Entrevista | Elena Suárez Coordinadora del Servicio de Atención a mujeres Víctimas de Violencia Machista del 112.

Elena Suárez: "Poquito a poco pueden cercenarnos derechos a las mujeres y volver a tiempos que nadie quiere recordar"

La Red Feminista Gran Canaria le ha concedido el premio Simón de Beauvoir de este año a Elena Suárez por “por su incansable lucha feminista y su activismo, desde hace más de 25 años de trayectoria”

Vinculada a la atención de víctimas de violencia machista, la coordinadora del Servicio de Atención a mujeres Víctimas de Violencia Machista del 112. ha acompañado a mujeres tanto como fundadora y militante de la Asociación de Mujeres Yazirat, así como a través del específico del 112, donde entró como técnica en 2003 y actualmente coordina

Elena Suárez, fundadora y militante de la Asociación de Mujeres Libres Yazirath y coordinadora del  Servicio de Atención a mujeres Víctimas de Violencia Machista del 112.

Elena Suárez, fundadora y militante de la Asociación de Mujeres Libres Yazirath y coordinadora del Servicio de Atención a mujeres Víctimas de Violencia Machista del 112.

Iván Alejandro Hernández

Iván Alejandro Hernández

Las Palmas de Gran Canaria

¿Qué supone para usted que la Red Feminista de Gran Canaria le otorgue el premio Simon de Beauvoir?

Para mí es un gran placer. Además, el colectivo al que pertenezco, Mujeres Libres Yazirat, forma parte de la Red Feminista de Gran Canaria. El trabajo que se hace día a día es de activismo, de calle, nada institucionalizado. Es un premio desde el amor, desde el trabajo del día a día de las compañeras y que me lo den personas con las que una siempre ha estado luchando por un mundo mejor, por dejar un mundo para todas las personas más igualitario. Es un placer. 

Este año el tema es “contra el odio y el fascismo: ¡Más feminismo!”. ¿Qué le parece? 

Me parece que no puede ser más claro, es decir, estamos en un proceso de deshumanización con los políticos, especialmente en Estados Unidos, pero también en Europa. Y es una lacra. Quieren que volvamos a años atrás, con lo cual el activismo y el feminismo tienen que estar totalmente activos, atentos a todo lo que está ocurriendo porque quieren cercenar muchos derechos que nos ha costado conseguir, a nosotras y a nuestras predecesoras, a todas las que antes han dejado hasta su vida por el camino. Derechos como el aborto están volviendo a estar cercenados y nosotras tenemos que seguir luchando casi 40 años después por los mismos derechos que lucharon nuestras madres, nuestras abuelas y es bastante triste. Pero la realidad es que es la situación a la que nos enfrentamos y, por tanto, hay que estar alerta y no dejar que nos coman los espacios que nos pertenecen.

¿Pero se trata de una amenaza internacional?

Hay que estar alerta por los derechos de las mujeres. Las mujeres somos diversas. Hay que entender que las mujeres que sufren violencia de género también experimentan una doble o triple discriminación. Además, hay colectivos que son más vulnerables, como son las inmigrantes, las de edad avanzada o las que tienen alguna discapacidad. Está claro lo que Trump está intentando. Estamos hablando de un sistema patriarcal y nunca se ha visto con tanta claridad: el poder está en manos de los hombres y quieren restar el poder a las mujeres. Por tanto, tenemos que seguir luchando, esperando que eso no llegue a España, pero la realidad es que nos toca a la puerta. Lleguen o no, vamos a seguir luchando y trabajando por los derechos de las mujeres. Pero la sociedad civil también tiene que despertar y darse cuenta de que debemos activarnos. Ya sea desde un pequeño colectivo o una asociación vecinal cercana, hasta un colectivo feminista o una Asociación de Madres y Padres de un colegio. La realidad es que poquito a poco pueden ir quitándonos derechos y volver a tiempos que nadie quiere recordar. 

¿Cómo comenzó su trayectoria vinculada al feminismo? 

Cuando tuve que hacer las prácticas de trabajo social, quería hacerlo en el área de mujer. No porque en ese momento fuera feminista, pues tal y como como decía Simone de Beauvoir: no se nace feminista, se llega a ser. Tenía como unas sensaciones, quería hacerlo. Y tuve la suerte y la oportunidad de hacer prácticas en la Asociación Mujeres, Solidaridad y Cooperación. Y ahí tuve mi base, fue mi aprendizaje, donde me hice feminista y donde compartí con compañeras esta lucha hasta el día de hoy.

¿Y después?

Posteriormente estuve en la Asociación Mujeres, Solidaridad y Cooperación como vocal. Fui evolucionando y por unos motivos u otros, con otra compañera hicimos el colectivo Mujeres Libres Yazirat, que es en el que estoy, en el que milito y al que pertenezco. Es verdad que mi vida laboral siempre ha ido encaminada, enlazada o unida a la violencia machista, menos en algún momento dado, que también estuvo unida a la inmigración porque trabajé en Las Palmas Acoge. Y tanto dentro como fuera del trabajo, porque el feminismo también es política. Una no deja de ser feminista porque cierres la puerta de tu casa y te vayas al trabajo. 

¿Cómo empezó en el servicio del 112?

Yo comencé en el 112 en 2003. Primero como técnica de atención a la mujer y desde hace cuatro años como coordinadora. Hay que estar siempre pendiente y luchando por los derechos de las mujeres y con este recurso se les puede dar una respuesta adecuada a las víctimas de violencia de género. 

¿Recuerda sus primeros pasos en el servicio?

Yo empecé en el turno de noche. Tuve una llamada en la que una mujer estaba siendo agredida por su marido y había niños en la casa. Al ser una de las primeras llamadas que atendí, el nivel de nervios fue bastante alto, porque tenía que darle medidas de protección mientras escuchaba a los niños por detrás, llorar… y se hizo bastante duro hasta la llegada de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, al tener que mantenerme ahí con ella para asegurarme de que están bien, de que los niños no saliesen de la habitación.

¿Cuántas intervenciones o llamadas gestionan cada día?

Tenemos casi 45 llamadas en un día normalizado; cuando yo entré aquí había un porcentaje mucho más bajo. Si hablamos de carnavales, es una época horrible, en el sentido de que nuestras llamadas se disparan, como también sucede en Navidad o en periodos donde la familia está más junta. Ahora el volumen de llamadas es mucho más alto respecto a años atrás y vamos evolucionando. Intentamos llegar a más colectivos, por ejemplo, a las mujeres con discapacidad, que tienen mucha más dificultad que cualquier otra a la hora de acercarse o de pedir ayuda, asesoramiento e información.

¿Cómo se gestiona la carga emocional? 

Intentamos hacer un tipo de formación específica para que las trabajadoras puedan gestionar estas llamadas. Es complicado, porque en muchas ocasiones, aunque acabes el turno y te vayas a casa, el nivel de ansiedad es muy alto. Los turnos de tarde se acaban a las 10.45. Llegas a casa y probablemente no te quedes dormida hasta la una o una y media de la mañana por el nivel de ansiedad que llevas encima. Pero hacemos bastantes temas de meditación al llegar a casa. Intentamos gestionarlo, que no deja de ser un trabajo. Pero es verdad que hay momentos muy complicados. Y para nosotras son muy importantes los dispositivos de emergencia para mujeres agredidas, que hay en cada una de las islas y que no existían cuando comenzó el servicio en 1999. Una vez que las activamos, las compañeras se trasladan a las comisarías, a los centros de salud o a los hospitales.

¿Qué mejoras destacaría a lo largo de estos años en el servicio?

Ahora hay un protocolo de agresión sexual y eso facilita mucho. Una mujer ya no tiene que relatar lo mismo una y otra vez: en la comisaría y en el hospital o el centro de salud. Esto es un tipo de maltrato institucional, cuando tú le preguntas lo que le ha ocurrido en más de una ocasión, estás generando mucha ansiedad en la mujer. Con lo cual sí que han habido procesos, desde que yo empecé hasta ahora. Desde todos los sectores hay un cuidado mayor. El nivel de conciencia de la sociedad civil es mucho mayor.

¿Cómo percibe ese aumento en la conciencia de la sociedad civil?

Aquí hay una cosa que llamamos alertantes accidentales: el número de llamadas que recibimos de vecinos, de personas que caminan por la calle y presencian una violencia machista. Desde 2003 se podría decir que se han multiplicado por dos. Y eso habla de una conciencia, de un problema que nos debe afectar a todos y a todas. Porque al fin y al cabo, la violencia machista habla de una sociedad determinada, con lo cual todos debemos estar implicados. 

¿Y en el ámbito de colectivos más vulnerables?

Por ejemplo, ahora se ofrece un trato diferenciado a las mujeres que sufren alguna discapacidad. Son mujeres que, institucionalmente, están maltratadas y no se les termina de creer. Desde aquí se intenta reforzar, incluso con pautas para ir a la comisaría. También les informamos sobre la activación del Dema, que es el dispositivo de emergencia que puede ayudarla en la tramitación de una denuncia. Porque una mujer que va a presentar una denuncia en una comisaría se enfrenta a una institución a la que nunca ha ido, que le asusta y en muchas ocasiones se olvida de decir lo más importante.

¿Cómo considera que se podría mejorar más el servicio? 

Creo que hay que seguir con más formación específica. Aunque contamos con profesionales en violencia machista, hay que seguir formándoles porque cada vez se evoluciona de distinta manera. Cada mujer tiene una problemática específica y nosotros la intentamos tratar como corresponde. Por ejemplo, una mujer que llama con 90 años, que vive con su hijo que sufre de drogodependencia y que a su vez es su cuidador; hay que intentar que llame al centro de salud y que hable con servicios sociales e incluso pedir una visita domiciliaria. Estamos hablando de tener una perspectiva más allá y eso lo da la formación. Saber que no es lo mismo tratar a una mujer que sufre violencia machista, pero además sufre salud mental, que de alguien que ni siquiera tiene la capacidad de salir de su casa. En ese sentido se ha ampliado el espectro y siempre lo podemos modificar formando a las trabajadoras. Se trata, sobre todo, de que la calidad de la trabajadora sea mejor para que la atención que se le da a las mujeres también sea de calidad.

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