El primer instituto del CSIC en Canarias aspira a la excelencia: "Tras crecer, nuestro objetivo es conseguir un sello de calidad"
Cuatro meses después de coger las riendas del IPNA, el químico orgánico Tomás Martín, dibuja un futuro de excelencia para un centro de investigación que no ha parado de crecer en los últimos ocho años

El director del IPNA-CSIC, Tomás Martín, frente al nuevo mural del centro. / Andrés Gutiérrez

El Instituto de Productos Naturales y Agrobiología fue el primer centro que el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) abrió en Canarias. Durante décadas y hasta 2021 –con la integración de otros organismos públicos de investigación en la estructura del CSIC– ha sido la única sede que ha tenido en las Islas. Una situación única que le ha llevado a crecer en diferentes ámbitos del conocimiento y albergar el equipo científico más multidisciplinar de los centros del CSIC.
El químico orgánico Tomás Martín, que lleva desde 2008 formando parte del centro, coge las riendas del IPNA con un objetivo claro: consolidar el crecimiento que ha experimentado el centro mediante un sello de excelencia.
Pero no es lo único. En este periodo Martín también tiene el reto de rebautizar el instituto para darle un nombre más afín a las actividades que se realizan en su seno así como conseguir fórmulas de captación de talento que le permitan seguir siendo punteros en el futuro.
¿Qué tal los primeros cuatro meses ostentando el cargo de dirección en el IPNA?
Es un cargo que requiere un 100% de dedicación y en el que necesitas familiarizarte con todo lo que está haciendo todo el mundo en el centro. Un centro que, además, es multidisciplinar con un amplio abanico de líneas de investigación, que pueden ir desde ecología hasta la agrobiología, climatología, volcanología, ciencias sociales y humanidades y química.
¿Cómo acabó formando parte del CSIC?
Llevo desde 2005 en el CSIC, y desde 2008 aquí en el IPNA. Yo hice mi tesis doctoral en la Universidad de La Laguna con el profesor Víctor Sotero Martín y después hice una estancia postdoctoral en Estados Unidos, en San Diego, en The Scripps Research Institute de California. Y ahí estuve dos años investigando y luego me incorporé nuevamente a la Universidad de La Laguna gracias a un contrato de reincoporación del Ministerio de Educación y Ciencia. Luego conseguí uno de los primeros contratos Ramón y Cajal en su primera convocatoria. Antes de que finalizaran los cinco años surgió una convocatoria del CSIC para presentarme a científico titular y saqué la plaza.
¿Cuál es su objetivo como director para los próximos cuatro años?
A lo largo de los últimos ocho años hemos crecido bastante, no solo en el número de investigadores sino en aquellos capaces de pedir proyectos nacionales, internacionales y regionales y conseguirlos. Por eso, el objetivo a cuatro años vista es intentar alcanzar la excelencia en la calidad científica. Eso se configuaría, en nuestro caso, en la adquisición del reconocimiento como Unidad María Maeztu. Es un camino que estamos tratando de emprender para alcanzarlo a largo plazo, porque entendemos que a lo mejor no se va a cumplir en cuatro años. Tenemos que sentar las bases para conseguir llegar a ese punto.
¿Qué debe hacer el instituto para avanzar hacia esas cotas de excelencia que requiere el sello Maria Maeztu?
El CSIC sacó una convocatoria que se llama MaX, con la idea de financiar el camino hacia la excelencia. El primer paso era hacer una autoevaluación siendo críticos con lo que tenemos, lo que hemos hecho y lo que nos falta. La presentamos y hemos pasado a la siguiente fase. Nos han dado una financiación para que el comité asesor externo con siete expertos en las diferentes áreas de estudio del IPNAnos pueda visitar. La idea es que analicen nuestras fortalezas, debilidades, oportunidades y amenazas. En la segunda fase, tendremos que construir un proyecto de investigación y un plan de excelencia, en la tercera tnedremos que contratar a personas que permitan avanzar hacia dicho objetivo.
Se encuentran en un proceso de cambio de nombre para el centro, ¿en qué situación se encuentra?
De momento se ha paralizado. Este nombre que tenemos no representa a la mayoría de los que estamos investigando aquí. De hecho tuvimos una reunión en un claustro el año pasado, o el anterior, donde se votó si queríamos cambiar el nombre, y efectivamente salió una votación unánime.
¿Por qué diría que no representa a la mayoría?
Somos un centro multidisciplinar. Éramos el único centro del CSIC en Canarias hasta 2021, lo que provocó que creciera en todas las áreas del conocimiento. Los últimos que entraron fue el grupo de Ciencias Sociales y Humanidades. Se ha intentado captar a gente que tuviera la capacidad o fuera excelente en la rama de investigación que estuvieran desarrollando, y no tanto enfocarnos a un tema en concreto. De hecho, esta multidisciplinariedad nos permite poner en marcha nuevos abordajes para problemas complejos implicando a investigadores de distintas áreas y con diversos puntos de vista.
Este crecimiento también ha llevado a que el espacio se quede corto, ¿algún proyecto de ampliación a la vista?
Hemos crecido en personal y eso nos hace necesitar cada vez más espacio, pero es realmente complejo porque el edificio no tiene por dónde crecer. Lo hemos planteado y hemos tratado de recuperar espacios que no estaban siendo utilizados.
Uno de los mayores retos a los que se enfrenta la ciencia es la captación de talento, ¿cómo lo está afrontando en el Instituto?
Bueno, eso es una de las cosas más difíciles que hay actualmente. A pesar de que nosotros tenemos un instrumental bastante moderno, la parte más difícil está en encontrar la manera de que los estudiantes de carrera, que deciden optar por desarrollar en la investigación, se puedan quedar. Lo más difícil es hacer contratos para que puedan volver después de estancias posdoctorales en otros países. Sabiendo, además, que estas estancias son necesarias. No queremos quedarnos solo con las líneas de investigación que ya se están desarrollando, sino también traer ideas nuevas y pioneras, capaces de tirar del carro de la excelencia.
¿Cuál es la política de transferencia que va a seguir el IPNA a partir de ahora?
La transferencia va en nuestro ADN. Tenemos un centro de investigación que no solamente hace investigación básica, sino también aplicada y, además, asesora. No dependemos de ninguna administración local, sino del Estado, así que somos bastante asépticos en cuanto a nuestras opiniones.
¿Diría que la burocracia sigue siendo un obstáculo para la actividad investigadora?
Seguimos teniendo problemas de burocracia. Vamos a ver. Ahora mismo la administración está como nunca porque tenemos bastante personal, pero manejamos un gran volumen de proyectos y personas con diferentes necesidades. No es lo mismo las necesidades que tiene un químico, un agrobiólogo o un ecólogo. Eso es lo que, en cierta manera, al ser un centro multidisciplinar, complica bastante la gestión n
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