¿En qué zona tendrá lugar la próxima erupción de Tenerife?
Pese a las dificultades que entraña el intrincado sistema volcánico de la isla y los escasos datos históricos, los análisis científicos muestran que el oeste de la isla alberga un peligro mayor

Imagen del Teide, que registra cierta actividad sísmica / Pixabay

No es fácil saber cuándo va a entrar un volcán en erupción, menos aún vaticinar dónde puede emerger uno nuevo. En una isla con un sistema volcánico tan complejo como el que tiene Tenerife –que, además, es único en el mundo– y con tan pocas referencias de volcanismo reciente, encontrar la respuesta a este enigma es como jugar a los dados. Sin embargo, la ciencia ha tratado de responder a la pregunta que todo tinerfeño se ha hecho al menos una vez en la vida: ¿en qué lugar tendrá lugar la próxima erupción? Aunque la respuesta se basa en probabilidades que pueden o no cumplirse, sí que hay un enclave en el que el peligro se dispara: el oeste de Tenerife.
Según el Plan de Actuación Insular Frente al Riesgo Volcánico (PAIV), elaborado en 2018, la zona de mayor peligrosidad volcánica de la isla es, en concreto, la dorsal que parte del Teide hacia el macizo de Teno, también conocida como dorsal de Abeque. En los últimos 2.000 años ha sido la zona más volcánicamente activa de la isla, siendo testigo de al menos cinco erupciones históricas, similares a la de 2021 en La Palma –es decir de tipo estromboliano y coladas basálticas–. «Esta zona es la más activa de Tenerife en los últimos 20.000 años», ratifica Nerea Martín, geógrafa y miembro de la Cátedra de Reducción de Riesgos de Desastres y Ciudades Resilientes de la Universidad de La Laguna (ULL), grupo encargado de elaborar este informe para el Cabildo de Tenerife.
Para llegar a esta conclusión, los investigadores han trabajado con referencias bibliográficas que ya habían mapeado el peligro volcánico de Tenerife (en concreto un estudio realizado por el Instituto Geológico y Minero de España en 2006), y han añadido datos sobre la actividad sísmica, erupciones recientes –entendiéndolas como las ocurridas en los últimos 2.000 años– y la densidad de conos volcánicos más jóvenes. En este estudio no se ha tenido en cuenta los datos sísmicos de los últimos años, ya que el informe data de 2018, cuando aún no se había detectado una tendencia clara.

Zona de la última erupción acaecida en el Teide / Daniel Millet
Las últimas erupciones: de Garachico al Chinyero
Esta zona ha sufrido algunas de las erupciones más emblemáticas de la isla tinerfeña. La más conocida es, por sus repercusiones, la de Montaña Negra (1706) cuyas coladas acabaron descendiendo hasta Garachico, destruyendo por completo el pueblo que durante decenas de años había servido como puerto comercial a la isla y provocando una grave crisis económica en el norte de Tenerife.
También en esta zona emergió el Chinyero (1909), el último volcán que expulsó lava en la isla de Tenerife. Esta erupción, que fue una de las más cortas jamás registrada (apenas nueve días), tuvo muy poca afección. Y es que con tan corta duración, la lava se quedó a varios kilómetros del primer pueblo que tenía en su camino: Santiago del Teide. Contaban quienes vivieron aquella erupción que, tras días de desesperación viendo como la lava corría ladera abajo, muchos tinerfeños se unieron y caminaron hacia el lugar desde el que provenía el peligro portando una imagen de Dios y otra de la Virgen. Cuando llegaron al río de lava, este pronto cambió su dirección, se enfrío y frenó. Un milagro que, a día de hoy, conserva su recuerdo en este mismo punto, donde se puede aún visitar la cruz que quedó frente a la colada de lava.

Enclave en los altos de Santiago del Teide donde frenó la lava del Chinyero. / D.M
El problema de esta zona no se encuentra, por tanto, en el lugar en el que surja el cono volcánico, que se encontraría –como en la mayor parte de erupciones de Tenerife–, en las cumbres; sino cómo será el flujo de lava que corra desde ese lugar hasta la costa. Por esta razón, los flancos de la dorsal de Abeque, donde se encuentran los municipios de Santiago del Teide, Buenavista del Norte, Garachico o Icod, son considerados como el segundo enclave con más probabilidades de sufrir las consecuencias de una nueva erupción.
Sin embargo, tal y como explica Martín, la llegada de la lava a la costa no es lo más habitual en Tenerife. «Al contrario que en La Palma, donde la mayor parte de erupciones históricas desembocan en el mar; en Tenerife muchas se quedan en la cumbre», insiste la geógrafa, que advierte: «todo depende de la duración de la erupción».
No todo el peligro es lava
Pero tal y como se pudo comprobar en La Palma durante la erupción de Tajogaite, la lava no es el único peligro asociado a una erupción. Un volcán que emerja en esta dorsal también podría producir incendios forestales por la lluvia de lapilli y la eyección de bombas volcánicas, y los procesos de desgasificación podrían afectar a la biodiversidad e incluso contaminar los acuíferos en la zona. En el área colindante se produciría una lluvia de cenizas finas y no se descarta que, al llegar al mar, se produzcan explosiones feátricas.
Aunque esta zona es la que entraña más peligro, los investigadores no descartan que los centros emisores se puedan situar en muchos otros lugares de la isla. El tercer enclave que destaca el PAIV es el propio Parque Nacional del Teide. Allí, se han dado varias erupciones, incluida la del Volcán de Chahorra, también conocido como las Narices del Teide (1798), que duró tres meses pero no provocó ningún daño en la población porque se limitó a inundar de lava la zona de Teide-Pico Viejo. Sí que generó, sin embargo, mucha sismicidad y el colapso de algunos domos.
La cuarta zona con mayor peligrosidad se encuentra en el norte de Tenerife. En este lugar –que engloba San Juan de La Rambla, Los Realejos, La Orotava y Puerto de la Cruz– se han producido apenas cinco erupciones en los últimos 6.000 años, sin embargo, las lavas que emergen desde este punto causan mucha destrucción especialmente asociada a sus «enormes y muy lentas coladas» que no respetan la topografía.

Cruz en memoria de la erupción del Chinyero / Daniel Millet
Una predicción imposible
Tenerife se ha convertido en objeto de debate después de que el Instituto Geográfico Nacional (IGN) haya detectado una actividad «anómala» en el corazón de la isla. Como han explicado, desde 2016 se ha registrado un aumento de la actividad sísmica y un cambio en las emisiones de gases. En 2023, estos dos precursores fueron acompañados de una ligera deformación del terreno, de apenas un centímetro. Tan pequeña que los sistemas de detección apenas pueden verlo. Pese a esta noticia, los científicos han descartado que se pueda producir una erupción a corto o medio plazo.
Aunque se pueden –y deben– realizar este tipo de análisis de la peligrosidad y el riesgo intrínseco de un fenómeno como un volcán en una isla volcánicamente activa, saber con seguridad lo que ocurrirá en los próximos años en Tenerife es prácticamente imposible. «Solo tenemos 20 o 25 años de datos sísmicos en la isla, es complejo saber lo que está ocurriendo con seguridad», insiste Itahiza Domínguez, director del Instituto Geográfico Nacional, que añade que, además, «nunca se ha monitorizado una erupción en la isla».
Tenerife cuenta con un sistema volcánico complejo y único, que dificulta aún más cualquier predicción en base a los datos registrados. La isla está constituida por un gran complejo volcánico que se alza con más 7000 metros desde el fondo oceánico. Es un edificio donde se entrelazan macizos volcánicos antiguos (Teno, Anaga y Adeje), dorsales volcánicas activas (Teno y La Esperanza), volcanes explosivos exteriores (Montaña de Guaza, Caldera del Rey, Montaña Pelada), campos de volcanes recientes (Granadilla o Rasca) y por último en la cumbre de la isla el estratovolcán Teide-Pico Viejo. «Tenemos un sistema mixto donde ha habido erupciones basálticas y monogenéticas como la del Tajogaite, costeras y explosivas y algunas de diferentes dinámicas en el sistema Teide-Pico Viejo, que cuenta con una cámara magmática propia», reseña el vulcanólogo.
Por si fuera poco, tampoco hay ninguna isla volcánicamente activa con una situación semejante. «No conocemos un sitio en el mundo con procesos eruptivos que haya tenido una erupción reciente», resalta Domínguez, que insiste en que, por ello, es difícil evaluar lo que significan los datos que han estado recopilando desde 2016. «Sabemos que hay una situación anómala porque no la habíamos visto antes, pero no conocemos un sitio similar para poder predecir si va a derivar en una erupción o no», resalta. Todos estos obstáculos hacen que predecir en qué lugar y cuándo va a haber una nueva erupción no solo sea difícil, sino que, a ojos de Domínguez «tampoco tiene sentido».
En todo caso, Tenerife es una de las zonas volcánicas más vigiladas de toda Europa. En la isla el IGN cuenta con 25 estaciones sísmicas, 15 estaciones GNS (para medir la deformación en tierra), ocho medidores continuos de gas que se suman a los datos tomados por los muestreos periódicos en aguas y las fumarolas del Teide, y datos de satélite que pasa cada semana y con el que también miden la deformación. Además, el IGN va a mejorar la red de inclinómetros que empezó a instalar en la zona hace tres años. «Ahora vamos a poner algunos bajo tierra para que no les afecte las temperaturas de la cumbre», revela Domínguez.
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