Entrevista | Ana Teresa Ortega Fotógrafa
Ana Teresa Ortega: «Es bastante preocupante que en un país como el nuestro se haya ocultado tanto»
Ana Teresa Ortega forma parte de la Bienal Internacional de Fotografía de Tenerife, Fotonoviembre, con el proyecto ‘Con adivinaciones del amor, construía tu rostro. Arquitecturas cómplices 1939-1999’. La muestra podrá verse en TEA Tenerife Espacio de las Artes hasta el 10 de marzo. Premio Nacional de Fotografía, la alicantina continúa con su trabajo de dar visibilidad a los espacios de la historia que quedaron mudos.

La fotógrafa Ana Teresa Ortega / ED
¿Es su primera incursión en la Bienal de Fotografía de Tenerife?
Sí es la primera vez. Fue una convocatoria en la que se seleccionaba un proyecto con un jurado. Yo presenté este que está en proceso y que nunca se había expuesto antes. A la comisaria le gustó y fue seleccionado. Llevo mucho tiempo trabajando en proyectos donde se intenta dar visibilidad a espacios de la historia que no la tienen. Había empezado hace tiempo con Cartografías silenciadas dando visibilidad a prisiones habilitadas, campos de concentración de hombres y mujeres. Este nace un poco de ahí, es una especie de deriva.
Esta muestra se divide en dos fases, por explicarlo de alguna manera.
Sí, la primera parte sería sobre las prisiones habilitadas para presas políticas republicanas. Y la continuación se habla de maternidades y clínicas donde también tuvieron lugar desapariciones de niños o directamente robos de bebés.
Son dos momentos temporales distintos pero conectados por los robos de bebés.
Sí pero en ambos y de manera continuada se da este acontecimiento. En primer lugar, coincide con las prisiones habilitadas de mujeres y los estudios de Vallejo Nájera de la transmisión del gen rojo a los niños. Los pequeños permanecían con las madres hasta los tres años y a partir de ahí se les separa para mandarlos a fundaciones donde se les educaba en el nacional catolicismo. A partir de ahí hay algo importante que es la desaparición de estos niños porque no se les registraba. Al no figurar y pasar a instancias de auxilio social se les cambian los apellidos y pasaban a manos de otras familias que no podían tener hijos. Desaparecen.
Algo que coincide precisamente con el segundo momento que investiga en este proyecto: en torno a la década los años 50.
Eso se da a partir del 50, aproximadamente. Los móviles entonces cambian: ya no desaparecen en las prisiones sino que esta práctica se da en hospitales y clínicas, tanto privadas como públicas. Al principio fueron privadas, las que estaban en manos de las Hijas de la Caridad, pero también se da más tarde en los públicos. Cierro la fecha en 1999 porque en ese momento se deroga un artículo de la Ley de Registro Civil y ya los partos no pueden ser anónimos. Antes sí y ese apartado fue un instrumento muy útil al servicio de los que sustrajeron menores durante décadas.
¿Se ha saldado la deuda con las víctimas?
Se dice que hubo motivos económicos detrás de todo esto pero en realidad son eugenésicos, políticos, ideológicos, morales, religiosos, económicos y de género. Pienso que es un problema que está latente, está recogido en la Ley de Memoria Democrática pero ya veremos cómo evoluciona a nivel de investigación. Todavía está pendiente un banco de ADN nacional y una investigación a fondo de ese tema. Las que se han hecho son todas a través de las víctimas y algunas publicaciones pero hace falta una investigación por parte del Estado. Los historiales de las víctimas son privados y muchas veces ellas no tienen acceso porque ha desaparecido toda la documentación. Y los archivos de la iglesia también son privados y hace muy difícil profundizar.
Con todas esas dificultades se habrá topado usted también a lo largo de este proyecto, ¿cierto?
Sí. Y es muro infranqueable. ¿Cómo se investiga si no es posible el acceso a estos documentos? Yo lo hice a través de lecturas, entrevistas con las víctimas y de estar en contacto con las asociaciones de bebés robados que hay en todas las comunidades. Las víctimas están muy organizadas, ha habido muchas denuncias y todas han ido para atrás por aplicarse la Ley de Amnistía del 77. Se topan con un muro infranqueable y con mucha impotencia. Es muy duro. Intentamos abordar el tema desde diferentes ámbitos. Sobre todo la vía más directa es a través del testimonio de las víctimas, que es coincidente en muchísimos casos. La memoria oral es la más fiable en este caso.
Cuando le entregaron el Premio Nacional de Fotografía en 2020, le causó sorpresa porque considera que sus creaciones son «incómodas».
Sí, son muy incómodas. Por eso precisamente me sorprendió, porque es un premio institucional que parte del Ministerio de Cultura. Son proyectos en los que se abordan acontecimientos que no han tenido visibilidad ni siquiera en los libros de historia que estudian los chicos en institutos y universidades. Mis alumnos, que ya son mayores, tampoco tienen conocimiento de estos temas. Es bastante preocupante que en un país como el nuestro se haya ocultado tanto, también a nivel mediático pero sobre todo institucional. Las generaciones jóvenes no saben nada de este tema y tienen un vacío absoluto de qué es lo que ha pasado en la historia reciente. Tienen un vacío absoluto de sus raíces, ni siquiera los padres les han hablado de todo esto. No saben nada. Yo intento visibilizar estos vacíos en la historia hablando de las prisiones habilitadas o campos de concentración, el trabajo de los presos políticos y una deriva de todo esto es el tema de los bebés robados. Hubo una trama organizada muy grande y que se extendía por todo el país con bastantes instancias implicadas.
¿En ese interés suyo por rescatar la memoria la fotografía es a herramienta perfecta?
Sí. He trabajado también con escultura pero en los últimos proyectos opto por una fotografía bastante ortodoxa y académica en el sentido de que no se interviene. Recojo las localizaciones y los espacios. Si bien es verdad que en los últimos proyectos se registra un estilo visual coherente con todos ellos: fachadas que identifican los espacios donde los colores están desaturados. No llegan al blanco y negro, pero casi. No hay presencia del elemento humano porque la memoria está ahí y es una memoria contenida. Lo que intento representar son las localizaciones geográficas bajo mi perspectiva visual y que el espectador vea que pese a no estar, el elemento humano sí que está presente.
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