Colegio Nazaret Santo Domingo de Güímar
En nuestro centro estamos viviendo un cambio, reimaginar el aprendizaje, hacia una infancia más autónoma y espacios que enseñan

Espacios que abrazan: colores, texturas y formas pensadas para aprender sintiéndose en casa. / COLEGIO NAZARET SANTO DOMINGO DE GUIMAR
En Güímar, en el corazón de Tenerife, estamos viviendo un cambio. No se trata solo de una reforma metodológica o de introducir nuevos materiales didácticos. Es algo más profundo, más transformador. Inspirados por la experiencia del Flow, desarrollado en el Col·legi Montserrat de Barcelona por las Misioneras Hijas de la Sagrada Familia de Nazaret, se ha iniciado un camino hacia una nueva forma de entender la educación infantil. Un camino en el que la autonomía del niño y la transformación del espacio escolar son pilares fundamentales.
Del aula tradicional al ecosistema de aprendizaje
Durante años, la escuela ha estado organizada en torno a un modelo en serie: filas de mesas, grupos homogéneos por edad, espacios rígidos y jerárquicos. Este modelo, aunque funcional en ciertos contextos, ya no responde a las necesidades de los niños y niñas del siglo XXI. Hoy sabemos que cada niño aprende de forma distinta, que existen múltiples inteligencias y que la curiosidad, la emoción y la creatividad son motores esenciales del aprendizaje.
La propuesta del Colegio Santo Domingo, representa una respuesta audaz y esperanzadora a esta realidad. Como explica m. Núria Miró, autora del libro “Flow. Aprendizaje Emergente”, el diseño de los espacios impacta directamente en la manera en que los niños aprenden. Si el entorno estimula, acompaña y da libertad, los niños se convierten en protagonistas de su propio proceso educativo.

Aprender jugando en un entorno Flow que estimula la creatividad desde pequeños. / COLEGIO NAZARET SANTO DOMINGO DE GUIMAR
Autonomía desde los primeros años
Marta Moreno, profesora de ed. Infantil en el colegio Santo Domingo, explica que:
“Uno de nuestros grandes retos —y al mismo tiempo, una de nuestras mayores apuestas— es fomentar la autonomía del alumnado desde la etapa de Educación Infantil. ¿Qué significa esto en la práctica?
Significa crear espacios que inviten a explorar sin miedo, donde los materiales estén al alcance de los niños y no tras vitrinas o estanterías inaccesibles. Significa confiar en que un niño de tres años es capaz de tomar decisiones, de organizar su tiempo, de resolver pequeños conflictos y de elegir lo que quiere aprender en un momento determinado.
En nuestras aulas estamos empezando a sustituir la distribución tradicional por espacios de aprendizaje y zonas flexibles. Estos espacios tienen una intencionalidad pedagógica clara que consiste en crear ecosistemas donde maestros y niños fluyen en una auténtica comunidad de aprendizaje: aprendizaje entre pares, aprendizaje móvil, presentaciones entre alumnos, aprendizaje interdisciplinar, socio-emocional, team-teaching, storytelling… Hay un espacio de construcción, uno de lectura, otro de expresión artística, uno de experimentación sensorial… Los niños se mueven entre ellos, eligen, prueban, se equivocan, comparten. Aprenden haciendo, jugando, descubriendo.
El espacio como tercer educador
Uno de los principios más inspiradores del colegio es entender el espacio como un “tercer educador”. Esta idea, también presente en otras corrientes pedagógicas como Reggio Emilia, nos invita a mirar el entorno no solo como un contenedor, sino como un agente activo en el proceso educativo.

Diseño flexible y acogedor en los espacios Flow / COLEGIO NAZARET SANTO DOMINGO DE GUIMAR
Se transforman poco a poco los pasillos, patios, entradas y aulas en lugares que enseñan. Estos espacios requieren una mirada nueva. Una mirada que reconozca el valor del entorno como fuente de estímulo, de belleza, de conexión con los demás.
Hacia una comunidad de aprendizaje
En este proceso de transformación, también cambia la forma en que entendemos los roles dentro de la escuela. Maestros y alumnos ya no están en extremos opuestos, sino que forman parte de una comunidad de aprendizaje viva, en la que todos aprenden de todos.
Los adultos acompañan, orientan, proponen desafíos. No controlan cada paso ni marcan un ritmo único. Dejan espacio para que los niños se sorprendan, se organicen, cooperen.
Retos y aprendizajes en el camino
Transformar una cultura escolar exige tiempo, formación, diálogo y, sobre todo, valentía. Implica revisar nuestras propias creencias como docentes, renunciar a ciertas seguridades y confiar en el potencial de los niños.
También implica implicar a las familias, hacerlas partícipes de este nuevo enfoque, abrir las puertas de la escuela y explicar por qué el aula ya no se ve como antes,.
Un paso hacia el futuro
La experiencia del Col·legi Montserrat y la red de escuelas Nazaret inspira a confiar que la educación tiene futuro.
El colegio Santo Domingo en Güímar y el colegio Nazaret en Los Realejos apuestan por confiar en la infancia, amar el aprendizaje, comprometerse con la innovación.
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