Maestras y maestros de ayer

Antonio Martín, el día a día y la realidad de la docencia

Vivió una oposición totalmente diferente a la actual, las movilizaciones por la jornada continua y los cambios hacia la nueva Educación

Pablo González de la Aleja

Pablo González de la Aleja / ED

Domingo J. Jorge

La vida del maestro nada tiene que ver con ese sinsentido de «vives mejor que un maestro», porque el oficio de maestro o maestra, de profesor o profesora, no acaba con el término oficial de la jornada laboral, sino que se posterga a algunas horas más del día, en casa o en el centro. Eso es lo que nuestro personaje de estos lunes, Antonio Martín, se encontró cuando inició su viaje docente en la década de los 80.

Las oposiciones antes

Antonio Martín, como ya comentábamos la pasada semana, acabó la Carrera de Magisterio Especialidad en Ciencias, en junio de 1983, y en septiembre empieza a prepararse las oposiciones para acceder al Cuerpo de Docentes del Estado. «Mandé a pedir el temario a la Península. Por esos años la oposición consistía en tres fases y estaban basadas en el conocimiento de las Áreas que luego se iban a impartir. La primera fase, por lo general, era una prueba de Lengua Castellana, basada en un comentario de texto y otra de Matemáticas», nos cuenta.

«Si superabas esta fase, ibas a la segunda, donde te encontrabas con una prueba de Matemáticas, y elegías otra entre las disciplinas de Biología, Geología, Física y Química. Si lograbas llegar a la última fase, debías enfrentarte a la exposición de un tema elegido al azar entre 70 sobre Pedagogía, Didáctica o Psicología de la Educación. Llegué a esta fase, sinceramente, sólo con 35 temas leídos y subrayados, la otra mitad no había tenido tiempo de leerlos». Pero, así y todo, Antonio, cual Quijote, se enfrentó a la última fase. «Tenías una hora para organizarlo y otra para exponerlo. Me tocó el tema: Mobiliario e Instalaciones escolares, de los 30 no leídos.

De cualquier forma llevaba preparadas tres cuestiones que iba a incluir en la presentación, me tocara el tema que me tocara. Y eso creo que me salvo, te daban una hora para la exposición, sólo tuve contenido para 20 minutos», recuerda. «Al salir y comentar con otro opositor más elocuente, que decía que el Tribunal le mandó a parar porque había agotado 70 minutos, me entraron los nervios de no haberlo hecho bien. Cosas de la suerte, al dar los resultados, yo aprobé y al que mandaron a parar por agotar los 70 minutos de exposición suspendió. Aprendí desde ese momento que hay que ir al grano, decir lo justo y necesario».

La sustitución directa

Durante el año que pasó preparando las oposiciones, para contribuir un poco a los gastos que suponían sus estudios para la familia, asegura que siempre contó con el apoyo de sus padres, a los que está plenamente agradecido por su respaldo afectivo y económico, se dedicó a dar clases particulares y sustituir en Colegios. «En el curso escolar 1983-84, fue el último en el que todavía se podía hacer la sustitución directa. Cuando una maestra o maestro iba a faltar unos días por motivos personales o de salud, ese maestro llamaba a otro para que le sustituyera y el mismo le pagaba al sustituto. La primera que hice fue en el Colegio Aguere, caí en gracia y cuando algún maestro iba a faltar me solicitaban a mí, lo mismo me pasó en el Colegio La Verdellada y en alguna ocasión en el Colegio Aneja». De esa forma y con las clases particulares, fue haciendo frente a los gastos de los materiales de las oposiciones.

Aprobadas las oposiciones en junio 1984, empezó a trabajar el 9 de octubre de ese mismo año en La Victoria de Acentejo y acabó jubilándose el 9 de octubre de 2020. Otro ciclo que se dio en su vida profesional, y él nos destaca, fue que comenzó haciendo sustituciones en el Colegio Aguere y finalizó su carrera profesional en el mismo centro.

Aprender de memoria, para qué

Al llegar de novato a la escuela, durante sus primeros años se dio cuenta de que tenía mucho que aprender de sus compañeros, que la formación adquirida en la Escuela de Magisterio, era una formación inicial e insuficiente para una profesión que va cambiando con los avances sociales, laborales y tecnológicos. Su concepción didáctica era llegar a la escuela, tomar un libro y dar todos los temas sin dejar ninguno, y hacer muchos ejercicios, para que los alumnos fueran bien preparados al Instituto. Pronto tomó consciencia de que esa forma de enseñar, no valía para todas las niñas y niños, y que muchos de los contenidos impartidos no tenían nada que ver con los intereses de muchos de ellos, y de algunos maestros. «Eran unos currículum cargados de contenidos conceptuales y se daba mucha importancia al memorismo, aprender de memoría sin saber para qué».

Apenas habían pasado seis años de aprobar la Constitución de 1978, se estaba construyendo una nueva España, había muchos cambios sectoriales que se estaban dando muy rápido. «Me encontré con muchas movilizaciones en mis primeros años, donde se pedían mejoras para la Educación en general. Una constante era la mejora salarial. Mi primer sueldo fueron 90.000 pesetas. Se reivindicaba la disminución de alumnos en el aula. El desarrollo social avanzaba, pero faltaban centros educativos. Por ejemplo, en los años 80, los alumnos de La Victoria de Acentejo para hacer Secundaria y Bachillerato debían ir a La Orotava o La Laguna. La escasez de centros empezó a corregirse gracias a nuestro primer consejero de Educación don Luis Balbuena Castellano».

Años de reivindicaciones docentes

«Comenzando la década de los 90 estaba en el CEIP El tablero, fueron los años de la lucha por la Jornada continua. Pocos saben cómo surge la movilización por la misma. La Consejería por problemas de transporte había permitido a unos colegios de Gran Canaria que su horario fuera de 9 a 14,00. Solucionados los problemas citados, la Consejería pide a estas escuelas que vuelvan al horario partido de mañana 9 a 12,00 y tarde 14,00 a 16,00. Y los 23 directores de esos centros deciden negarse y hacer frente a las instrucciones del Gobierno. Era consejero de Educación por aquellos tiempos don Enrique Fernández Caldas, resolviendo expedientar a los directores y expulsarlos de la función docente por desobediencia. Esa decisión fue un llamado a la movilización general, los docentes nos levantamos en “armas de paz», comenta.

«Los claustros se reunían para debatir la situación, sacando conclusiones y propuestas que se llevaban a las reuniones generales que se celebraban en la Escuela de Magisterio en Tenerife. Había asambleas generales con regularidad, y recuerdo a la gran mayoría de las maestras y maestros de EL Tablero, mi colegio en ese entonces, estar presentes en las mismas. Íbamos al Colegio a trabajar y por la tarde-noche a las asambleas. El acuerdo al unísono fue la Huelga General, duró muchos días. Hasta que la Consejería de Educación dio marcha atrás, anuló las expulsiones y permitió que estas escuelas decidieran su horario. A partir de este momento nace la reivindicación de la Jornada Continua en Canarias, pionera en España. El Gobierno empezó a crear normativas para que los centros de las Islas la pudieran solicitar, la condición imprescindible que había que cumplir, era contar con el visto bueno de la mayoría de madres y padres».

El maestro Antonio Martín nos ha llenado otro lunes de vivencias de la docencia en este Maestras y maestros de ayer. El próximo lunes nos seguirá aportando nuevos recuerdos en EL DÍA.

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