Pedro González, el tinerfeño que inspiró el cuento de 'La Bella y la Bestia'
Fue llevado a la Corte de Francia y luego viajó por toda Europa

Imagen de La Bella y la bestia, llevada a las pantallas por Disney. / Disney
En el corazón del Atlántico, en la isla de Tenerife nació Pedro González, conocido por muchos como el "salvaje gentilhombre". Fue a mediados del siglo XVI, en una época donde las supersticiones aún se entrelazaban con los avances del Renacimiento. Pedro llegó al mundo con una particularidad que lo distinguía del común de los mortales: su cuerpo estaba totalmente cubierto de pelo, un fenómeno conocido como hipertricosis lanuginosa congénita.
La vida de Pedro comenzó rodeada de misterio. Se especula que sus padres fueron guanches con cierto status, los antiguos habitantes de Tenerife que al ver su peculiar aspecto, lo abandonaron poco después de nacer. Fue acogido por monjes en un monasterio, quienes lo criaron como a uno de los suyos. Sin embargo, su destino estaba marcado por algo mucho más grande.
A la edad de diez años, Pedro fue arrancado de su hogar adoptivo por corsarios que lo entregaron como un curioso presente al recién coronado rey de Francia, Enrique II. La corte francesa, siempre ansiosa por lo exótico y lo desconocido, recibió a Pedro con asombro y fascinación. Su apariencia, totalmente cubierta de pelo dorado, lo convirtió en una rareza admirada por la nobleza, aunque muchos lo consideraban un monstruo.
El ilustrado Petrus Gonsalvus

Pedro González, según una pintura de la escuela alemana, siglo XVI. La obra está en el Castillo de Ambras, Innsbruck. / Erich Lessing
Enrique II, en lugar de tratarlo como una mera curiosidad, decidió integrarlo a la corte, liberándolo de su apodo de "salvaje". Cambió su nombre por la versión latinizada, Petrus Gonsalvus, y lo educó en las artes y las letras. Bajo la tutela del monarca, Petrus se convirtió en una persona ilustrada, hablando latín y siendo instruido en las disciplinas reservadas a la aristocracia.
Con el tiempo, Petrus se ganó el respeto y la admiración de la corte, destacando por su inteligencia y habilidades. Enrique II murió trágicamente en un torneo en 1559, dejando a Petrus bajo la tutela de su viuda, Catalina de Médicis. Catalina, una mujer de gran inteligencia y astucia, reconoció el potencial de Petrus y decidió darle una nueva dirección en la vida.
Fue entonces cuando Catalina se encargó de encontrarle una esposa. Se dice que la elegida fue Catalina, una dama de compañía de la reina, seleccionada por su belleza y fortaleza de carácter. El matrimonio fue concertado y pronto tuvieron descendencia. La pareja tuvo siete hijos, varios de los cuales heredaron la peculiaridad de su padre.

Pedro y su esposa Catalina. Se trata de una lámina perteneciente a la obra "Animalia Rationalia et Insecta" / Joris Hoefnagel, 1575-1580
La vida de Petrus y su familia se convirtió en una especie de espectáculo itinerante por toda Europa. Fueron recibidos en las cortes más importantes, donde despertaron la admiración y la curiosidad de nobles y plebeyos por igual. En Baviera, el duque Alberto V los acogió con entusiasmo, encargando retratos de la familia que aún se conservan en el castillo de Ambras.
El paso del tiempo llevó a la familia Gonsalvus por diversos lugares de Europa, siempre siendo objeto de interés y asombro. Su vida estuvo marcada por la curiosidad científica y el trato peyorativo de algunos. Fueron clasificados como "monstruos" en libros y obras de arte de la época, aunque hoy sabemos que su condición tenía un origen genético.
Hipertricosis lanuginosa congénita
La hipertricosis lanuginosa congénita, un raro trastorno hereditario, fue la causa de la peculiar apariencia de Pedro y su familia. Esta enfermedad, caracterizada por el crecimiento excesivo de pelo en todo el cuerpo, fue motivo de estudio y especulación en la época, pero hoy entendemos mejor su origen y sus implicaciones genéticas.
A medida que pasaron los años, la familia Gonsalvus continuó su periplo por Europa, dejando su huella en la historia y la ciencia. En el siglo XVII, se establecieron en Capodimonte, Italia, donde pasaron sus últimos años. La vida de Pedro y Catalina fue de todo menos ordinaria, viviendo como aristócratas pero siendo vistos como rarezas por muchos.
A pesar de las adversidades y el trato despectivo que recibieron en ocasiones, Pedro y Catalina demostraron que el amor y la familia trascienden las barreras del aspecto físico. Su historia, aunque a menudo eclipsada por el sensacionalismo de la época, es un testimonio de fuerza, resiliencia y amor en un mundo que a menudo les fue hostil. Y quizás, en algún rincón remoto de la historia, su historia inspiró la de otros, como el clásico cuento de "La Bella y la Bestia".
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