"Tengo un 'Harrier' en mi barco"

Panorámica del 'Harrier' sobre la cubierta del 'Alraigo'.

Panorámica del 'Harrier' sobre la cubierta del 'Alraigo'. / El Día

Jorge Dávila

Acaba de anochecer y la niebla es densa. El carguero ‘Alraigo’ navega a una velocidad media con rumbo a Canarias. Se encuentra a unas 120 millas de la costa de Oporto (Portugal). Un avión de combate rompe el silencio. Hace dos vuelos rasantes antes de colocarse sobre la vertical del barco e iniciar un aterrizaje de emergencia. La acción no dura más de 30 segundos, medio minuto de tensión con un final feliz.

En el cine programaban Aterriza como puedas 2, el socialista Jerónimo Saavedra acababa de obtener 33 apoyos parlamentarios para ser investido por segunda vez presidente de Canarias y los especialistas turísticos ya vaticinaban que más de medio millón de ingleses iban a visitar Tenerife en el verano de 1983. Entre ellos no estaba el joven subteniente Watson, que sí que llegó a la Isla días antes del inicio de la estación estival pero en unas circunstancias especiales. El piloto de la Royal Navy inglesa pisó el puerto de Santa Cruz de Tenerife en las primeras horas de la tarde del 6 de junio. Su nombre no figuraba en la nómina de los cruceristas que habitualmente hacían escala en la ciudad para realizar compras a precio de saldo. El joven y sonriente Watson (25 años) iba a los mandos del Harrier 001 que completó un aterrizaje de emergencia sobre la cubierta del Alraigo cuando volaba a unas 120 millas de la costa lusa. Aunque parezca un poco extraño no era la primera vez que un buque español atracaba en la Isla llevando como «polizón» a una aeronave inglesa.

El joven piloto tuvo que aterrizar sobre la plataforma tras perder contacto con su portaviones

En marzo de 1941, en plena ebullición de la Segunda Guerra Mundial, el trasatlántico Cabo de Buena Esperanza se convirtió en una improvisada pista de aterrizaje para los tres tripulantes de un hidro inglés adscrito al acorazado Malaya. En aquella ocasión tampoco hubo heridos y, al igual que el Harrier, su llegada a Tenerife se convirtió en un verdadero acontecimiento social. Eso sí, no se hicieron trámites para su repatriación y el avión se quedó en España.

Minutos antes de las 19:00 horas del 6 de junio de 1983, el subteniente Watson esperaba la orden de despegue a bordo del Harrier. En su plan de vuelo aparecían indicaciones para que sobrevolara un espacio [Sea Hamer FRS1/FA2 - ZA 176] en el que la Royal Navy estaba realizando un ejercicio táctico: su encargo era acercarse hasta la posición de un barco para su identificación. Despegó del Illustrious [hace 40 años sólo los portaviones de la Royal Navy y el Dédalo español estaban equipados con estos aviones de despegue y aterrizaje verticales en un espacio reducido] sin novedad. Los problemas se amontonaron cuando parte del instrumental dejó de funcionar y las comunicaciones entre el piloto y la torre de control empezaron a fallar. En unos minutos el suboficial Watson perdió el contacto visual con su base en alta mar, pero siguió en el aire.

Casi dos horas más tarde el Harrier continuaba volando y se enviaron varias unidades de reconocimiento a buscarlo. Nada. Parecía que se lo había tragado el mar. Todo hacía presagiar el desastre, pero el subteniente Watson encontró la solución al problema cuando sólo le quedaba un minuto de autonomía de combustible [fracasó en su intento de aproximarse a la costa] y apareció el Alraigo en uno de sus radares. «Creo que simplemente hice lo que tenía que hacer ya que mi orgullo me impedía lanzarme en paracaídas y perder el avión», declaró cuando se encontraba en tierra firme respecto a la arriesgada maniobra de aterrizaje que planificó sobre la cubierta de un carguero que realizaba una ruta comercial entre Bilbao y Santa Cruz de Tenerife.

«No sabía qué iba a hacer»

Arriba, Watson ya estaba calibrando aterrizar en un hueco creado entre unos contenedores y una vieja furgoneta Mercedes Benz. Abajo, el capitán Aitor Suso Linaza aún desconocía la que se le venía encima: «Parte de la tripulación estaba cenando o descansado y los que estábamos de servicio vimos los vuelos rasantes que hizo el reactor antes de colocarse sobre nuestras cabezas», declaró el mando del Alraigo en Capitanía Marítima. La sala de máquinas recibió la orden de parar los motores y parte de la marinería aguardó expectante cómo se iba a resolver aquella «extraña» visita. «No sabía qué iba a hacer», reconoció Linaza pero, por si acaso, alertó a los recursos de extinción.

Todo ocurrió a tan rápido que al capitán no le dio tiempo de comunicar por radio lo que estaba a punto de suceder. «Nos vimos en una situación de riesgo», admitió en una de sus declaraciones. «En menos de 30 segundos estaba sobre nosotros... El barco se pudo escorar y acabar hundidos, pero todo salió bien». Todavía en estado de shock, Aitor Suso Linaza sólo tuvo fuerzas, una vez comprobó el buen estado de salud del subteniente Watson y de sus compañeros de travesía, para agarrar el altavoz de la emisora de radio y decir: «Tengo un Harrier en mi barco». Aquel inesperado encuentro nocturno no varió sus planes y mantuvo el rumbo previsto con destino al Puerto de SantaCruz de Tenerife. Al suboficial Watson le sirvieron una cena y le asignaron un camarote que ocupó durante más de dos días de navegación.

El Alraigo no sólo pasó a la historia por ser el primer barco no militar en el que aterrizó un Harrier, pieza clave en la Guerra de las Malvinas [un conflicto armado abierto entre Argentina y el Reino Unido el 2 de abril de 1982 para obtener la soberanía de las Malvinas, Sandwich Sur y Georgias del Sur en elAtlántico Sur], sino por ser el primer buque que accedió a la Dársena Sur de la capital tinerfeña sin ayuda de remolcadores. ¡Vaya estreno! Escorado sobre unos contenedores sobresalía el contorno de un avión cuyo valor ascendía a más de 1.500 millones de pesetas.

En tierra esperaba una comitiva británica liderada por un oficial y un equipo de expertos para valorar los daños del aparato –los más serios se localizaron en la panza y en las turbinas– y de camino a Tenerife ya se movía el petrolero British Hay, que había sido contratado por el Gobierno delReino Unido para que se hiciera cargo de su traslado al portaviones Illustrious o, en el caso de que no se pudiera realizar un trasvase en alta mar, hasta un muelle militar inglés. «El buen entrenamiento que recibí y la suerte que tuve me salvaron a mí y al avión», reconoció un simpático Watson ante los periodistas ajeno al cheque que debía preparar la aseguradora Lloyd’s.

La aeronave no fue devuelta hasta el 15 de junio debido a los problemas con el pago del «rescate»

La pregunta más repetida en las horas que siguieron al atraque del Alraigo en la Dársena Sur era «¿por qué no desembarcan el Harrier?». Y es que nadie movió un músculo hasta tener claro quién iba a abonar el rescate del avión y cómo se iba a repartir esa cantidad entre sus tripulantes [una mañana decidieron encadenarse al caza para evitar que lo bajaran a tierra sin que se cerrara un acuerdo] y el armador de un barco [Naviera García Miñaur]. En plena negociación diplomática, en el Teatro Baudet se ofertaba una película de medio pelo con algunos tintes cómicos titulada El pelotón chiflado. A veces, el destino es así de caprichoso. «Nosotros lo que queremos es el premio de salvamento que nos corresponde por las leyes marítimas», insistía Aitor Suso Linaza cada vez que los periodistas le preguntaban por una situación enquistada que obligó a actuar a varios ministerios españoles, la Embajada delReino Unido en España e incluso la Delegación delGobierno enCanarias, que por aquel entonces presidía el herreño Eligio Hernández. El ultimátum se cumplía a las 11:00 de la mañana del 15 de junio –el reparto siguiendo las normas británicas favorecía al armador y el internacional a los marineros–, cuando los tripulantes decidieron rendirse y lucir esta pancarta: «Queremos ser ingleses». ¡Amarga victoria!

Cronología

4 de junio

El mercante Alraigo abandona el canal de Deusto (Bilbao) a última hora de la tarde con rumbo a Canarias. Se trata de una travesía más de las muchas que realizaba con los puertos canarios, Aitor Suso Linaza, su capitán, no está al tanto de las maniobras que la Royal Navy está realizando en el Atlántico.

6 de junio

El subteniente Watson (25 años) despega de la cubierta del portaviones Illustrious a las 19:00 horas para realizar un vuelo de reconocimiento. Tenía órdenes de vigilar el movimiento de un barco. Enseguida se percata de que algo va mal: la instrumentación del Harrier comienza a fallar.

El joven Watson vuela a unas 120 millas del litoral luso. Son casi las 20:45 horas e intenta buscar un punto para realizar un aterrizaje de emergencia. No lo encuentra, pero en el radar distingue la presencia del carguero Alraigo y pone rumbo hacia las coordenadas en las que se encuentra el buque de bandera española.

El piloto británico realiza dos vuelos rasantes para localizar una zona de aterrizaje. El capitán del barco ordena parar máquinas, pero ignora lo que está a punto de suceder. El Harrier 001 se sitúa sobre la vertical de la cubierta y comienza a descender: la operación no dura más de 30 segundos.

7 de junio

Un oficial de la Royal Navy y casi una decena de técnicos vuelan hasta Tenerife para esperar la llegada del Harrier 001 que navega en el Alraigo. La idea es calibrar los daños e iniciar el operativo de repatriación del aparato. Los desperfectos no son serios, pero la burocracia empieza a poner pegas al traslado del avión de combate.

9 de junio

Minutos después de la doce del mediodía ya se divisa la oscura silueta del Alraigo cerca de la bocana de la Dársena Sur. En tierra cientos de curiosos aguardan al atraque de la embarcación, la primera en estrenar estas infraestructuras portuarias, que transporta al Harrier. La imagen dio la vuelta al mundo, pero el conflicto real aún no había comenzado. En cuanto se lanzaron los amarres y el barco quedó asegurado estalló una guerra, casi diplomática, por el pago de la recompensa económica que supuso el rescate de la aeronave y, sobre todo, en qué porcentaje se iba a repartir. Finalmente, el 15 de junio la tripulación del Alraigo entregó el avión a regañadientes a la Royal Navy.

Los datos

3.500 kilos pesa un ‘Harrier’

El aguilucho es un bombardero británico que se empezó a construir en 1964. El que se rescató en medio del Atlántico medía 14 metros de largo y pesaba más de 3.500 kilos.

60 segundos de autonomía

Cuando el suboficial Watson inició la maniobra de aterrizaje forzoso sobre la cubierta del mercante español sólo le quedaba combustible para un minuto de vuelo.

3,6 millones de pesetas

Esa fue la recompensa que la aseguradora británica pagó a los tripulantes del Alraigo por la devolución del avión de la Royal Navy. La negociación duró más de una semana.