"Era economista y me he olvidado hasta de sumar": las secuelas invisibles de los afectados por covid persistente
Raquel González, de 52 años, asegura sentirse «como si tuviera 80» por culpa de la enfermedad
En su caso, los síntomas que padece le han impedido trabajar y se le ha reconocido la incapacidad permanente

María Pisaca
El inicio de la pandemia y, sobre todo, del confinamiento cambió por unos meses la vida de toda la sociedad. Cinco años después, la mayoría recuerda esos días en casa, sin ocio y con grandes restricciones, casi como un hecho anecdótico. Sin embargo, más de 70.000 canarios, como Raquel González, siguen sin poder retomar su rutina pre-pandemia porque el virus llegó a sus vidas para quedarse en forma de covid persistente, dejándoles secuelas de por vida.
Esta tinerfeña de 52 años se contagió en septiembre de 2020. Tras más de un mes ingresada en el hospital, salió en aparente buen estado. A los tres meses, los médicos le decían que ya tenía que estar recuperada, pero ella cada vez se sentía peor. Neumonías constantes, tos persistente, dificultad para respirar, malestar general y un periplo de facultativos que no lograba averiguar qué le pasaba.
Raquel pasó de llevar una vida activa –en la que era una lectora empedernida, hacía deporte, trabajaba y viajaba–, a sentirse «como una persona de ochenta años». Según confiesa, al mirar a su madre se ve reflejada: «Miro a mi madre y me veo a mí, mis amigas siguen haciendo sus planes, pero yo no tengo vida social, esta enfermedad me ha destrozado por completo».

Entrega de reconocimientos como socios y socias de honor de la Asociación Covid Persistente Canarias / María Pisaca
"La parte de números se me anuló"
Las secuelas cada vez eran más notables y parte de ellas demostraban que la infección había llegado al cerebro y que se habían producido pequeños ictus. González relata que, pese a tener estudios en Economía y dedicarse a ello, ha olvidado cómo sumar y multiplicar. También le ha ocurrido con idiomas como el inglés, que han desaparecido de su mente. «Ahora lo pago todo con tarjeta porque no sé manejar billetes, me hago un lío, la parte de números ha quedado anulada», explica.
Estas secuelas eran incompatibles con el desarrollo de su actividad laboral, por lo que se le concedió la incapacidad permanente. Además de las consecuencias neurológicas, sufre otras como fatiga crónica, daños en el pulmón y asma, que le obligan a conectarse a una máquina cada ocho horas. En su caso, ha tenido «la suerte» de, al menos, ser diagnosticada. Asimismo, es de las pocas personas a las que se le ha reconocido la discapacidad.
El covid persistente se asocia con más de 200 síntomas, lo que dificulta su detección. «Conozco a personas en mi situación que tienen que seguir trabajando porque no se les reconoce la enfermedad y tienen que sustentar a sus familias. A ellos les cuesta mucho justificarlo ante un médico, los síntomas son diversos y, en muchos casos, silenciosos», subraya.
Cuando comenzó su calvario, asegura que muchos médicos no sabían lo que ocurría. «Si te dolía algo, la solución era tratar ese síntoma puntual derivándonos a especialistas, cuyas listas de espera suelen ser de un año, por lo que cuando llegaba a la cita, el problema se había agravado», crítica.
Por el momento, señala, hay muy pocos estudios que centren la mirada a esta afección. «Durante estos años me he topado con especialistas muy concienciados, que tienen presente la enfermedad, pero muchos otros aún te ponen en duda», resalta. En este sentido, apunta que muchos sanitarios le preguntan cómo es posible que tenga una incapacidad por covid persistente.
Reconocida por la Asociación
Entre tanto desconcierto, descubrió que existía la Asociación canaria de Covid Persistente y que en ellas se congregaban otras personas en una situación similar. Este viernes, la entidad quiso reconocer a esta paciente con un galardón, entregado durante el acto de lectura del manifiesto, en el Colegio Oficial de Médicos de Santa Cruz de Tenerife.
Su principal reivindicación es poder salir del «desconocimiento» en el que se encuentran estos pacientes. También advierte de la necesidad de contar con pruebas de laboratorio que determinen las causas o que aclaren si se padece la enfermedad, como ocurre con otras como la diabetes. «Ya es hora de que se nos escuche y se nos tome en serio. La sociedad muchas veces tampoco nos comprende porque no nos ve enfermos físicamente, no nos falta un brazo o un pecho, pero las secuelas son muy duras», sentencia.

La asociación denuncia el abandono por parte de Sanidad
Un lustro después del inicio de la pandemia, la Asociación de Covid Persistente de Canarias reivindica la falta de un tratamiento para esta enfermedad sistémica que padecen 70.000 personas en las Islas. Asimismo, denuncian el «abandono y la falta de interés» que sufren por parte de Sanidad.
Durante la lectura del manifiesto, señalaron que han pasado cinco años y aún no se conocen todas las consecuencias de la pandemia. «Algunos murieron en la fase aguda, otros más tarde por las secuelas o lentamente por la forma crónica de la enfermedad».
El covid persistente, según argumentaron, no solo deja secuelas en el aspecto físico, también produce una «muerte social», un término con el que se quiere visibilizar el impacto de esta enfermedad en el trabajo y en las relaciones sociales. Así, su presidente, Ángel Herrera, exigió normalizar el uso de mascarillas, adaptar las condiciones de sus puestos de trabajo y facilitar el acceso a prestaciones por discapacidad o a bajas laborales.
En esta línea, advirtió que una de cada diez personas que se reinfecta desarrollará covid persistente. «Es una enfermedad que no puede escribirse en pasado, aunque las instituciones hayan optado por invisibilizarla y minimizarla».
Los más de dos millones de españoles que arrastran covid persistente luchan para lograr un registro de pacientes, unificar los criterios para su reconocimiento e instar a los médicos a utilizar la etiqueta específica para esta enfermedad que ha propuesto la Organización Mundial de la Salud.
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