Día mundial de la Educación

Aprender a decidir es una habilidad clave que redirige la educación

Cuando los estudiantes pueden tomar decisiones mejora su aprendizaje y su bienestar emocional

Tomar decisiones colectivas es una de las mejores formas de crear comunidad y favorecer la autonomía.

Tomar decisiones colectivas es una de las mejores formas de crear comunidad y favorecer la autonomía. / El Día

A principios del siglo XX, en Alemania, hubo un caballo que se hizo famoso por resolver operaciones aritméticas. Cuando se le hacía una pregunta, “Kluger Hans” (o Hans el listo) golpeaba con la pata en el suelo para indicar la respuesta correcta. Su fama cruzó fronteras, hasta que un avezado investigador descubrió el pastel: el caballo Hans no sabía de aritmética. Solo se limitaba a reaccionar a los gestos y posturas inconscientes de su entrenador, que le revelaban cuándo dar en el suelo y cuándo parar.

Hans no sabía las respuestas porque no sabía razonar. Pero había aprendido a hacer lo que se esperaba de él de la misma forma que han aprendido a hacer muchos de nuestros estudiantes: por simple asociación. ¿Cuántos estudiantes son capaces de leer un texto de carrerilla, a pesar de no comprender de qué trata? ¿Cuántos memorizan las tablas de multiplicar sin entender que esa operación no es más que una suma abreviada?

“El maestro siempre tiene las respuestas sensatas, aquellas que acallan todas las preguntas, que impiden seguir preguntando”, ha escrito el filósofo Miguel Morey. Decidir cuál es la respuesta adecuada, en el colegio y en la vida, exige preguntarse, razonar. Y razonar requiere tiempo y práctica. Una práctica que no puede darse cuando se espera que engullamos respuestas predigeridas y cuando nuestra capacidad de decisión es prácticamente inexistente, como viene siendo la norma en nuestro sistema educativo.

¿Puede hacerse de otra manera? La trayectoria de las escuelas democráticas y activas que han surgido como alternativa a la verticalidad del sistema puede darnos algunas pistas. Un ejemplo lo tenemos en la isla de Tenerife, en un centro de reciente creación ubicado en La Laguna: Kaleide International School. En esta escuela se da voz a los estudiantes, tanto en su proceso de aprendizaje como en otros aspectos que les afectan. Veamos cómo se hace esto en la práctica.

Transformar el rol del docente

En esta escuela los docentes se alejan del rol de “maestro” o “guía” para ser facilitadores cuyo papel es ante todo el de aprender junto a los niños y niñas. Esta idea viene respaldada por investigaciones educativas que muestran el efecto positivo que tiene una relación de aprendizaje recíproco en el aula. En esta relación no se espera que los docentes lo sepan todo, sino que compartan sus habilidades y conocimientos al tiempo que abren espacios para que los niños y niñas contribuyan con los suyos propios. Se trata de construir una comunidad de aprendizaje inclusiva donde cada persona sienta que se valoran sus aportaciones.

En esta relación entre docente y estudiante cobran un papel esencial el diálogo y escucha activa, así como un vínculo basado en el cuidado y la colaboración. El error adquiere una importancia clave, no como algo a evitar o penalizar, sino como elemento vital en el aprendizaje.

Crear itinerarios personalizados de aprendizaje

Dentro del horario hay franjas dedicadas a que cada estudiante tome las riendas de su aprendizaje a través de proyectos colectivos o individuales. Poder elegir a qué dedicar nuestro tiempo y qué aprender en la escuela da a los estudiantes una sensación de libertad y de control sobre sus vidas que fortalece su confianza en sí mismos y su capacidad de elección.

Aprender a decidir es una habilidad clave que redirige la educación

Aprender a decidir es una habilidad clave que redirige la educación / El Día

El currículum de la escuela es “emergente”, en el sentido de que no está rígidamente prefijado de antemano y tiene suficiente flexibilidad para dar cabida a las motivaciones de los estudiantes, así como a acontecimientos que se dan de forma inesperada.

Generar acuerdos colectivos

En Kaleide se pone el énfasis en la práctica de la democracia en todos los aspectos de la vida escolar, involucrando a los estudiantes en la creación de acuerdos colectivos, y en la resolución de disputas a través de mecanismos como la justicia restaurativa y la mediación de pares.

Semanalmente, los estudiantes participan en una actividad que tiene como objetivo presentar propuestas sobre el funcionamiento de la escuela, debatirlas, y tomar decisiones inclusivas por sociocracia.

Incorporar a los estudiantes en decisiones como qué aprender y cómo hacerlo, además de ser una invitación a que piensen por sí mismos, es la mejor forma de desarrollar una relación de colaboración con ellos. El sentimiento de control que esto les brinda es un elemento clave para su bienestar emocional y su felicidad, y para que desarrollen habilidades esenciales para aprender toda la vida, como la autodeterminación y la autorregulación emocional.

Como afirmó la pedagoga Constance Kamii: “No podemos esperar que los niños y niñas acepten valores y verdades prefabricados durante toda su etapa escolar, y que de repente sean capaces de tomar decisiones en la edad adulta”. Así solo perpetuamos un sistema educativo que simula el aprendizaje, como hacía el caballo Hans, y lo convierte en un espectáculo cansino. Hay un antídoto para la apatía y la desmotivación que sufren nuestros estudiantes tan a menudo, y está en darles espacios para aprender a razonar, a decidir y a crear su propio camino ya desde la infancia.

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