces en Canarias, ¿diría que el Archipiélago aprueba o suspende en sostenibilidad?
Desde luego que suspende. Canarias no aprueba pero tiene una oportunidad única para reconfigurarse. Canarias es un lugar muy especial por su diversidad ecológica y geológica, su ubicación, su belleza, su tradición y el misterio de su pasado.

Entrevista a Michael Ben-Eli en la Universidad de La Laguna. / María Pisaca
¿En qué sentido puede Canarias responder a dichos problemas?
Canarias tiene una fantástica oportunidad de convertirse en un modelo mundial de desarrollo sostenible en las ecologías insulares. Puede convertirse en modelo para otros archipiélagos que enfrentan los mismos problemas como Las Galápagos o algunas islas del Mediterráneo. Todas tienen problemas similares: recursos limitados (como el agua) y sentirse desbordadas por el turismo. La dificultad es que requiere un cambio radical de mentalidad. Canarias tiene una sociedad muy conservadora en términos de gobernanza, con una burocracia muy arraigada. Y ninguno de estos mecanismos es capaz de generar un cambio radical. Pero soy optimista. El mundo necesita ejemplos de cómo hacer las cosas bien y el Archipiélago puede situarse a la vanguardia de la agenda de sostenibilidad si se compromete a impulsar un cambio real.
¿Qué necesitaría para impulsar ese cambio?
Esa acción debería abarcar todos los aspectos de la conservación de la vida marina y terrestre. Por ejemplo, implicaría invertir en infraestructura adecuada y moderna (que evite, por ejemplo, las pérdidas de agua en el sistema de distribución), abandonar por completo los combustibles fósiles y alcanzar la independencia energética.
¿Puede ser el turismo sostenible?
Cuando empezó la dependencia del turismo en 1965, tengo entendido que Canarias recibía unos 15.000 turistas. En 2019, el año anterior a la covid-19, llegaron entre 15 y 16 millones. La mayor parte es turismo de masas, de bajo coste y al que no se interesa realmente por los problemas ecológicos. Y aquí también está la cuestión del equilibrio de recursos. ¿Cuántos galones de agua usa un turista en promedio cuando está aquí? ¿Disponemos de ese recurso? Hoy la gente se fija en las ganancias del turismo y los empleos en los hoteles, pero no puede ser que sean a costa de agotar los recursos hídricos que puede que dentro de 50 años, estarán secos. Se debe avanzar hacia un turismo ecológico y responsable con el medioambiente. Pero hay otros problemas aparte del turismo.
¿Qué otros problemas diria que afectan a las Islas?
Pues estos problemas se pueden ver, por ejemplo, en el cambio que ha sufrido la economía y cómo la exportación de plátanos y productos similares han debilitado a las pequeñas granjas locales hasta el punto de que ya no se producen alimentos aquí. Hay que importarlos del extranjero. Eso no es viable en una isla aislada. La seguridad alimentaria es un problema.
Durante la pandemia Canarias contempló su fragilidad económica, pero cinco años después la estrategia no parece haber cambiado demasiado ¿es que no hemos aprendido la lección?
Una lección de la covid-19 es la necesidad de diversificar la economía. No se puede depender solo del turismo. Una de las primeras preguntas que debe hacerse Canarias al construir la nueva visión de futuro es qué tipo de modelo económico debería desarrollarse a largo plazo.Yla respuesta no puede basarse las formas convencionales de entender la economía. Por ejemplo, piensa en el turismo. Es muy interesante porque la mayoría de los promotores no son locales. A simple vista, parece que sí hay más empleo en las Islas, pero estos empleos alejan a jóvenes y mayores de la agricultura, porque es más fácil trabajar en un hotel que en el campo. Canarias tiene que pensar en cómo crear oportunidades para aprovechar las nuevas tecnologías. Tienen excelentes universidades y jóvenes muy bien formados. Pero hay que crear oportunidades para que se queden. Hay que inventar.
¿Por qué decidió crear el Laboratorio de Sostenibilidad en Nueva York?
Estamos intentando desarrollar el laboratorio como una red de ecozonas. Esto se logra mediante el desarrollo de relaciones con instituciones académicas locales. Por ejemplo, la primera iniciativa de este tipo se desarrolló con la Universidad Ben-Gurión del Néguev en Israel para abordar cuestiones de sostenibilidad en zonas áridas y desérticas. El siguiente fue en Costa Rica con la Universidad Earth para abordar temas de sostenibilidad en trópicos secos y húmedos. Luego, establecimos una relación con la Universidad de Las Palmas en Gran Canaria para analizar a fondo la ecología insular. Y, muy recientemente, con Bután para abordar la ecología alpina. En realidad, el laboratorio no está realmente en Nueva York. Y ahora que el ambiente en Estados Unidos se está volviendo muy difícil para las organizaciones sin fines de lucro que trabajan en el desarrollo en otras partes del mundo, ya veremos si quizás tengo que mudarme a La Palma.
Su mentor fue el arquitecto Richard Buckminster Fuller, uno de los grandes arquitectos de la historia, ¿cómo lo recuerda?
Fui a estudiar arquitectura a Londres y conocí a Fuller, de quien no sabía mucho. Lo conocí por pura casualidad, justo en el primer semestre del primer año. Ya en los 60, hablaba de muchos de los temas que hoy se engloban en la sostenibilidad: la población o los recursos mundiales. Fuller hablaba de un programa que promovía en aquellos años, al que llamó la Década Mundial de la Ciencia del Diseño. Y la idea era que todos los estudiantes de arquitectura del mundo colaboraran en un programa de 10 años para rediseñar el mundo. Yo tenía 21 años en ese momento y cambió mi percepción. Para mí, la arquitectura era diseñar un edificio o una mesa, pero había alguien que hablaba del planeta mismo como objeto de diseño. Y nunca había oído nada parecido. Me emocioné muchísimo. Y tuve la oportunidad de conocerlo y trabajar en ese proyecto. Así que básicamente me abrió los ojos a esos temas que me interesaban mucho y nunca terminé Arquitectura.
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