Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia

Primar la calidad frente a la cantidad: el reto de la ciencia para alcanzar la igualdad

Cuatro investigadoras sanitarias narran su experiencia en una carrera científica que, aunque ha hecho avances, aún no contempla las idiosincrasias de la maternidad o la conciliación

De izq a der:Elena Ramos, SaraMedina, Eva Suárez y Vinita Mahtani en uno de los laboratorios de la Unidad de Investigación del Hospital de La Candelaria.

De izq a der:Elena Ramos, SaraMedina, Eva Suárez y Vinita Mahtani en uno de los laboratorios de la Unidad de Investigación del Hospital de La Candelaria. / Arturo Jimenez

Verónica Pavés

Verónica Pavés

Santa Cruz de Tenerife

Si a la bióloga Elena Ramos le hubieran dicho hace veinte años que el laboratorio en el que ha pasado largas jornadas de su vida se llenaría de mujeres científicas, no se lo hubiera creído. «Las cosas por aquel entonces eran diferentes», rememora con cierta ensoñación. Sus palabras las corrobora la médico de familia Vinita Mahtani, quien, sin embargo, lanza una advertencia: «Aún hay mucho que avanzar». Las jóvenes investigadoras Eva Suárez (predoctoral) y Sara Medina (posdoctoral) contemplan a ambas con admiración, pues en parte es gracias al esfuerzo de mujeres como ellas que hoy tienen la oportunidad de dedicarse a su vocación científica. Sin embargo, la igualdad en la ciencia aún no ha llegado por completo al laboratorio, y las científicas consideran que el problema se mantiene en el propio método de evaluación de la carrera científica, ya que aún prima la cantidad antes que la calidad.

Son cuatro de las decenas de investigadoras que forman parte de la Unidad de Investigación del Hospital de La Candelaria. Mujeres en la ciencia que cada vez ocupan más espacios dentro de los laboratorios, pero que aún encuentran dificultades para llegar a la cima. «Aún nos cuesta llegar a puestos de mando», resalta Medina. No solo ocurre en el campo de la biología ni la medicina. La gráfica de la tijera está presente en la mayoría de disciplinas científicas. Esta singularidad de la carrera científica concluye que la mayor parte de las investigadoras se concentra en las primeras etapas de la carrera, pues, a medida que pasa el tiempo y crece el nivel de responsabilidad, su presencia cae en picado.

Según el informe Científicas en Cifras 2023, en la mayor parte de los centros de investigación y universidades españolas, el porcentaje de mujeres científicas que llega a lo más alto de la carrera investigadora –entendiendo esto como un puesto de responsabilidad superior, como una cátedra o investigador senior– representa apenas un 26% del total. Una cifra que contrasta con la de otros periodos de la carrera científica, como el predoctoral, donde 49,2% de los investigadores son mujeres, o incluso el de científico titular, donde las mujeres ocupan el 41,3% de los puestos.

Aunque el ámbito de la biomedicina suele gozar de una de las brechas de género menos pronunciadas en la ciencia –el grado de Ciencias de la Vida tiene una mayoría de mujeres matriculadas–, en estos laboratorios aún persisten costumbres del pasado. Y para Mahtani esta circunstancia tiene una causa directa: «En muchos casos, la carrera científica no es tan fácil para las mujeres como para los hombres».

La única jefa de grupo

Pese a la cantidad de mujeres en la investigación, en esta unidad de investigación solo hay una jefa de grupo de investigación, Vinita Mahtani. Mahtani recuerda lo que le ha costado llegar hasta ese punto: «No ha sido fácil». Tanto ella como Ramos detectan un punto concreto de su vida que supuso un antes y un después para su carrera: la maternidad. Ambas narran cómo han tenido que enfrentar críticas por el tiempo que dedicaban a la crianza o al laboratorio. «De alguna manera, siempre sientes que estás fallando en algo: o no le dedicas suficiente tiempo a tu familia o no lo haces a tu trabajo, y eso repercute en tu desarrollo profesional», insiste Ramos.

Pero no solo son los estigmas sociales los que pesan sobre la mujer científica. El propio método de evaluación del trabajo que sirve para avanzar en la carrera investigadora supone un hándicap para las mujeres. Y es que el avance en la carrera científica depende de la cantidad de artículos científicos que se escriban y publiquen en una revista. Este dato se toma como referencia para monitorizar el avance de las investigaciones.

La dictadura del paper

Al principio de la carrera científica, no hay diferencias entre sexos en este aspecto, pues tanto hombres como mujeres tienen tiempo para publicar. Pero, de nuevo, la maternidad y, en concreto, el embarazo, supone un punto de inflexión.

«Aún no me lo he planteado, pero si deseara ser madre, tendría que dejar de lado mi investigación durante un tiempo», sentencia Medina. Su trabajo le obliga a manipular sustancias tóxicas. «No podría estar en contacto con ellas», insiste la investigadora posdoctoral. Ese parón en la carrera científica, que puede durar meses o años, la frenaría en seco. «Durante ese tiempo no produces, y si no publicas, no avanzas ni consigues nuevos contratos», incide Marrero. Para que el sistema fuera más equitativo, las investigadoras creen que se debería priorizar la calidad sobre la cantidad al medir los méritos científicos. Así lo destaca Elena Ramos, que insiste en que, especialmente para las mujeres: «Hay un momento en el que empieza a costar seguir el ritmo». «Si se valorara más la calidad de mi trabajo y no tanto el número de publicaciones, mi esfuerzo se equipararía al de mis compañeros», reseña.

A la dictadura del paper se le suma otra realidad: la precariedad laboral en la ciencia. Y es que si bien esto afecta a todos los científicos, –y en especial a los más jóvenes–, para las mujeres científicas supone un obstáculo adicional. Esta precariedad se refleja en los sueldos y en la duración de los contratos. «Para la exigencia y formación que se requiere en esta profesión, deberíamos cobrar más», sentencia Medina. Además, esta situación de inestabilidad puede prolongarse durante décadas. Ejemplo de ello es Elena Ramos, que, como investigadora senior, afirma tener que «seguir buscando contratos y colaboraciones para poder enlazar un proyecto con otro a sus 48 años».

La calidad es la última frontera de la igualdad en la ciencia, porque la lucha de las mujeres científicas ha conquistado gran parte de los laboratorios. Y como insiste Mahtani, su presencia es primordial, especialmente en sanidad: «Debemos ser las mujeres quienes reevaluemos tratamientos, fármacos o formas de actuar con nuestra perspectiva de género».

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