Entrevista | Beatriz Flamini Deportista de élite / Ganadora del Brote Especial de FICMEC

«Para mí estar aislada 500 días en la cueva de Granada sólo fue un rato»

La deportista de élite madrileña cuenta en 'FICME adventure' de Buenavista del Norte su aislamiento voluntario a 70 metros de profundidad en Motril

Este sábado habló en Buenavista del Norte de los 500 días que permaneció aislada en una cueva de Granada. Beatriz Flamini (Madrid, 1973) contó en una cita de ‘FICMEC Adventure’ su experiencia a 70 metros de profundidad. Su conexión con David Reyes, espeleólogo y diseñador del reto, fue clave para salvar los picos más complejos de un encierro voluntario que relata en el documental ‘TimeCave’.

¿Confiaba en sacar adelante esta «locura»?

Aunque sabía que tendría muchas más probabilidades de no conseguirlo que de lograrlo, donde existe la certeza no hay dudas... Tener una gran fuerza de voluntad y un buen equipo externo coordinado por David Reyes [estuvo ayer con Beatriz Flamini en Buenavista del Norte] fue una ayuda para poder culminar esta «locura» [sonríe].

Habla de certezas y dudas, pero no de miedo.

Fuera no, aunque dentro sí que lo sentí. En realidad viví un doble miedo: uno que estaba asociado a completar el reto con éxito y otro miedo más cerca del fracaso.

¿A qué suena el silencio?

¿El silencio? [hace una pequeña pausa]. Suena a existencia, el silencio suena a ti... A una vivencia muy personal: existo, soy real. Ufff. Esto es muy difícil de aclarar en una entrevista.

¿Cómo se vive en las entrañas de la Tierra?

Con mucha quietud y paz. No es una experiencia cómoda, pero yo llevo más de diez años trabajando la soledad a través de la práctica de deportes extremos. Lo que sí le puedo decir es que si me hubiese metido en la cueva hace diez años no lo habría podido conseguir, tampoco hace un año. ¡Este tipo de cosas hay que sentirlas de verdad!

¿Y pensarlas bien porque al final la cabeza es la que manda?

Quien manda es la conciencia: la cabeza y el corazón hablan pero quien elige hacer caso al corazón, la cabeza o la intuición es la conciencia. ¡Tú tienes el control! Eso sí, en tu interior escuchas voces para que elijas entre la cabeza, que representa al diablo, o el corazón, que es un angelito.

Al final ganó el angelito, ¿no?

Ganó la fuerza de voluntad, las ganas por completar un reto increíble.

Sé gestionar las penurias, pero eso no significa que no te rías, llores o sientas qué demonios hago yo aquí..."

¿Por qué eligió Granada, qué le llevó hasta la cavidad de Motril?

Estuve a puntito de elegir Tenerife [un psiquiatra de la Isla se puso en contacto con Beatriz Flamini para garantizarle una cavidad, recursos externos y financiación] pero ya estaba en contacto con la Federación Andaluza de Espeleología y sentí que iba a ser en Motril... Tampoco sé cómo hubiera salido en Canarias pero en Andalucía me encontré con unas condiciones inmejorables.

Imagino que le faltarán dedos, incluyo en la cuenta manos y pies, para enumerar las dificultades vividas.

No crea, no han sido tantas como usted imagina. Estoy acostumbrada a verme sola, entre otras cosas, porque la soledad es la ausencia de compañía humana y animal. Me siento autosuficiente. Sé gestionar las penurias, pero eso no significa que no te rías, llores o sientas qué demonios hago yo aquí... Nadie conoce tus límites mejor que tú, ¿no?

Una de esas crisis ocurrió nada más empezar el reto.

Sí, me asusté mucho porque tuve una pérdida de peso excesiva y andaba cuatro metros y me asfixiaba... No sabía por qué pero no podía soportar el dolor de los músculos. Otro instante muy delicado se produjo cuando tuve una invasión de moscas y el tercer pico coincidió con los famosos ocho días, de los que se ha hablado tanto, que tuve que hacer una salida de emergencia porque mi integridad física se vio afectada.

En las Islas, debido a la alta concentración de gases en las cuevas, hubiera sido casi imposible llegar a plantearse estar 500 días aislada, ¿cómo pudo controlar usted esta cuestión?

Porque la cueva que elegimos estaba bien ventilada, no tenía riesgos de inundación y liberada de cualquier emisión de gases... No entré en la primera cueva que encontré a ver qué pasaba. Hubo un estudio anterior en el que tuvimos en cuenta un montón de cuestiones para que esto saliera bien.

A modo de curiosidad, he oído que en 500 días se leyó 60 libros y bebió unos 1.000 litros de agua.

Yo creo que fueron unos pocos más. Sí, fueron más de 60 [vuelve a reír]... Míos metí tres porque son tres libros que siempre viajan conmigo y los otros me los iban dando desde fuera.

¿Qué libros entró usted?

Uno fue Endurance, que es una de las muchas historias épicas que cuentan la expedición de Schakleton en la Antártida, otro fue Las voces del silencio, que me lo regalaron unas amigas, y el tercero fue Tierra.

¿Volvería a repetir una experiencia parecida?

Parecida sí, igual no...

¿Tan quemada salió?

Si fuera el 21 de noviembre de 2021 me metía de cabeza y sin pensármelo otra vez en la cueva, pero si quisiera repetirla, que posiblemente lo haga, me lo plantearía de otra manera...

¿A qué se refiere?

Explorando una cavidad un poco más larga en la que me pudiera mover mejor e incluso caminar.

En medio millar de días se perdió cosas que cambiaron la historia y no sé si su cerebro está por la labor de recuperar.

Yo me quedé anclada en el 21 de noviembre de 2021. Mi incomunicación sólo se rompía cuando mandaba al exterior una notita pidiendo comida o café, pero nada de lo que estaba pasando fuera llegó adentro. No, no... Yo no me enteré de nada. Ni siquiera de las fechas de mis cumpleaños.

¿Tiene conciencia real del instante en el que perdió la noción del tiempo?

No... Yo entré, me puse a hacer unas cosas y me eché a dormir. De todo lo que fue pasando a partir de ahí tengo vagos recuerdos. Para mí estar aislada 500 días en la cueva de Granada sólo fue un rato, un rato más o menos grande que disfruté y sufrí en soledad.

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