Entrevista | Lina Tost Jefa de servicio de Psiquiatría del Hospital de La Candelaria
«Hay que humanizar más el trato al paciente con trastorno mental»
En el Día de la Salud Mental, la jefa de servicio del Hospital de La Candelaria, Lina Tost, reivindica una mayor y mejor atención a los pacientes con trastornos mentales graves a través de un cambio de modelo de atención que proporcione cuidados más humanizados.

| carsten w. lauritsen / Verónica Pavés
¿La pandemia nos ha hecho más conscientes del cuidado de la salud mental?
Hay una serie de cuestiones que están incidiendo en la salud mental de la sociedad que tienen que ver con la pandemia, pero también con el cambio climático, así como de ciertos valores y de situaciones que la sociedad daba por seguro y que de repente se ponen en duda y hacen tambalear los cimientos de seguridad. Eso ha generado una sensación de vulnerabilidad y de fragilidad entre todos nosotros, especialmente en la población infanto-juvenil. En lo que se refiere al trastorno mental grave en psiquiatría, no ha habido incidencias especiales debido a la pandemia.
La Consejería de Sanidad ha avanzado en la integración de la figura del psicólogo en los centros de salud y en la mejora de las condiciones de las unidades de psiquiatría, pero ¿de qué adolece aún la cobertura de la salud mental?
Integrar a psicólogos en Atención Primaria ha sido un paso muy importante. Sin embargo, me preocupa la carencia de profesionales que existe a nivel nacional debido a que no se ofertan demasiadas plazas de Psicólogo Interno Residente (PIR). El Sistema Nacional de Salud (SNS) está obligado a contratar psicólogos clínicos formados por esta vía y no los encuentra. Eso se traduce en unas carencias asistenciales que se viven especialmente en Canarias, porque nuestra lejanía dificulta captar a profesionales. Eso está generando una situación muy compleja y hay que priorizar también la atención de los trastornos mentales de mayor impacto. Es el momento de plantear una modificación del modelo de atención al trastorno mental grave.
¿En qué dirección hay que cambiar el modelo?
Necesitamos un modelo terapéutico orientado a la reinserción del paciente con trastorno mental grave. Eso significa matizar el modelo clínico-terapéutico que hemos alcanzado después de muchos años de oscurantismo, donde se vulneraban los derechos de los pacientes y estos eran tratados de una manera absolutamente deleznable. Hemos conseguido humanizar la psiquiatría en ese aspecto y, además, ha habido grandes avances farmacológicos. Pero ahora hay que dar un paso más allá. Hay que humanizar más si cabe el trato al paciente con trastorno mental. ¿De qué manera? Articulando intervenciones que consistan en reinsertar al paciente en el tejido social. Estamos en el camino, pero hay que seguir desarrollando equipos comunitarios y trabajar sobre el paciente dentro de su medio familiar y social. Debemos pasar del modelo hospitalocéntrico que consistía en que imponer un tratamiento al paciente que ingresa sin consentimiento. Es consustancial a la enfermedad mental grave no tener conciencia de enfermedad en el momento de la crisis. Pero ahí es donde fallan las cosas, porque se ha de intentar lograr un consentimiento del paciente a largo plazo. Es la única manera de que el paciente no reingrese y pueda insertarse en asociación. Este es el reto en el que estamos, pero que hay que acabar de completarlo.
¿En qué situación se encuentra la atención a la Psiquiatría en el Hospital de La Candelaria?
Hace cuatro años nos encontrábamos en una situación de absoluta saturación asistencial. No había camas y se sacaban de otras plantas del hospital sin ser de psiquiatría. A pesar de eso, cada día había pacientes en el servicio de urgencias en condiciones no adecuadas de sujeción mecánica. Llegaba al punto de que muchas veces ni siquiera conseguíamos una cama para ello. Su única experiencia de ingreso era una permanencia en el servicio de urgencia durante 15 días. Eso lo hemos cambiado y hoy en día disponemos siempre de camas, lo que nos permite poder ingresar todo aquel paciente que lo requiere tras hacer un filtro clínico.
¿Cómo han llevado a cabo esos cambios?
Hemos afrontado la crisis aguda del paciente desde su ingreso de una forma más amplia. No solo lo abordamos desde el punto de vista médico-psiquiátrico y, por tanto, farmacológico; también hacemos un diagnóstico de su situación social y familiar. Eso nos ha permitido ver cuál es la problemática de este paciente desde el primer día, lo que nos ayuda a articular medidas al alta que favorezcan su reintegración o la búsqueda de una alternativa de alojamiento. Para eso también hemos trabajado en coordinación con el Equipo Comunitario Asertivo, que era un equipo que ya existía en el Hospital de La Candelaria, pero que tenía poca visibilidad y que no acababa de poder dar todo su potencial. Además, también hemos instaurado terapias grupales, terapias de intervención y de concienciación de las familias y modificado el ambiente terapéutico de la planta. No hay que olvidar que el paciente mejora antes y de una manera más prolongada cuando el ambiente es favorable. También hemos mejorado en la acogida del paciente, tratándolo dignidad y dándole capacidad de decisión sobre el tratamiento. De esta manera, el paciente vive la experiencia de acogimiento durante su hospitalización y sabe que nosotros lo vamos a devolver a su vida y que siempre estaremos aquí.
¿Cuáles están siendo los resultados de esta nueva actuación?
Independientemente de las camas y su alivio, que pueden suponer un ahorro para el hospital, hemos conseguido que los pacientes que salen de la hospitalización expresen satisfacción, una concienciación sobre la patología y vuelvan más frecuentemente de forma voluntaria. También se han observado menos tasas de reingreso.
¿Colaboran también con las familias?
Trabajar con las familias es complicado. La psiquiatría tiene la ardua tarea de conciliar los derechos del paciente con los derechos de las familias y no siempre coinciden. Entendemos que para las familias tener una persona, con crisis frecuentes y graves es un deterioro. Y mientras, el paciente tiene derecho a tener una vida digna, con los mismos derechos que el resto de personas. Por eso hay que trabajar terapéuticamente con las familias. Nosotros hacemos intervenciones familiares aquí durante la hospitalización. Pero nuestro trabajo se prolonga fuera de la planta de hospitalización por el equipo comunitario asertivo que va directamente a la casa donde se valora e interviene sobre posibles conflictos familiares.
¿Por qué se produce de forma tan frecuente ese hurto de derechos a estos pacientes?
La enfermedad mental a veces asusta y desencadena prejuicios. En particular sobre la peligrosidad del paciente. Y es cierto que cuando no se recibe un tratamiento adecuado durante un largo periodo de tiempo, la enfermedad puede deteriorar mucho al paciente. Pero el pronóstico ha mejorado mucho gracias a los avances en psiquiatría, en medicina y en los fármacos. Pese a ello, prevalece esa imagen de pacientes que vagan por las calles hablando solos. Eso ya no existe. Hoy en día uno puede tener una enfermedad mental perfectamente controlada gracias a la medicación y con posibilidades de insertarse en el mundo laboral, familiar y social en todos los aspectos.
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