De festín en el Club Café

Con ocasión del Día de Canarias, los restaurantes del Grupo Compostelana brindan en sus cartas este mes de mayo sugerencias de recetario isleño

Una excepcional cazuela de cherne, con papa bonita y su escaldón.

Una excepcional cazuela de cherne, con papa bonita y su escaldón. / E. D.

Sergio Lojendio

Sergio Lojendio

Construida a mediados del siglo XVIII, la que hoy se conoce como Plaza del Charco, en el Puerto de la Cruz, ocupaba un antiguo espacio que se inundaba cuando con tiempo de mar de fondo las olas entraban por la bocana del muelle llamado por entonces Puerto Nuevo y formaban un gran charco o mareta, en el que incluso se podían pescar camarones, de ahí que durante mucho tiempo fuera popularmente denominado el Charco de los Camarones. 

Construida a mediados del siglo XVIII, la que hoy se conoce como Plaza del Charco ocupaba un antiguo espacio que se inundaba cuando con tiempo de mar de fondo, las olas entraban por la bocana del muelle llamado por entonces Puerto Nuevo y formaban un gran charco o mareta, en el que incluso se podían pescar camarones, de ahí que popularmente fuera denominado el Charco de los Camarones.

El hecho de mantener una posición central en la trama del casco urbano lo convirtió en privilegiado punto de encuentro del vecindario portuense, alcanzando la consideración –que aún mantiene– de espacio clave para entender la identidad de la ciudad.

Los estudios de investigación no precisan en qué momento aquel Charco de los Camarones, seña del pueblo marinero de La Orotava, pasó a cumplir la función urbana de plaza, si bien la referencia más certera acerca de su condición como tal data de un plano que está fechado en el año 1741.

Lo cierto es que la prohibición de edificar en aquel punto aseguró la supervivencia de este espacio en los primeros años de expansión del núcleo urbano, que desde entonces protagonizó un papel capital en el desarrollo y configuración de la estructura social y urbana del Puerto de la Cruz. Ya en 1835, la plaza conoció una destacada reforma; en 1880 se pavimentaron los paseos; en 1911 se instalaba la popular pila y en el pasado siglo XX se levantaba un quiosco de música. Bajo la sombra de las palmeras canarias y el porte de los laureles de indias traídos de Cuba en 1852, la Plaza del Charco concentraba el pulso vital de aquella ciudad abierta al mar y al comercio que conocería un enorme apogeo desde la década de los 50 con el boom turístico.

Desde judías pintas y garbanzas hasta la carne de cabra arregladita, también una ropa vieja de pulpo y el sancocho, cazuela de cherne o las costillas con papas y millo

Desde hace unos años y con evidente dinamismo, el Club Café –establecimiento del Grupo Compostelana– viene ofreciendo a naturales y visitantes una propuesta gastronómica a la altura del lugar en el que se ubica, una cocina de carácter internacional que también se nutre de identidad. De hecho, a lo largo de este mes de mayo, y a manera de guiño por la celebración del Día de Canarias, las cartas de los distintos restaurantes del grupo contienen sugerencias de sabor canario.

En el caso concreto del Club Café, y con la máxima de brindar al cliente la posibilidad de degustar buen producto y recetario isleños, la oferta se nutre de un delicioso carácter festivo.

A manera de aperitivo sorprende un almogrote verde –alternativa al rojo, más habitual– gustoso y apropiado para un bocado untuoso, como también un paté de queso ahumado. En cuanto a los siempre sabrosos platos de cuchara destacan unas judías pintas y las garbanzas compuestas, claro.

La carne de cabra arregladita no falta a la cita –hasta los guiris la piden–, tampoco la ropa vieja de pulpo o el sancocho, un atún en adobo con papas bonitas arrugadas o un delicioso bubango relleno de cherne salado, pescado también protagonista de una excepcional cazuela, con papa bonita y escaldón. La costilla con papas y millo ocupa su lugar en esta particular festín, que se endulza con Príncipe Alberto; mousse de queso, cremoso de galleta y guayaba... ¡Envido!