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Turno de preguntas

Turno de preguntas / Meryem El Mehdati
Meryem El Mehdati
Les pido disculpas pero sigo con el runrún todavía de qué significa ser libre. Escribo sobre lo que quiero escribir como quiero escribirlo sin torcer ni una sola de mis palabras siguiendo las indicaciones de otra persona porque no dependo del dinero que se me paga por estos textos para vivir. ¿Es eso la libertad? Sí sé que es un privilegio. Lo cuestiono cada semana. Dije una vez que la literatura era un consuelo pero no tengo del todo claro qué es la escritura. Una forma de comprender el mundo, quizá, porque al escribir una se pregunta mucho por lo que la rodea. También se hurga y se inspecciona a sí misma. ¿Un compromiso? Si lo fuera entonces cabría plantearse con quién o con qué se compromete una persona al escribir. Algunos lo harán con el dinero, otros consigo mismos, unos pocos con sus lectores -si es que los tienen-. Los habrá que solo se deben a lo que diga el jefe. De vez en cuando sucede que el dinero y los lectores navegan en la misma dirección. La pobreza nos aterroriza, solo hay que ver cómo se aparta la gente de quien levanta la mano pidiendo algo de suelto o cómo se ignora a quienes no tienen más opción que dormir al raso en un banco o en el suelo de la calle. Se gira la cara y se convierte a otros seres humanos en paisaje de fondo o ruidos blancos. No, no tengo cambio. Si no se les ve, si no se les percibe, no existen y si no existen no nos sentimos mal. No somos inmunes al sistema en el que crecemos y vivimos, desde bien temprano se nos enseña a apartarnos e incluso a criminalizar al que no tiene nada y se revuelve contra su situación. Algo habrán hecho. Fueron tontos, tomaron una mala decisión, no son buenas personas. Se merecen lo que les pasa, claro está. ¿Cuánto aguantaría usted en la calle? Mucha gente preferiría la muerte y solo esto ya lo dice todo. Este 1 de mayo se viralizó un vídeo en el que un exmarine estrangulaba a un imitador de Michael Jackson en un metro en Nueva York. Se llamaba Jordan Neely y su crimen fue gritarles a los pasajeros del vagón porque quería algo de comer. A la policía de Nueva York le faltó ponerle una medalla al estrangulador. He pensado en sus últimos momentos, en toda esa gente mirando mientras otro se llevaba su vida en una llave al cuello con la que le asfixió. Nos diremos: «En Estados Unidos se matan entre ellos por cualquier cosa» y seguiremos a otra cosa.
Suele suceder que en una vuelta de campana de la vida nos encontremos con que ese compromiso adquirido con lo que nos empujaba a escribir se dinamita de la noche a la mañana. Se nos olvida que solo basta una mal dada para que pasemos a ser, nosotros también, esa persona de la que se aparta la mirada en la calle, o en la estación de guaguas, o en la puerta del supermercado. Hace unas semanas los trabajadores de algunos periódicos nacionales comenzaron a presentarse en sus trabajos vestidos de negro como forma de protesta. Llevan catorce años cobrando el mismo salario. No se pusieron en huelga para reventar la máquina y forzar a sus empleadores a negociar una subida sino que siguen yendo a trabajar todos los días, eso sí, vestidos de negro los miércoles. No lo ridiculizo ni me burlo, quiero que quede claro. Mi compromiso nunca ha sido con el dinero ni con gustarle a quien vaya a leerme o no, es con todas las personas que pertenecen a mi misma clase, sean quienes sean. Me surgen algunas preguntas, no obstante. ¿Valen más las vidas y la dignidad de unos trabajadores que otros? Estos son algunos titulares publicados por uno de los periódicos que ahora tiene a su plantilla vistiendo de negro cada miércoles: «Salarios emocionales y empresas líquidas, la ecuación para retener a los trabajadores del futuro», o «Dumpster living, la moda de buscar ‘tesoros abandonados’ en los contenedores de basura», o «La subida del salario mínimo restará hasta 132.000 empleos en dos años, según Randstad» (increíble, ¡según Randstad!) ¿Se puede pedir solidaridad a una clase contra la que se ha estado escribiendo día sí y día también durante años? No se puede bailar el agua a una ideología que tiene como objetivo dinamitar los derechos laborales de todos los trabajadores de un país o machacar a una generación con la idea de que vivir con dignidad está por encima de sus posibilidades. ¿Por qué se habla ahora de compañerismo y lealtad? Siempre pueden afiliarse a un sindicato.
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