Entrevista | Domingo Álvarez Febles Periodista / Enviado especial a seis Juegos Olímpicos
Domingo Álvarez Febles: "En la villa olímpica siempre pasan cosas raras, no hay Juegos en los que no se hable de faltas de disciplinas"
El comunicador tinerfeño conoce bien las texturas que envuelven al mayor acontecimiento deportivo a nivel mundial: "Vivir una experiencia de este nivel desde dentro es algo increíble"

Domingo Álvarez Febles (Santa Cruz de Tenerife, 1964) / María Pisaca
Jorge Dávila
Esta vez le tocó ver por televisión, escuchar a través de la radio o leer en un periódico las crónicas del mayor acontecimiento deportivo mundial. Domingo Álvarez Febles (Santa Cruz de Tenerife, 1964) ha vivido en primera línea seis Juegos Olímpicos como los que hoy acaban en París: «Vivir desde dentro algo así es una experiencia inolvidable», dice.
Tras degustar en varias ocasiones las mieles olímpicas, ¿cómo ha visto desde el sofá del salón de su casa estos Juegos?
Magníficamente bien. Es una experiencia totalmente distinta, muy grata para los que hemos tenido la oportunidad de asistir a unos Juegos Olímpicos, en mi caso hasta en seis ocasiones. La gente desconoce las claves de lo que finalmente se ve en televisión o se escucha a través de la radio.
¿Lo que pasa en la trastienda?
Uno de los mayores esfuerzos, si no el mayor, que debe acometer un periodista en unos Juegos Olímpicos es el transporte:los traslados son larguísimos y los tiempos de espera interminables. Una jornada laboral comienza muy temprano y todo está planificado: las guaguas tienen un horario ajustado a las competiciones e igual te toca cogerla un par de horas antes de que empiece a competir el deportista que vas a seguir. Eso para abrir boca. Luego, está el tema de la seguridad. Los controles y anillos se van sucediendo hasta que finalmente pisas el estadio, el pabellón o la infraestructura desde la que tienes que trabajar. Ser un periodista olímpico es muy sano porque tienes que caminar mucho. ¡Ejercicio garantizado!
Usar el Sena como algo icónico. Yo soy de los que piensan que la idea es buena, pero sacar la ceremonia de un estadio olímpico, por muy bonito que sea el pebetero que se han inventado, es un error de calculo grave"
Tal y como lo cuenta da la sensación de que para narrar el sueño de un deportista los periodistas deben superar antes una carrera de obstáculos.
Pues más o menos [pausa]. En unos Juegos Olímpicos todo se paga. Allí todo tiene un precio. Si quieres tener un monitor en un estadio, por ejemplo, hay que pasar por caja. El otro día leí algo que hacía referencia a “qué bonito se ve el tiro con arco por televisión”. Es una verdad como un templo porque si vas al recinto en el que se celebra esa competición y no cuentas con el apoyo técnico de un televisor no te enteras dónde ha ido a parar la flecha… Entrar en el estadio olímpico es una sensación que no se puede describir, que es una palabra maldita para un periodista, porque antes has tenido que vivir una avalancha de emociones.
Pero dicen que la sarna con gusto , no pica...
La recompensa profesional y emocional de contar las hazañas de los mejores atletas del mundo es algo impagable. Cuando te sientas en el sofá pierdes la consciencia de esos esfuerzos y todo se simplifica al hecho de apretar los botones del mando a distancia del televisor.
Si en 'Casablanca' se escucha la mítica frase de «siempre nos quedará París», a los españoles siempre nos quedará Barcelona 92"
¿Repochado en casa los fallos se ven mejor;se está hablando mucho de errores y mala organización?
En unos Juegos Olímpicos siempre hay errores, lo que no le puedo decir es si antes de París hubo más o menos.
Contaminación del Sena, infraestructuras antirécords, colchonetas que provocan caídas e incomodidades en la villa olímpica, ¿la lista es larga?
Cada vez que en los medios de comunicación hacen referencia a los preparativos de unas Olimpiadas afloran los retrasos y las previsiones de que vamos a llegar al límite. En París no ha sido distinto. El gran empecinamiento de estos Juegos, justificado por su belleza pero desorbitado porque se pensó mucho más en vender la imagen de París que de la competición, fue usar el Sena como algo icónico. Yo soy de los que piensan que la idea es buena, pero sacar la ceremonia de un estadio olímpico, por muy bonito que sea el pebetero que se han inventado, es un error de calculo grave.
Además, los deportistas pasaron a un segundo plano.
Segundo o tercero. Aquí no hubo un encuentro entre deportistas, que es algo que está grabado en el espíritu olímpico. Los participantes aparecieron en barco y compartiendo el mismo espacio. Le podría hablar, incluso, de una falta de respeto con los protagonistas de los Juegos. Tampoco se puede pasar por alto que hubo atletas hospitalizados porque la contaminación del Sena les pasó factura.
Una villa olímpica siempre da mucho juego, ¿no?
Eso es un clásico; no hay unos Juegos en los que no se hable de faltas de disciplina.
¿Esta vez, por ejemplo, se ha hablado de las camas antisexo, del calor, de la mala calidad de la comida?
El otro día vi en las redes sociales a un gimnasta dando saltos en la cama para demostrar que la cama resistía carros y carretas... ¡Aguantó!
Rusia está en lo que está y todo tiene unas consecuencias, pero unos juegos sin los rusos están mutilados"
¿Desde fuera, no tiene la sensación de que París se está llevando demasiados palos?
París ha logrado algo que es muy curioso en las dos últimas semanas: la ciudad ha logrado ahuyentar a los turistas. Eso no es lo habitual, pero sí una consecuencia de un blindaje urbano brutal. El parisino mostraba cierta indiferencia con los Juegos antes de empezar, pero hoy un 70% o más de sus residentes están orgullosos de vivir una experiencia olímpica en casa. Pasó lo mismo en Barcelona 92.
¿Qué tuvo Barcelona 92 para que todos sigan hablando de lo que pasó allí?
El listón de Barcelona 92 quedó muy alto y no fue un error contar que «después de aquellos Juegos iba a ver un antes y un después»... Decir que no hemos evolucionado sería faltar a la verdad, pero si en Casablanca se escucha la mítica frase de «siempre nos quedará París», a los españoles siempre nos quedará Barcelona 92.
De la misma manera que un deportista olímpico tiene que seguir una preparación física, táctica y mental, un periodista debe saber de lo que habla. Ir a narrar unos Juegos Olímpicos es como presentarte a una oposición; tienes que estudiar muchas cosas porque nunca sabes dónde te van a mandar"
¿Igual el hecho de debutar en Barcelona 92 como informador olímpico le provoca una especie de Síndrome de Estocolmo?
Barcelona 92 fueron mis primeros Juegos Olímpicos, aunque tuve una oportunidad de haber debutado antes en Seúl 88 que finalmente no se dio, y el factor “jugar en casa” influye mucho. Aquella experiencia fue adictiva y cuando regresé a Canarias tuve un serio brote de nostalgia. Me levantaba y pensaba dónde me tocaba ir hoy. En unos Juegos las jornadas son maratonianas. Hay que levantarse a las cinco de la mañana para ir a primera hora a una competición de tiro olímpico, al mediodía apareces en un partido de voleibol y por la tarde-noche acabas narrando un encuentro de baloncesto. La diferencia entre estar allí y quedarte en el sofá de casa radica en la gran cantidad de conocimientos que debes tener de muchas cosas.
¿Una misión de este calado se “entrena”?
Se prepara de una manera muy intensa y precisa durante mucho tiempo. De la misma manera que un deportista olímpico tiene que seguir una preparación física, táctica y mental, un periodista debe saber de lo que habla. Ir a narrar unos Juegos Olímpicos es como presentarte a una oposición; tienes que estudiar muchas cosas porque nunca sabes dónde te van a mandar. El periodista que va a un evento de este calado sabe que en cuanto termine el partido de waterpolo lo pueden enviar a un combate de lucha grecorromana o una sesión de gimnasia deportiva. Si no tienes unos conceptos un poquito más allá de los básicos cómo lo vas a contar. Un periodista de radio o televisión está sin red, no se puede refugiar en el hecho de que luego ya haré una consulta en el hotel cuando me toque escribir la crónica.
"¿El peor momento que he vivido? Sin duda el atentado terrorista de Atlanta 96"
Hablando de comparaciones, ¿hay deportistas olímpicos de primera, de segunda y de tercera?
Y de cuarta, de quinta y hasta de sexta... Eso es así. La realidad es que hay deportistas de los que se va a hablar mucho en los próximos cuatro años y otros que van a desaparecer a partir de hoy hasta que reaparezcan en los siguientes Juegos Olímpicos.
Sí, porque no es lo mismo unas Olimpiadas que unos Juegos Olímpicos.
Unos Juegos Olímpicos es lo que hemos visto en las dos últimas semanas y unas Olimpiadas es el proceso que se abre entre los Juegos.
¿Ha pensado en contar sus experiencias olímpicas en un libro?
No lo tengo previsto, pero cosas que merecen ser contadas hay unas cuantas [ríe]. En unos Juegos te tienes que buscar la vida permanentemente y las distancias son tu peor enemigo. ¿El peor momento que he vivido? Sin duda el atentado terrorista de Atlanta 96.
¿Cómo vivió aquel atentado?
Recuerdo que estábamos de regreso al hotel tras finalizar una larga jornada de trabajo y el cambio de horario con respecto a España nos obligó a improvisar. Pidieron voluntarios –el operativo lo lideraba Pepe López- Terradas– para ir a cubrir la información sobre lo que estaba pasando y levanté la mano. No podíamos ir todos porque a las seis de la mañana teníamos que estar en pie para seguir narrando lo que estaba ocurriendo en las competiciones, pero yo me fui desde la Plaza del Centenario hasta el Centro de Internacional de Prensa, en cuyos aledaños estalló la bomba. De madrugada, por aquellas calles interminables, en medio de una crisis de una magnitud enorme y con mi apariencia latina no le voy a contar el poco tiempo que tardó un policía en pararme. Menos mal que llevaba encima la acreditación de prensa y los márgenes de espera se acortaron, no así la aspereza e incluso violencia con la que actuaban los cuerpos de seguridad ante lo desconocido. Allí la educación y el tacto quedó en un segundo plano [fuimos cacheados bruscamente para superar los distintos controles hasta donde se podía llegar] porque la situación de riesgo era muy elevada. Si algo he aprendido la media docena de veces que he estado en unos Juegos es que tú no eres nadie sin la acreditación olímpica. Sin ella no hay nada que hacer. Aquella situación la salvamos con bastante honra y recibimos el reconocimiento de los jefes por el trabajo extra que habíamos hecho. De aquella madrugada en España recuerdo que conté en directo la existencia de una segunda amenaza terrorista que no se llegó a materializar. No murió nadie por la explosión, pero un cámara turco perdió la vida como consecuencia de un ataque al corazón cuando la gente empezó a correr.
Usted tuvo la suerte de ver sobre el parqué al Michael Jordan de Los Ángeles 84, un becario con buena pinta para el baloncesto, y al ‘Air Jordan’ que lideró al gran ‘Dream Team’ de Barcelona 92.
Sólo ha habido un Dream Team y fue el que llevó Estados Unidos a Barcelona 92. A los mundiales no suele reclutar a los mejores, pero sí a los Juegos Olímpicos. Jordan estaba en otra galaxia.
El honor del baloncesto español lo han salvado en París las chicas del 3x3.
Como defensor del baloncesto no lo incluyo en la idea tradicional de este deporte, pero hay una evidencia que es innegable: los partidos de 3x3 han registrado más de 100 millones de visualizaciones. Es una actividad trepidante en la que tienes que tener una agilidad y capacidad mental enorme y estéticamente engancha a los espectadores. En los Juegos Olímpicos hay una batalla eterna que afecta a las disciplinas que están, las que no deberían estar y las que tendrían que estar… El 3x3, además del magnífico papel que ha hecho a España, ha logrado captar la atención de muchas personas.
¿Unos Juegos sin Rusia son menos Juegos?
Sin duda. Estamos hablando de una potencia mundial. No es lo mismo. Rusia está en lo que está y todo tiene unas consecuencias, pero unos juegos sin los rusos están mutilados. Si tomamos algo de distancia con el escenario político es normal que se les eche de menos porque es una potencia olímpica insustituible.
¿El espectador que lo ha visto desde el salón de su casa, no el profesional de los medios, qué balance hace de la actuación española en París?
Acorde a lo esperado por los entendidos, no por aquellos que lo ven todo con mayor frivolidad. Nuestro tope lo marcó Barcelona y, a veces, ni jugando en casa se logran milagros... Estamos en la línea esperada, pero al final no todo se reduce a conseguir una medalla.
Juegos ha sido el grito de dolor de Carolina Marín. Ahí nos quedamos tocados;se nos encogió el alma al ver roto el sueño olímpico de una campeona"
Cierto, ha habido imágenes épicas que no se van a borrar en mucho tiempo.
La alegría que desprendía la pareja de marchadores de la maratón mixta [Pérez y Martín] fue enorme, pero la imagen de estos Juegos ha sido el grito de dolor de Carolina Marín. Ahí nos quedamos tocados; se nos encogió el alma al ver roto el sueño olímpico de una campeona.
¿Vivirá para ver un Madrid olímpico?
Eso es complicado, sobre todo, porque ya tienen que pasar unos cuantos años y a estas edades (60 años) eso ya es algo más complicado. No lo sé, ojalá. Sería algo maravillo porque creo, sinceramente, que Madrid se merece esa recompensa. Lo que sí deseo a los nuevos periodistas es que vivan con intensidad unos Juegos Olímpicos en su país. Esto no es un tema de ideología, sino un sentimiento de nación y ante eso no hay nada más grande que poder organizar una Olimpiadas en casa. Ahí están las encuestas de París, hasta los que las vieron con más indiferencia hoy se sienten orgullosos por lo que ha conseguido la ciudad y, sobre todo, por lo que vendrá a partir de ahora. Un acontecimiento de este calibre es una inversión de futuro.
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