La cara B del cáncer

Luchadores en la enfermedad y discriminados cuando se supera: ¿por qué se deniegan hipotecas a pacientes de cáncer?

La ley no obliga a tener un seguro de vida para pedir un préstamo, pero muchos bancos lo solicitan y los problemas aparecen cuando la aseguradora se niega a tramitar una póliza a un paciente oncológico

Alfonso, Paula y Eduardo en imágenes para El Periódico de España.

Alfonso, Paula y Eduardo en imágenes para El Periódico de España. / Ferran Nadeu

Marta Alberca

Hablar de cáncer es hablar de tratamientos muy agresivos, quimioterapia, radioterapia, cambios físicos, impacto psicológico, miedo… pero, a veces, supone también hablar de discriminación. Por ejemplo, la que sufren muchos pacientes que han superado la enfermedad cuando van a pedir una hipoteca al banco y se la deniegan porque no pueden hacerse un seguro de vida, incluso llevando años en remisión completa. Es una de las conclusiones más llamativas del informe “Jóvenes y leucemia: más allá de sobrevivir”, elaborado por la Fundación Josep Carreras contra la leucemia.

Las cifras hablan por sí solas: 3 de cada 10 pacientes tiene dificultades para acceder a una vivienda de alquiler y 4 de cada 10 a una hipoteca. ¿Por qué ocurre esto? La razón es que para las entidades bancarias suelen pedir al solicitante un seguro de vida, y ahí es cuando aparece el problema. “En el momento que presentas un informe médico que dice que has tenido una enfermedad oncológica lo tiran para atrás”, explica a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, del grupo Prensa Ibérica, Alexandra Carpentier, responsable del programa de Experiencia del Paciente de la Fundación Josep Carreras.

Ahora bien ¿es obligatorio tener un seguro de vida para acceder a una hipoteca? La respuesta es no. Fuentes de la Asociación Española de Banca (AEB) señalan a este medio que "la práctica bancaria en España no exige la vinculación de un préstamo hipotecario a la contratación de un seguro de vida" y destacan que "consideran apropiado que exista una legislación europea común".

Sin embargo, la mayoría de las entidades sí lo piden. Es lo que le ocurrió a Eduardo García- Luengo Lluch, a él le detectaron una leucemia en marzo de 2017. Por aquel entonces tenía 37 años. Después de meses de ingresos, tratamientos muy duros y un trasplante de médula de un donante anónimo, finalmente consiguió superar la enfermedad.

Eduardo García- Luengo Lluch, paciente de leucemia

Eduardo García-Luengo Lluch, paciente de leucemia / Ferran Nadeu

Antes de su diagnóstico no se había planteado pedir un crédito, pero hace unos meses comenzó con los trámites y su sorpresa fue que no pudo acceder a este producto financiero simplemente por haber tenido cáncer. “Cuando le conté al gestor mi historial médico me dijo que no me iban a hacer un seguro de vida al ser personal de riesgo. Yo en teoría ya estoy sano, pero para ellos sigo siendo un enfermo”, explica.

El suyo no es un caso aislado. El 47% de los pacientes oncológicos ha tenido dificultades para pedir un préstamo, el 70% para solicitar un seguro de decesos y el 83% cuando intentaba contratar un seguro de vida, según los datos del informe. La historia de Alfonso Dacasa es parecida. Él tuvo Linfoma no hodgkin en 2005 cuando tenía 21 años. Años después sufrió una recaída con secuelas irreversibles. Ahora lleva en remisión 10 años y también ha tenido que hacer frente al escalón infinito de pedir un crédito. "Te llaman para pedirte una entrevista y al final te lo terminan denegando, porque para ellos eres un riesgo”. Este diario se ha puesto en contacto con la Unión Española de Entidades Aseguradoras y Reaseguradoras para recabar su opinión, pero han declinado hacer declaraciones.

¿Es legal que se tenga en cuenta el historial médico?

La Comisión Especial sobre la lucha contra el cáncer del Parlamento Europeo estableció en octubre de 2022 que antes de 2025 todos los países miembros deben tener una ley de derecho al olvido oncológico para garantizar que no se tenga en cuenta el historial de los pacientes cuando hayan pasado diez años desde que terminaron su tratamiento, o cinco si fueron diagnosticados siendo menores de edad. En este momento hay dos países de la Unión Europea que no tienen regulado este asunto: Malta y España.

Recientemente la vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, Nadia Calviño, aseguró que el Gobierno hará “todo lo posible” para garantizar esa ley en esta legislatura y para ser “más ágiles y más eficientes que nunca para dar respuesta cuanto antes a una situación que hay que resolver”.

Desde la Asociación Española contra el cáncer (AECC) valoran positivamente sus declaraciones, pero consideran que llega tarde. “Es un paso, pero no es suficiente, ya que solo con esta medida no se paliarían los efectos económicos que la enfermedad tiene en los afectados y sus familias”, asegura en EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, Ana Fernández Marcos, responsable de incidencia política de la AECC.

Alfonso, Paula y Eduardo, pacientes de cáncer.

Alfonso, Paula y Eduardo, pacientes de cáncer. / Ferran Nadeu

Opinión que comparten en la Fundación Josep Carreras. “Si hubiera una ley, el avance sería muy grande, pero siguen quedando cosas por hacer”, argumenta Carpentier. De hecho, ellos ponen el foco en los tiempos que marca el protocolo de la UE. “Es una ley que está hecha para los pacientes que tienen remisión completa, pero no en todos los casos esto se consigue”, apunta. Remisión completa significa que no hay traza de célula cancerígena, pero esto no siempre es así, porque hay pacientes que viven con la enfermedad de manera crónica. “Ellos, no podrían acceder a un producto financiero, por lo que se seguiría discriminando a mucha gente”, añade.

Este mantra se repite con otros trámites, como por ejemplo los seguros médicos privados. Eduardo lo intentó solicitar, tras rellenar un formulario en dos ocasiones, pero le llamaron por teléfono y al final tuvo que enfrentarse a una entrevista personal grabada en vídeo. “Era como si me estuvieran haciendo un interrogatorio por si me contradecía en alguna respuesta”, cuenta. Finalmente le aceptaron, pero su sorpresa llegó cuando vio los servicios que le cubría. “No me incluía nada que tuviera que ver con la leucemia, ni con secuelas que pudieran aparecer en el futuro. Al final solo me entraba el dentista y el oculista, y no todo, porque me tuve que operar de cataratas por la quimioterapia y eso tampoco lo cubría”, finaliza.

Alfonso Dacasa, paciente de linfoma no Hodgkin.

Alfonso Dacasa, paciente de linfoma no Hodgkin. / Ferran Nadeu

En el informe 'Un sistema sanitario en transformación. Los retos del aseguramiento privado en España', presentado recientemente en el marco de la Cátedra de Salud Responsable y Sostenible de la Universidad Complutense de Madrid y promovido por la Alianza de la Sanidad Privada Española (ASPE), se apuesta por mejorar la transparencia de los seguros de salud en España. Por primera vez, tras muchas quejas de los afectados, se alerta sobre la necesidad de garantizar la continuidad de la prestación del asegurado, con independencia de su patología y de su edad.

Esta reflexión se realiza especialmente en casos de patologías complejas (como el cáncer, la diabetes o enfermedades neurológicas) o de la tendencia creciente de cronicidades, "ante los riesgos de que las compañías aseguradoras pudieran limitar la accesibilidad a algunos servicios; condicionar en determinados casos las decisiones del prestador; incrementar el precio de las primas de forma significativa y, en casos concretos, pueden llegar a expulsar al asegurado".

Entonces, ¿qué tienen que hacer para poder acceder a uno de estos servicios? ¿Hay alguna vía de salida? La respuesta es sí, y quizás no es la más ética: “se ven obligados a mentir y a ocultar información de su historial médico”, explica Carpentier.

El trabajo: otro golpe de realidad

Los nuevos casos de cáncer en España en 2023 alcanzarán los 279.26, según el informe “Las cifras del cáncer 2023” en España de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) y la Red Española de Registros de Cáncer (Redecan). El impacto del diagnóstico varía en función de factores como la edad. Los pacientes más jóvenes viven este diagnóstico y el tratamiento en un momento vital muy determinado.

Muchos han empezado su vida adulta recientemente, han conseguido un trabajo, tienen ingresos, quizá se han independizado o tienen muchos planes de futuro. Es lo que le ocurrió a Paula Herreros. A ella le diagnosticaron leucemia linfoblástica aguda con 22 años, justo cuando acababa de terminar la carrera y había sido seleccionada por una empresa para hacer sus primeras prácticas. Pero su vida cambió y por delante vinieron muchos meses de ingresos, tratamientos y un trasplante de médula de un donante anónimo que encontró gracias a la Fundación. Ahí empezó la carrera de fondo. "La gente piensa que lo más difícil ocurre durante el tratamiento, pero para mí lo peor fue el trasplante y lo que vino después”.

Paula Herreros, paciente de leucemia.

Paula Herreros, paciente de leucemia. / Ferran Nadeu

Su principal desafío fue volver poco a poco a la vida y aceptar los cambios. “Siempre se me ha dado muy bien estudiar, pero después de la enfermedad empecé a notar que no me podía concentrar. Leía y no me acordaba de lo que había leído”, señala. Ahí es cuando surgen las dudas de no poder recuperar la vida de antes. "Me preocupaba no saber enfrentar un proceso de selección de trabajo, creía que no iba a poder”. No es un pensamiento extraño, ya que muchos pacientes se enfrentan a esta realidad, porque a medida que pasa el tiempo tras la remisión de la enfermedad, aparece el miedo a la recaída y la confrontación con la realidad. "La vida nunca será la de antes de enfermar”, apunta Carpentier.

En el proceso de reincorporación a la vida cotidiana una de las cuestiones más importantes es la vuelta al trabajo. Según el citado informe, en el momento del diagnóstico casi el 80 % de los encuestados reconoce haber tenido algún impacto laboral, sea por abandono o discontinuidad (65 %), por despido o por no renovación de contrato (20 %). Además, una vez reincorporados, casi 3 de cada 10 tienen que modificar sus condiciones laborales.

Es el caso de Eduardo, a quien la empresa pública para la que trabajaba le cambió su puesto de conductor de tren por el de auxiliar administrativo debido a las secuelas físicas que le ha dejado la enfermedad. "Tenía una vida antes del diagnóstico y una vida después que no tienen nada que ver”, explica. Tampoco Alfonso pudo recuperar su antiguo trabajo como militar debido a los efectos del cáncer, y tuvo que darse de baja al tener una discapacidad del 67%. Cabe destacar que solo al 10 % de las personas que se reincorporaron a su puesto se les ofreció teletrabajar. Además, a un 35 % su empresa no les dio facilidades para reemprender su tarea laboral.

Más allá de sobrevivir

A menudo, estos pacientes son los únicos jóvenes en una planta de onco-hematología donde la mayoría son personas de edad avanzada. Por eso este colectivo se siente desplazado, no solo con respecto a los demás ingresados de la unidad, sino con respecto a su entorno más cercano de amigos.

“Sientes que estás desconectada de todos tus amigos, porque ellos llevan la vida de una persona de 20 años y tú te tienes que preocupar por cosas que supuestamente no te tocan como consultas médicas, qué comes o tener cuidado de no ponerte al sol. Al principio tenía envidia de mis amigos que no tenían que preocuparse de todo esto”, señala Paula.

Esa desconexión puede provocar también problemas de salud mental y por eso desde las asociaciones de pacientes insisten en concienciar a la sociedad. “No estamos preparados para tanto superviviente de cáncer, todavía tenemos asociada la imagen de cáncer igual a muerte, y cuando una persona lo supera parece que la realidad ha superado a la ficción. El superviviente tiene unas necesidades a las que no estamos sabiendo responder”, sentencia Carpentier.