En Economía, como en cualquier disciplina científica, la utilización de modelos es una práctica habitual. Un modelo económico es una representación simplificada de la realidad, es decir, una forma de facilitar la compresión de las relaciones que se establecen entre los diferentes elementos que integran la economía de un país o región. Su objetivo, por tanto, es ayudar a comprender los fenómenos económicos.
En cualquier libro de texto de introducción a la economía se encuentra el diagrama del «flujo circular de la renta» (ver imagen, diagrama izquierdo). Este modelo trata de ilustrar, de forma sencilla, cómo funciona una economía. En él, la economía se representa como un conjunto de mercados de bienes y servicios, y de trabajo y capital, donde las familias y empresas interactúan adoptando diferentes roles: las familias demandan bienes y servicios en los mercados, actuando como consumidores, y ofrecen sus servicios profesionales en el mercado laboral, actuando como trabajadores. Por su parte, las empresas ofrecen (venden) bienes y servicios y demandan trabajo en el mercado laboral.
Sin embargo, el «flujo circular de la renta» deja fuera aspectos que son fundamentales para comprender adecuadamente el funcionamiento de la Economía. Más allá de la utilidad didáctica del diagrama, hay que señalar que cometeríamos un grave error si interpretáramos el sistema económico o tomáramos decisiones, basándonos exclusivamente en ese modelo, sin tener en cuenta que la realidad es mucho más compleja.
Para comprender las implicaciones que se derivan de una incompleta interpretación del «flujo circular de la renta», veamos un ejemplo a partir del cuerpo humano. Sabemos que el cuerpo humano está integrado por diversos órganos que mantienen entre sí relaciones estructurales. Cada uno de ellos cumple diferentes funciones vitales, todas ellas importantes e interdependientes. Para que todas esas funciones tengan lugar, el cuerpo humano necesita energía solar (alimentos) y, como consecuencia de ello, generar residuos. Funcionamos, por tanto, como un sistema abierto, con límites, que interactúa con el resto de la Naturaleza.
Sin embargo, si extrapolamos al cuerpo humano el modelo del «flujo circular de la renta», deberíamos adoptar las siguientes hipótesis: 1) el cuerpo humano no ingiere alimentos (ej. no hay apropiación de energía y materia), 2) el cuerpo humano no genera residuo alguno (ej. no hay desechos en el sistema productivo), 3) hay órganos del cuerpo que no son importantes (ej. los bienes comunes) y 4) hay órganos del cuerpo que molestan (ej. el Estado).
Con el fin de solventar las limitaciones detectadas en el icónico modelo del «flujo circular de la renta», la economista Kate Raworth propone un diagrama alternativo, al que denomina «economía incardinada» (ver imagen, diagrama derecho), que coincide, a su vez, con el «enfoque ecointegrador» ya propuesto con anterioridad por el economista español José Manuel Naredo. En este nuevo diagrama se incorporan nuevos elementos. Mencionaremos solo algunos de ellos.
En primer lugar, en el diagrama de «economía incardinada» o «enfoque ecointegrador», la sociedad se considera un subsistema de la naturaleza (de hecho, el homo sapiens es naturaleza) y la economía es, a su vez, un subsistema de la sociedad. En segundo lugar, y como consecuencia de lo anterior, se deberían tener en cuenta los flujos (y stocks) de materiales, energía y residuos (en su dimensión física). Incluir estos elementos desterraría la idea (errónea) de que los recursos (materiales y energéticos) son infinitos y que la Tierra puede asimilar, también de forma infinita, todos los residuos que genera el sistema económico. Como resultado de esta inclusión, el sistema económico podría emprender una senda sostenible de modo que la apropiación de recursos naturales y las emisiones de residuos se igualen a los límites ecológicos.
En tercer lugar, se incluiría la existencia y la relevancia de los bienes comunes, ampliamente estudiados por Elinor Ostrom, sujetos a autogestión ciudadana como, por ejemplo, pastizales, pesquerías, cuencas subterráneas, canales de riego, puentes, estacionamientos… Incluir los bienes comunes en la lógica del funcionamiento del sistema económico implicaría poder gestionar recursos naturales de forma sostenible.
En cuarto y último lugar, se reconsideraría el papel del Estado como suministrador de bienes y servicios públicos, pero también como emprendedor, asumiendo riesgos. Por ejemplo, como indica la economista Mariana Mazzucato en el libro El Estado emprendedor, «sin inversiones públicas estratégicas no tendríamos (…) las soluciones de energías renovables que podrían crear una revolución verde».
Para avanzar hacia una Economía Rosquilla en Canarias, tal como propone Raworth, se debe entender la Economía como un sistema que evolucione desde el diagrama de la izquierda de la imagen (una economía cerrada) a un diagrama como el de la derecha (una economía abierta). Debemos ser capaces de ver el panorama general y la realidad económica como un sistema abierto y complejo, desde una perspectiva más amplia que la que nos ofrece el simplificado diagrama del «flujo circular de la renta», para así alejarnos de enfoques reduccionistas, intentando tomar las mejores decisiones para nuestra sociedad.