Severiano García tiene 85 años y es de Lanzarote. Este exdirectivo de la Caja de Ahorros con cinco hijos y ocho nietos es uno de los protagonistas de la campaña que, con motivo del Día Internacional de las Personas de Edad que se celebra cada 1 de octubre, ha emprendido la Consejería de Bienestar Social del Gobierno de Canarias. Con el lema «El valor de la experiencia» se pone de relieve la importancia que tienen las vivencias y conocimientos del colectivo sénior para el desarrollo vital y personal de los jóvenes de las Islas.

Este conejero, que está al frente de la Asociación de Vecinos ASOMAVO, es uno de los algo más de 345.000 mayores de 65 años que actualmente hay en Canarias. Desde la Dirección General del Mayor son conscientes «del reto que implican estas cifras» y de ahí que prioricen, entre otras cosas, la modificación de la actual Ley del Mayor, que «lleva desde 1996 sin actualizarse». Lo asegura Verónica Meseguer, que está al frente de este organismo de nueva creación y con el que la Consejería de Bienestar Social busca «asegurar que los más de 600.000 mayores que habrá en las Islas en 2035 cuenten con una vida digna».

La experiencia de los canarios más longevos no sólo debe ser escuchada para mejorar la política de envejecimiento, sino que «supone una fuente de sabiduría que puede transferirse a los más jóvenes estableciendo redes de complementariedad», indica Meseguer. Y esto, a pesar de que Severiano cree que está más capacitado para «aprender de los chavales que para dar consejos».

Canarias afronta el reto de la mejora de las políticas de envejecimiento

Con un futuro incierto para los jóvenes del Archipiélago debido a la volatilidad del mercado laboral a causa de la pandemia, la guerra en Ucrania y que se acentúa con la subida de precios, «la capacidad de resiliencia de la tercera edad supone toda una lección de aprendizaje», señala la directora general del Mayor. Y la formación fue precisamente el talón de Aquiles de Valentina Marrero, una «abuela de 75 años de Gran Canaria que se siente de 40». Así se define esta mujer que tuvo que dejar el colegio a los 11 para cuidar niños y «llevar dinero a casa». Precisamente, el trabajar desde pequeña le ha valido para «tener siempre lo pies en el suelo».

Y es en la fragilidad del actual mercado laboral en lo que coinciden los protagonistas de esta iniciativa, que no ocultan su preocupación por el porvenir y el futuro de sus nietos. «Les digo que estudien, que se estudia para trabajar», indica Severiano sin olvidar que ahora «los chicos y chicas tienen más oportunidades que antes y son más prácticos y resolutivos». «Mi tío me dijo que la mejor escuela era la vida y eso le he transmitido a mis hijos, no hay mejor lección», rememora sin evitar emocionarse.