Manuel Elkin Patarroyo, un científico visionario con alma carnavalera

El reputado científico colombiano Manuel Elkin Patarroyo fallece tras tres décadas estrechando lazos con las Islas. Tiempo que aprovechó para crear escuela y sumergirse de lleno en la cultura isleña

El inmunólogo colombiano durante su visita a Canarias en 2022.

El inmunólogo colombiano durante su visita a Canarias en 2022. / Andrés Gutiérrez

Verónica Pavés

Verónica Pavés

Disfrazado del mago Merlín, Manuel Elkin Patarroyo cogió sus maletas y partió a primeras horas de la mañana desde el aeropuerto de Tenerife Norte para coger el avión que le llevaría a Madrid y de ahí, a Colombia. Lo hizo de empalme tras una de esas noches de novelería carnavalera en la capital tinerfeña. Fue una de las últimas imágenes que el reputado inmunólogo colombiano dejó durante uno de sus últimos viajes a las Islas. Tras la triste noticia de su fallecimiento, Canarias lo recuerda a nivel personal y profesionales. Porque además haber sido un científico íntegro, visionario y comprometido con la erradicación de las enfermedades tropicales en los países menos desarrollados, fue también una persona afable, cariñosa y muy familiar.

Patarroyo murió este jueves a los 78 años dejando tras de sí el legado de quien se convirtió, casi sin quererlo, en uno de los científicos más reputados del siglo XX. Así lo constatan los diversos galardones que premiaron su trabajo en vida, como el Koch o el Príncipe de Asturias, o las decenas de doctorados honoris causa que había acumulado en diversas universidades de Europa y América, siendo una de ellas la Universidad de La Laguna

Manuel Patarroyo junto al parasitólogo Basilio Valladares en los 90.

Manuel Patarroyo junto al parasitólogo Basilio Valladares en los 90. / Cedida

Canarias adoptó a Patarroyo hace más de 30 años. Tres décadas en las que no solo se enamoró del ambiente carnavalero –hasta el punto de hacer coincidir varias de sus recurrentes visitas con la festividad–, sino en las que también estrechó lazos con los investigadores canarios, concedió aplaudidas conferencias, conoció a grandes amigos, creó una verdadera escuela de investigación de las enfermedades tropicales y dejó una huella imborrable en aquellos que tuvieron la suerte de conocerle. 

Uno de sus grandes amigos en el Archipiélago, el parasitólogo de la ULL, Basilio Valladares recuerda estos años con especial cariño. «Tuvimos una amistad que iba más allá del trabajo científico, era personal e incluso familiar», rememora. 

Patarroyo llegó por primera vez a Canarias a principios de los 90 para dar una charla a la que había sido invitado por el médico grancanario, Jesús Villar. Los científicos de la ULL no tardaron en ficharle también para hacer lo propio en Tenerife y, desde entonces, su vínculo con las Islas no hizo más que crecer. 

Una autoridad

Por aquel entonces, Patarroyo ya empezaba a ser considerado una autoridad en el campo de las vacunas. Todo cambió para él, un 26 de enero de 1986 cuando descubrió que la vacuna contra la malaria que había diseñado funcionaba en monos. «La creó con una fórmula muy novedosa, a través de la síntesis de péptidos», rememora Valladares, que resalta que «estas vacunas contra protozoos son muy difíciles de desarrollar porque son microbios mucho más grandes que bacterias y virus». 

Cuando años después comprobó que había conseguido desarrolla una vacuna con una protección de hasta el 50% –la más alta incluso en la actualidad–, sin efectos secundarios y a un bajo precio, la donó sin titubear a la Organización Mundial de la Salud (OMS). Patarroyo no quería lucrarse de su descubrimiento y, de hecho, siempre renegó de la industria farmacéutica a la que acusaba de querer beneficiarse de los más pobres. Su empeño personal siempre fue que esa cura llegara a todo el mundo que lo necesitara.

Patarroyo (el segundo por la izquierda) junto a varios amigos de las Islas.

Patarroyo (el segundo por la izquierda) junto a varios amigos de las Islas. / Cedida

«Se enfrentó a multinacionales y eso le llevó a tener muchos problemas», rememora Valladares. De hecho, la OMS nunca llegó a comercializarla. Varias publicaciones en revistas científicas de alto impacto después, Patarroyo desembarcaba por primera vez en Canarias, la que se convertiría en un hogar para él y su familia hasta el día de hoy.

La periodista especializada en ciencia, Verónica Martín, que pudo compartir con él algunas charlas durante esas visitas a Canarias, lo recuerda como un científico «atípico». «Venía de un país que no estaba en el top mundial de la ciencia y, de hecho, fue él quien puso a Colombia en el mapa científico», rememora Martín. Patarroyo hizo un gran descubrimiento cuando la ciencia tenía nombres y apellidos y quedó marcado por su brillantez para conseguir un hito tan visionario. 

Su legado científico, abierto al mundo, queda ahora al alcance de quien tenga interés en revivir sus hallazgos para lograr lo que él, por desgracia, no consiguió en vida: proteger a millones de personas del avance de las enfermedades tropicales. 

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