Las alternativas a los cigarillos persiguen convencer a los gobiernos de sus beneficios
Una reunión de expertos ahonda en la disparidad de criterios para regular los nuevos dispositivos para fumadores e insta a los ejecutivos a financiar más investigación

De iz. a der., participantes en el Congreso: David Sweanor, Konstantinos Farsalinos, Marewa Glover, Dimitri Richter, Martin Cullip y Heino Stover. | | E.D. / Verónica Pavés

El tabaco calentado busca el aval de la ciencia para convencer de los beneficios de los que presume a los gobiernos y la Organización Mundial de la Salud (OMS) y atraer a todos esos fumadores que siguen consumiendo tabaco convencional y no tienen previsto dejar de fumar. El objetivo final es que estos usuarios transicionen hacia la que los participantes en el Sexto Congreso Científico sobre Reducción de Riesgo del Tabaco (Summit Tobacco Harm Reduction, por sus siglas en inglés) han calificado como «una alternativa con menos riesgos».
En la reunión, celebrada en la ciudad de Atenas, en Grecia, médicos y científicos de diferentes lugares del mundo han hecho hincapié en la necesidad de que los Gobiernos y fundaciones financien más investigación independiente para poder dar a estos productos un marco normativo más acorde a sus riesgos y beneficios.
Este llamamiento a la colaboración de los Gobiernos ocurre en un momento en el que las tasas de tabaquismo en España se han estancado en el 26% (8,8 millones de personas) y el cumplimiento de los objetivos de la Unión Europea –que aboga por reducir el número de fumadores por debajo del 5% en 2040– se ve cada vez más lejano. Una parte de los profesionales cree que, tras años realizando campañas de concienciación y de deshabituación tabáquica en consulta, el siguiente paso es concebir los nuevos productos de tabaco calentado y cigarrillos electrónicos como una nueva alternativa para aquellos que no quieran dejar de fumar.
El argumento que esgrimen los participantes de este encuentro internacional a favor de estos productos es una supuesta reducción del riesgo de contraer enfermedades asociadas al tabaquismo, tales como el cáncer de pulmón o los eventos cardiovasculares. Como ejemplo ponen a Suecia, donde el uso de Snus –unas bolsitas con tabaco oral que se introducen entre el labio y las encías– desde hace ya más de medio siglo ha reducido hasta el 5% el número de fumadores y ha hecho caer las tasas de problemas cardiovasculares y cáncer asociado al hábito de fumar hasta las cifras más bajas de la Unión Europea.
Cigarrillos electrónicos
En el Congreso, el tabaco calentado y los cigarrillos electrónicos se posicionan como una de las herramientas más prometedores a la hora de reducir el daño generado por el hábito tabáquico en millones de personas en el mundo. Aunque los datos varían dependiendo del producto, según la información disponible estos productos exponen al fumador a una menor proporción de sustancias tóxicas que un cigarrillo tradicional. Por lo que, para los expertos, su uso como alternativa terapéutica o su impulso en el mercado puede suponer una «oportunidad» para reducir el riesgo al que se exponen estas personas en todo el mundo al consumir menos cigarrillos tradicionales.
Pese a los posibles efectos beneficiosos a los que aluden los expertos, los dispositivos de tabaco calentado, al igual que los cigarrillos electrónicos y los vapeadores, se han encontrado de frente con la oposición de una parte de la comunidad científica, de los agentes de salud pública y de algunos gobiernos.
Regulación desigual
La apelación a la ciencia tiene su origen en el acalorado debate que se ha formado de acuerdo a la desigual regulación que los países han adoptado para comercializar estos productos. Mientras algunos han aprobado leyes que les permiten tener unos impuestos más laxos que el tabaco convencional –de acuerdo a la asunción de que cuentan con menor riesgo y por ende, producen menor daños y menos impacto en el sistema sanitario– (en este grupo se incluyen Reino Unido, Nueva Zelanda y Suecia), otros países han decidido limitar su consumo como lo haría al tabaco convencional o, incluso, prohibir su compra –como en India–. «Es inaceptable, están legislando basándose en emociones y mientras, siguen vendiendo tabaco sin ofrecer estas alternativas», sentenció Farsalinos. En caso concreto de Reino Unido y Japón, gracias a la regulación de estos dispositivos han conseguido reducir el consumo de cigarrillos.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha mostrado un firme rechazo a este tipo de productos aludiendo a que las campañas de comunicación llevadas a cabo pueden llevar a confusión entre la población y considera que no existe tal reducción del riesgo. A raíz de estas conclusiones, el Ministerio de Sanidad justifica la regulación de estos productos con el mismo marco legislativo que el tabaco convencional aludiendo a la escasa bibliografía científica independiente, el desconocimiento de los efectos a largo plazo y algunos datos iniciales que modulan el optimismo de los presentados por la industria.
La OMS se reunirá el próximo mes de noviembre en Panamá para la décima Conferencia de las Partes del Convenio Marco para el Control del Tabaco, que reunirá a 182 países, emitiendo recomendaciones sobre cómo trabajar en la lucha contra el tabaquismo.
La disparidad de datos y criterios ha llevado a expertos como la cardióloga del Hospital Universitario de Atenas, Agathi-Rosa Vrettou, a defender que «los científicos deben ser más activos para avanzar en las políticas» que regulan estos productos. «Se necesita investigación para entender si debemos preocuparnos por uno u otro producto», añadió, por su parte, Solomon Rataemane, jefe del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Limpopo durante la primera jornada del congreso.
No obstante, durante la reunión científica otras voces, como la de Renee O’Leary, investigadora de la Universidad de Catania (Italia) han insistido en que la evidencia disponible es suficiente. «La época de la suposición ya pasó, existe evidencia suficiente», aseveró haciendo alusión a los estudios que han demostrado que estos productos sin combustión producen menos daño en quienes lo consumen y en su entorno. La segunda jornada del Congreso, de hecho, estuvo llena de reproches hacia la OMS, a la que expertos como el físico y profesor de la Universidad de Patras (Grecia), Konstantinos Farsalinos, tacharon de «no hacer un buen trabajo». Farsalinos admitió que el papel de la OMS es fundamental para que se apliquen este tipo de productos para la reducción del daño, pero también la acusó de tener una posición «idealista» y de máximos que está «causando daños en la salud pública».
Pese a estar convencidos de los beneficios que estos productos pueden tener para los ya fumadores, los expertos también han puesto de manifiesto su preocupación por el uso concreto de vapeadores entre los jóvenes. «Se está produciendo un incremento de jóvenes que se inician en el hábito tabáquico con vapeadores, los jóvenes que consumen estos productos representan el 50% de los fumadores en ese rango de edad», argumentó Tim Philips, experto en datos y fundador de Tamarin Intelligence.
Adicción a la nicotina
Más allá del debate sobre los beneficios que estos dispositivos pueden tener en la salud de las personas que no piensan dejar de fumar, durante el congreso también se hizo mención a la adicción a la nicotina. «Debemos replantearnos cuántos adictos podemos tener en el mundo», insistió Philips. Y es que estos dispositivos se basan en seguir administrando nicotina, pero como insistieron los expertos, esta sustancia no tiene riesgos intrínsecos más allá de la adicción.
En este sentido, el biólogo Giovanni Di Volti demostró cómo la nicotina puede tener resultados beneficiosos en la progresión del síndrome del hígado graso, siempre que no sea inhalada. «La nicotina modifica la progresión de la enfermedad y puede beneficar al contenido lipídico», insistió. Otros científicos defienden, además, que estos dispositivos pueden regular la nicotina, con lo que permite ir mitigando las adicciones.
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