Dia Mundial del Cáncer de Mama
Nancy, superviviente del cáncer de mama: "Me salvó venir a Canarias"
La venezolana Nancy Soto acaba de superar un cáncer metastásico que la obligó a abandonar su tierra natal y a su familia para poder recibir tratamiento en Tenerife

Nancy Margarita Soto en la Plaza Weyler de Santa Cruz de Tenerife. / María Pisaca

La lucha de la venezolana Nancy Margarita Soto contra el cáncer comenzó hace ya dos años. Con 62 años llevaba una vida simple, pero plena en su tierra natal donde había tenido la fortuna de dedicar una vida entera a su pasión: la costura. Pese al shock inicial que le produjo saber que había desarrollado un cáncer, Soto se mantuvo firme y mostró su fuerza de voluntad. Dos años después, el tumor ha puesto su vida patas arriba: le ha obligado a migrar forzosamente para preservar su salud, ha perdido un pecho y ya no consigue mover su brazo derecho como antes. Pero ante todo, sigue viva. «Me salvó venir a Canarias y he sobrevivido gracias al altruismo de la gente», sentencia.
El comienzo de su periplo fue una «odisea». Una vez diagnosticada por su médico en Venezuela, empezó a recibir tratamiento en la ciudad de Cumaná. Sin embargo, la situación política y económica que atraviesa su país tuvo una influencia inesperada en su pronóstico. «Me ponían quimio vencida de un año, siete meses y hasta dos años», rememora Soto. El tumor, que parecía totalmente inmune al tratamiento, empezó a crecer sin control. De hecho, cuando lo detectaron medía 2 centímetros y para cuando pudo salir de Venezuela ya alcanzaba los 6 centímetros y había hecho metástasis.
Gracias a Médicos sin Fronteras y al dinero de su hija, que trabaja en Chile, pudo salir del país un año después. «Se interesaron por mi caso y decidieron que iban a llevarlo; así pude llegar a Tenerife», rememora. Ocurrió, sin embargo, cuando muchos de sus compañeros de tratamiento ya habían fallecido. «Del grupo solo quedo yo con vida», sentencia. Cuando aterrizó en el aeropuerto llegó a temer que la devolvieran a Venezuela. «Me paró un policía y me hizo unas preguntas sobre mi viaje, creí que tendría que volver», relata. Pero, para su sorpresa, la respuesta del profesional fue muy distinta: «pase, aquí la vamos a cuidar».
Una intervención rápida
Su caso fue remitido al Hospital Universitario de Canarias (HUC), que se puso manos a la obra para operarla lo antes posible y empezar la quimioterapia. La experiencia fue rápida. En apenas unos meses ya no tenía pecho ni rastro de su primer tumor, pero los médicos no tenían certezas de que su proceso hubiera acabado. «Me llevaron a medicina nuclear en el Hospital de La Candelaria para hacerme más pruebas», explica. Fue entonces cuando se percataron de que su tumor era expansivo y había llegado a la escápula. «Tenían que tratarlo con mucho cuidado, el solo hecho de hacerme una biopsia podría haber cambiado mucho mi pronóstico», revela.
La operación de escápula no era sencilla. «Mi médico fue franca conmigo: iba a perder movilidad», rememora. El resultado, como explica, es «fruto de un milagro». Por eso, aunque no puede levantar el brazo o ponerse en algunas posturas concretas, no se borra su sonrisa. «Sigo viva».
Esta experiencia le ha cambiado la vida: «la enfermedad te enseña a reflexionar sobre muchas cosas y a dar valor a lo que antes no le ponías asunto». Ha aprendido a escuchar, a reflexionar sus palabras antes de hablar, a valorar las acciones de las personas que le rodean y, sobre todo, descubrir que «todo es bonito». «Hasta el perrito más feo que tiene su lengüita colgando lo es», expresa entre risas.
Hora de asumir nuevos retos
Tras un año en quimio y hormonas –que toma en pastillas–, Soto se siente preparada para asumir nuevos retos y avanzar. La mujer ha aprovechado su tiempo convaleciente para aprender costura carnavalera y para hacer sus pinitos en informática. Pese a todo, Soto puede seguir haciendo algunas de sus actividades favoritas, como coser. Lo hace despacio y aún no se atreve con patrones muy difíciles, pero cada minuto frente a la aguja le hace sentir como antes. «Yo confeccionaba los uniformes de muchas empresas en Venezuela», recuerda. En los últimos meses, y gracias a su nueva máquina de coser, ha podido tejer varios cojines.
Su brazo, sin embargo, sigue siendo un impedimento para realizar muchos trabajos. «Estoy tramitando la discapacidad porque quiero trabajar, pero necesito un empleo acorde a mis capacidades actuales», relata.
De hecho, en estos momentos conseguir un empleo no es solo necesario, sino vital para Soto. «Vivo en una casa en La Esperanza, pero dentro de poco dejará de estar disponible y yo tendré que abandonarla», explica. Desde que llegó a Canarias ha vivido gracias al altruismo de los isleños. «Yo llegué con tan solo 20 euros», recuerda.
Gracias a su familia en la isla, las frecuentes charlas que mantiene con hija en Chile, la incansable labor de los médicos canarios, los alimentos que le han provisto varias asociaciones, entidades locales y consistorios y la ayuda de distintos profesionales de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), Soto ha conseguido atravesar este intenso camino. «Son mis ángeles», asegura.
Y es que este camino de dos años ha estado plagado de obstáculos. «Con la enfermedad que siempre he creído que es algo que no me pertenece porque no la pedí y creo que eso me ha llevado a sobrellevarla, pero con la situación que vivo a nivel económico y laboral a veces la fuerza me flaquea», revela. Fue así como el año pasado cayó una profunda depresión. «Me encontraba sola», asegura. En ese momento, la rápida intervención de la AECC fue fundamental. De su boca salen nombres que para ella ya son parte de su familia. Carlos, Amaranta, Raquel o Laura, voluntarios de la AECC que le dieron apoyo psicológico y acompañamiento. «Se preocuparon por mí», asegura.
Tras dos años, Soto ve más cerca el final. «Algunos especialistas me han liberado, como el radiólogo o la ginecóloga, y ya no me ven hasta el año que viene», asegura con una sonrisa. Y aunque la oncóloga aún no ha querido suspender sus citas periódicas, Soto se muestra optimista con respecto a su futuro. Su viaje por Canarias no ha acabado. «Todavía me tienen que poner todo lo que me quitaron», asegura haciendo alusión a la próxima reconstrucción de su pecho que muestra orgullosa. «Nunca me ha dado pena perderlo, me quitaron un mal, ¿por qué voy a llorar por él?»
Sin embargo, todo su tratamiento acabe, se plantea volver a Sudamérica, pero no a su tierra natal sino a Chile con su hija. «Me gustaría estar donde me sienta llena de amor y es lo que mejor se le da a mi hija», sentencia. Y es que tras un viaje tan largo como el que está recorriendo, su único propósito es ahora disfrutar de la vida feliz y con amor.
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