Entrevista | María Luisa Pita Exjefa del servicio de Sanidad Ambiental de la Dirección General de Salud Pública del SCS
María Luisa Pita: «La situación de Salud Pública es dramática, sobre todo en Canarias»
María Luisa Pita se jubiló el pasado año como jefa del servicio de Sanidad Ambiental de la Dirección General de Salud Pública del Servicio Canario de la Salud (SCS). El martes, recibió la Medalla de Oro de la Profesión Farmacéutica en reconocimiento a su trayectoria, en una gala celebrada en el Gran Teatro CaixaBank Príncipe Pío –Madrid–. En el acto, la profesional resaltó las dificultades por las que atraviesa esta estructura sanitaria.

María Luisa Pita / ED
¿Qué significa para usted el reconocimiento que ha obtenido?
La verdad es que ha sido algo completamente inesperado. Pero para mí lo más importante ha sido poder transmitir durante el acto, en el que estuvo presente el secretario de Estado de Sanidad, las enormes dificultades por las que está pasando Salud Pública en España. La situación es dramática en todo el país, pero especialmente en Canarias. Durante mi intervención, tuve la oportunidad de trasladar que hay que hacer algo de forma urgente, porque el deterioro al que se ha llegado es muy grave y preocupante. No está habiendo transmisión del conocimiento porque las plantillas están congeladas desde hace 30 años. Hay que tener en cuenta que somos la inversión más rentable y barata, ya que en Salud Pública no hace falta pagar patentes, equipos, aparatos de última generación, ni material fungible. Solo hace falta personal cualificado y estable que pueda formarse y transmitir el conocimiento en el tiempo. La salud pública es la base del sistema sanitario, sobre la que descansa toda la estructura. Si esa base se corrompe, el castillo de naipes se cae, como ya ocurrió durante la pandemia de coronavirus. Ahí se vislumbró la precariedad de la estructura en todas las comunidades autónomas sin excepción y en el propio Ministerio de Sanidad.
Además de la escasez de personal, ¿cuáles son las principales dificultades a las que se enfrenta la Dirección General de Salud Pública?
La principal dificultad es que no podemos transmitir el conocimiento. Yo prorrogué mi jubilación por temor a que no se cubriera la plaza. Tuve la fortuna de poder pasar el testigo, pero los que quedan no podrán hacerlo porque desde hace 30 años no se cubren bajas. No hay que olvidar que la salud pública es el trabajo continuado de un equipo de profesionales, pues hay que intervenir en una sociedad en su conjunto. Tenemos que actuar sobre los condicionantes de la salud. Para eso, tiene que haber un equipo que siga coordinadamente un camino trazado y con un objetivo claro. Esto solo se consigue con personas bien formadas que dispongan de una mesa, una silla, un ordenador y muchas bases de datos que permitan obtener información de calidad sobre la salud y la población del entorno. Todos los directores del Servicio Canario de la Salud que hemos tenido se concentran exclusivamente en las listas de espera, que es algo muy importante, pero las listas de espera no son la causa, sino la consecuencia. Se olvidan de esto y no les da tiempo de intervenir sobre las causas. En este sentido, me gustaría hacer referencia a la Ley de Salud Pública, que en la línea cuarta del Preámbulo dice que «el dispositivo asistencial no es el principal condicionante de nuestro nivel de salud, la salud se gana o se pierde en otros terrenos...» En esto hice mucho hincapié en mi discurso, porque tenemos que tener presentes los factores que condicionan la salud de la población en su conjunto, ya que es la base que va a permitir que el gasto disminuya. Por eso, es imprescindible disponer de equipos cohesionados.
Su trayectoria profesional es muy extensa. De hecho, pasó más de 43 años trabajando en la Dirección General de Salud Pública del SCS. ¿Qué es lo que más le enorgullece de su carrera?
Además del equipo cohesionado de trabajo que queda en Sanidad Ambiental, que es buenísimo, ha sido para mí una tranquilidad pasar el testigo a otra compañera. Eso es lo más importante. También ha sido muy relevante evaluar el impacto en la salud de los riesgos ambientales, algo que está contemplado en el artículo 35 de la Ley de Salud Pública. Esto quiere decir que Sanidad Ambiental informa sobre todos los planes y programas que son susceptibles de afectar a la salud de la población, lo que se traduce en elaborar informes de impacto ambiental en la salud. Ahí tenemos serios problemas en este momento, y a mí me satisface haber podido intervenir en todos estos proyectos porque esto va a determinar el presente y el futuro de la población. Para mí, el mayor orgullo a lo largo de todos estos años ha sido intentar poner el foco donde está el problema. Dos ejemplos recientes los ponen Puerto Naos y el proyecto para la instalación de una central eléctrica de 70 MW en el Puerto de La Luz. Nosotros hemos informado de estas situaciones y desconozco si se tendrá en cuenta el criterio sanitario. En concreto, lo que está pasando en La Palma es muy serio, pues se va a abrir la entrada a la población en una zona que está expuesta a altas emisiones de CO2 y no se conocen los efectos que pueden provocar estas concentraciones en la salud de la población a corto y largo plazo. Salud Pública ha elaborado una decena de informes exhaustivos sobre los riesgos y se ha hecho caso omiso. No sabemos lo que va a pasar. Sabemos que a concentraciones superiores a 5.000 ppm –partes por millón– se ha descrito dolor de cabeza, confusión, disnea, sudoración, aumento del ritmo cardíaco y de la presión arterial, desorientación, asfixia y convulsiones. En ese entorno se han medido hasta 100.000 ppm, cuando el valor normal de CO2 en el aire que respiramos ronda entre las 350 y 420 ppm. También se han detectado concentraciones de radón muy por encima de los valores aceptables.
¿Cuál diría que es el mayor reto al que se ha enfrentado en su vida laboral?
Este que he descrito es uno de ellos, pero como ese ha habido muchos. La central eléctrica del Puerto de la Luz es otro problema, ya que también hemos hecho informes alertando de la inconveniencia y los riesgos que tiene para la salud de la población el hecho de instalarla a 1.100 metros de donde residen personas, con un régimen de vientos dominante de nornoreste que va a introducir las emisiones en la ciudad. Aunque el gas natural es menos contaminante que el fuel, va a tener efectos permanentes e indeseables para la salud. En el procedimiento de autorización de estos proyectos, nuestros informes no son vinculantes, sino informativos. Cuando no son del agrado del solicitante, nos hacen informar sobre lo mismo una y otra vez hasta que se diga lo que quieren oír, pero eso es imposible, pues los sanitarios tienen que emitir informes para preservar la salud de la población, sin tener en cuenta otros intereses. Nos acusan de ser ecologistas y de impedir el desarrollo económico, pero si la central se instalara en un lugar sin población, nosotros no tendríamos nada que decir al respecto.
¿Cómo fue su labor durante la pandemia de coronavirus?
En la pandemia, nuestro equipo de Sanidad Ambiental evaluaba el riesgo de transmisión en cada uno de los escenarios de exposición: en espacios interiores, a determinadas distancias, en zonas exteriores, etcétera. Para eso, hacíamos una matriz de riesgos y dábamos un valor a cada peligro. También diseñábamos las medidas de protección de la salud que se debían adoptar a partir del análisis de los datos relacionados con los ingresos, los agravamientos y los fallecimientos que nos facilitaban diariamente. Nuestras propuestas se elevaban al Consejo de Gobierno para la toma de decisiones, pero ahí se establecía otra guerra sin cuartel en la que ya no participábamos. No parábamos de elaborar un informe sobre otro, pero nunca dejamos de velar por la salud de la población.
¿Cuál fue el mayor aprendizaje de este período?
Los técnicos adquirimos una experiencia impagable durante la pandemia, pero nuestros gobernantes no han aprendido nada. En la pandemia se puso de manifiesto la precariedad de los medios disponibles en España para la prevención primaria en Salud Pública. Tanto fue así, que en la Declaración de Zaragoza sobre Vigilancia en Salud Pública se reunieron todos los responsables de la sanidad en España de todas las comunidades autónomas y del Ministerio, y en ella se hizo el firme propósito de reforzar los servicios de Salud Pública en el país. Lamentablemente, no se ha hecho nada, y yo misma se lo transmití en el acto de entrega de mi reconocimiento al secretario de Estado.
Usted vivió muy de cerca la creación de la Atención Primaria en España. ¿Cómo recuerda este momento?
Fue el momento más emocionante de la sanidad española y fue posible gracias al mejor ministro de Sanidad que ha habido en España, Ernest Lluc, que en 1984, con un real decreto de folio y medio, revolucionó el sistema sanitario público con esta iniciativa. Recuerdo que el primer centro de salud que se creó en Gran Canaria fue el de Guía y el segundo el de Maspalomas. Ahora la Atención Primaria comienza a colapsar y empieza a haber lista de espera en este nivel asistencial. ¿El motivo? Básicamente, que falla el eslabón inmediatamente anterior, que es la prevención primaria en Salud Pública.
Sus últimos años en activo los pasó al frente del servicio de Sanidad Ambiental. ¿Cuáles son las principales fortalezas de esta área?
La principal fortaleza es la calidad del personal que ha hecho posible la consolidación de programas de vigilancia sanitaria muy potentes, como el de la calidad del agua de consumo humano, de las playas, piscinas, productos químicos y biocidas, entre otos. Ahora tenemos que enfrentarnos a nuevos riesgos emergentes, derivados del clima y del tránsito de personas y mercancías, por ejemplo, la entrada en Canarias de los mosquitos Aedes aegypti y Aedes albopictus, este último conocido como mosquito tigre. Ambos son transmisores de enfermedades aquí inexistentes como el dengue, zika, chikungunya y fiebre amarilla. En 2019 conseguimos erradicar el mosquito Aedes aegypti en Fuerteventura, allí nos instalamos con los inspectores del Área de Salud de Fuerteventura, rastreando la zona afectada casa por casa desde la mañana hasta que se ponía el sol, buscando los criaderos y explicando a la población el modo de ayudarnos a evitar su propagación. Con el asesoramiento del Instituto de Enfermedades Tropicales y Salud Pública pudimos erradicarlo. Más tarde, en 2021 pudimos detener su propagación en la Isla de La Palma. Ahora, mis compañeros están luchando contra el mosquito tigre en las islas de Gran Canaria y de Tenerife. Es un trabajo que no termina nunca, y es fácil comprender que sin personal cualificado y estable es imposible conseguirlo. Otra de las grandes fortalezas es la Sociedad Española de Sanidad Ambiental -SESA-, una sociedad científica en la que estamos todos los técnicos de esta área de conocimiento en España que nos brinda un apoyo científico muy importante para nosotros. La tercera fortaleza es la Comisión de Sanidad Ambiental de la Subdirección General de Sanidad Ambiental del Ministerio de Sanidad, donde hay un representante de cada comunidad autónoma, con el objetivo de llevar a cabo un trabajo técnicamente cohesionado en toda España, porque los riesgos ambientales no entienden de autonomías. Estos dos órganos nos han permitido intercambiar conocimientos y experiencias entre los técnicos de Sanidad Ambiental de toda España, lo que en ciencia es imprescindible.
¿Y las debilidades?
El abandono absoluto por parte de todos los directores del Servicio Canario de la Salud, que ha habido desde el año 2000 hasta ahora, sin excepción, y que de facto, han impedido el desarrollo de la salud pública en Canarias. Confiemos en que el nuevo director del SCS no siga la estela de sus predecesores, y atienda a las demandas de su director general de Salud Pública.
¿Cuáles cree que son los principales desafíos que deben asumir los salubristas que trabajan en la Dirección General de Salud Pública?
Como no se cubren las vacantes desde hace 30 años, el gran objetivo de todos los sanitarios de la Dirección General de Salud Pública es garantizar la supervivencia de los programas de vigilancia sanitaria existentes que hemos consolidado tras muchos años de trabajo, hasta que un día ya no quede nadie. No se pueden abrir nuevas líneas de trabajo ni enfrentar nuevos riesgos, solo se pueden concentrar en la supervivencia de lo que tenemos. Es una tragedia para la población y para el mantenimiento de nuestro sistema sanitario público, porque esa ha sido la enseñanza más importante de la pandemia. El sistema sanitario colapsa cuando falla la prevención primaria en salud pública. Nuestros gestores deberían saber que al mismo tiempo que se emplean recursos para reducir las listas de espera, hay que reforzar los servicios de salud pública que permitan mejorar el estado de salud de la población y aliviar la presión asistencial. Esto lo sabemos todos, porque es lo primero que nos enseñan en la facultad, pero se ve que a nuestros gestores se les olvida.
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