Crisis climática
Menorca, destrozada tras el paso de la tormenta: ¿por qué estas lluvias han sido tan extremas?
Los meteorólogos llevaban días advirtiendo sobre la magnitud que podía adquirir este temporal, aunque era casi imposible predecir hasta qué punto podía causar daños

Consecuencias de las inundaciones en Menorca. / David Arquimbau Sintes
Valentina Raffio
Una tormenta extrema ha desatado su furia en el Mediterráneo esta semana. Las lluvias empezaron a coger forma en el cantábrico, se fueron embraveciendo en su paso por Cataluña y llegaron con una violencia inaudita a las Islas Baleares. Entre el miércoles y el jueves, se reportaron varios episodios de lluvias torrenciales, grandes inundaciones y un fuerte oleaje en todo el archipiélago. En la localidad menorquina de Es Mercadal, el temporal dejó más de 200 litros por metro cuadrado en tan solo unas horas, formó una gran riera que lo arrastró todo a su paso y obligó a evacuar varias personas. Aún es pronto para hacer balance de lo ocurrido pero todo apunta a que los daños causados por esta tormenta podrían ser millonarios. ¿Pero cómo puede ser que un episodio de lluvias haya causado tanta destrucción? ¿Acaso fallaron los pronósticos? ¿Estaban las ciudades preparadas para algo así? ¿Falló la preparación ciudadana?
Hace tan solo una semana, todo el Mediterráneo estaba inmerso en una ola de calor extremo que dejó, entre otras, máximas por encima de los 40 grados en Cantabria y el País Vasco. Pero el martes algo cambió. Los modelos meteorológicos, que estudian el comportamiento de la atmósfera en todo el planeta, pronosticaron la llegada de una gran vaguada de aire frío desde el norte desde el Atlántico. Ese mismo día a las 13:53, la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) lanzó un "aviso especial por fenómenos adversos" en la que advertía sobre la llegada de una gran tormenta en la Península y Baleares. Ya entonces, las previsiones apuntaban al riesgo de que se produjeran precipitaciones muy fuertes, acompañadas de granizo y fuertes rachas de viento. En el comunicado inicial también se advertía de que este fenómeno podía suponer un "elevado riesgo para las personas" y que, además, su evolución era extremadamente difícil de predecir.
La Agencia Estatal de Meteorología emitió la primera alerta sobre este episodio el martes a mediodía y ya entonces advirtió de su peligro
Decenas de alertas amarillas, naranjas y rojas
El martes se activaron decenas de alertas amarillas y naranjas en toda la zona de los Pirineos, desde el golfo de Vizcaya hasta el Empordà, así como en prácticamente todo el Mediterráneo, desde la costa catalana hasta Murcia y partes de Andalucía, y en todo el archipiélago de Baleares. El martes a mediodía, la Agencia Estatal de Meteorología activó la alerta roja, la más alta posible, en la costa de Mallorca, advirtió de la llegada de una "situación muy adversa" y pidió a la población que no se desplazara al lugar "salvo que sea estrictamente necesario". El gobierno balear, por su parte, también activó la alerta por temporal, pidió "seny i precaució" a la población y reclamó "evitar hacer actividades al aire libre, tomar medidas para impedir una eventual entrada de agua en los hogares y evitar realizar actividades en el mar o siquiera acercarse a los paseos marítimos" durante toda la duración del episodio, especialmente entre el miércoles y el jueves.
El gobierno balear pidió "seny i precaució" a la ciudadanía y reclamó no hacer actividades al aire libre ni acercarse al mar durante el temporal
Los pronósticos ya venían advirtiendo de la gravedad de este temporal pero, aún así, era muy complicado, por no decir imposible, que llegaran a predecir la intensidad que acabó adquiriendo la tormenta en algunas zonas. En primer lugar, porque este tipo de fenómenos tienen una evolución difícil de predecir y que depende de un amplio abanico de factores. Y en segundo lugar porque, a diferencia de otras tormentas de verano, esta se ha "alimentado" del calor y de la humedad que desprenden las aguas del Mediterráneo, que justo esta semana han alcanzado la temperatura más alta desde que existen registros. "Es como tener un bidón de gasolina abierto", explicaba hace unos días Paco Martín, coordinador de la revista especializada en meteorología RAM, sobre el peligro que supone un "Mediterráneo hirviendo" de cara a la formación de tormentas.
El calor que desprende el Mediterráneo, que registra ahora su récord de temperatura, ha alimentado la tormenta y la ha hecho aún más extrema
Ingredientes para la tormenta perfecta
En el caso concreto de las Baleares, se reunieron todos los ingredientes para que brotara una tormenta especialmente destructiva. Por un lado, porque el temporal se 'cargó de energía' al llegar al Mediterráneo. Y por otro lado, porque el territorio insular en sí, por su posición geográfica, está especialmente expuesto a las inclemencias del clima. En las islas, de hecho, es bien sabido que durante los episodios de tormenta la atmósfera se vuelve especialmente caótica y puede dar lugar, por ejemplo, a cambios bruscos tanto en la intensidad como en la dirección del viento. Según apuntan innumerables estudios científicos, los territorios insulares también destacan como los más vulnerables a los extremos climáticos.
Las tormentas que afectan a las islas son especialmente difíciles de predecir ya que pueden dar lugar a cambios bruscos de viento
Una vez pasado el temporal, resurge el eterno debate sobre si las ciudades y los vecinos estaban lo suficientemente preparado para hacer frente a una tormenta de esta magnitud. En los últimos años, el Ministerio para la Transición Ecológica ha instado a las comunidades autónomas a reforzar sus medidas de adaptación frente a los impactos del cambio climático y a los fenómenos de carácter extremo como ha sido el caso de este temporal. Entre estos destaca, por ejemplo, la mejora de los sistemas de alerta temprano, el refuerzo de los planes de gestión contra las inundaciones y el aumento de los sistemas de autoprotección frente a estos fenómenos. Ya en 2021, un análisis de Greenpeace alertó de que las ciudades españolas siguen sin estar preparadas para hacer frente a eventos climáticos extremos, ya sean olas de calor y sequías o lluvias extremas e inundaciones.
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