Instituciones penitenciarias

La vida tras salir de la cárcel: "Es más difícil el primer mes fuera que el primer mes dentro"

Una exconvicta relata las dificultades para volver a encontrar trabajo y rehacer tu vida tras haber cumplido condena | "Hay mil fundaciones que ayudan, pero muchos no la buscan y salen para reincidir", cuenta

Fotografía de archivo de varias mujeres expresidiarias de la cárcel de Picassent.

Fotografía de archivo de varias mujeres expresidiarias de la cárcel de Picassent. / FERNANDO BUSTAMANTE

Gonzalo Sánchez | @GonzaloGSz

Laura estuvo tres años, cinco meses, y un día en el módulo de mujeres de la cárcel de Picassent (Valencia). Entró como preventiva y allí se quedó hasta cumplir condena. Salió de prisión el pasado mes de octubre, sin saber que lo más complicado estaba aún por llegar.

"La etapa más complicada de la cárcel no es el primer mes dentro, sino el primer mes fuera", explica. Cuando entró en el módulo de respeto (donde están las mujeres no conflictivas) lo hizo asustada y se sentía profundamente sola. Ahora que está en un piso de acogida mientras busca trabajo cuenta que sigue teniendo pesadillas cada noche con la cárcel.

Laura (nombre ficticio para preservar su identidad) vive en un piso de acogida del Casal de la Pau en València, una asociación que trabaja con exreclusas para reinsertarlas. Tiene vivienda, pero se siente anulada y fuera de sitio después de pasar por prisión. Confiesa que más de una vez se le ha pasado por la cabeza hacer algo para volver a la cárcel. "Qué voy a hacer aquí. Estoy en un piso pero tengo que dejarlo pronto, no encuentro trabajo y no tengo apoyos. Pensé que no era capaz y pensé, pues vuelvo a delinquir para entrar, porque en la cárcel tengo trabajo, comida y un techo. Suena fuerte pero es así. Yo lo pensé, pero hay mucha gente que lo hace", asegura.

Eso era antes, ahora Laura se ha puesto a remar para sacar su vida a flote. Porque la prisión resetea la vida de las personas, las convierte en gente inadaptada porque les arrebata casi todo. "Empezar de cero yo, con 40 y pico años... he vuelto a estudiar aunque no me gusta", explica.

Ella está intentando salir de la rueda en la que entran muchos exconvictos. "Cuando estás dentro te ilusionas con todo lo que harás cuando salgas... Desde la celda lo ves todo fácil, pero cuando sales la realidad es otra y te hacen falta muchísimas cosas que no tienes. Acabas en la calle y lo ves todo dificilísimo. Si no sale nada es vender droga o prostituirme. Y es cuando piensas en hacer algo para volver. Porque la cárcel es mala. Es un castigo. Pero te acostumbras", cuenta Laura. Y así, muchas personas entran en la rueda de salir y entrar del módulo.

Fotografía de archivo de dos mujeres exconvictas.

Fotografía de archivo de dos mujeres exconvictas. / FERNANDO BUSTAMANTE

Un mundo en el que no encajas

Arturo Palacios es educador social del Casal de la Pau, una entidad con medio siglo de historia que atendió a 450 personas en 2021 y que cuenta con 24 plazas en su centro y algunos pisos de reinserción para mujeres exconvictas como en el que vive Laura. Su lema es "apoyo incondicional" para las personas a las que le dan una segunda oportunidad y no tienen a nadie. "Quien sale de prisión sin familia y sin apoyos, como Laura, lo tiene prácticamente imposible si no busca ayuda", explica. Cada semana un grupo de los voluntarios atiende en prisión a quien quiere recibir ayuda.

Es lo que sucede con los presos por temas de drogas. "Lo primero que pierden es la familia porque generalmente les han robado. Entras en la cárcel y pierdes el trabajo, la casa... Sales y ¿qué te queda? Muchas personas reinciden porque se ven desmotivados y muy solos. Y prefieren entrar otra vez al sitio al que ya se han acostumbrado", añade Palacios.

Otro problema, el mundo ha avanzado, pero la prisión no. Es como quedarse atascado en el tiempo. "Imagina al que pasa 15 años, todo lo que han avanzado los móviles, ya casi nadie coge currículums en papel, todo el mundo usamos correo electrónico... Él o ella no sabe nada. Nada de nada", cuenta.

Varias exreclusas de la cárcel de Picassent en una fotografía de archivo.

Varias exreclusas de la cárcel de Picassent en una fotografía de archivo. / FERNANDO BUSTAMANTE

Pese a todo también hay casos de éxito en el Casal. La edad juega un factor muy importante, y muchas reclusas de mediana edad acaban saliendo adelante. El problema para muchos es mantener ese estatus. "Es imposible que encuentren trabajo y casa en un mes. Pero con el tiempo lo consiguen. Aunque después de tener trabajo hay que mantenerlo, con su horario, su jefe, sus normas... Y no todo el mundo lo logra", cuenta.

Una segunda familia

Laura conoció el Casal de la Pau -que se llama así porque quiere ser una segunda casa- durante uno de sus permisos en el año 2022 porque necesitaba un lugar para dormir. Ellos son su hombro para apoyarse. "Hay muchísimas asociación que ofrecen ayuda a los presos. Muchísimas. Y no hace falta salir, en la propia cárcel ves los folletos. Pero muchísimas personas que no quieren recibir esa ayuda. Porque no es difícil, solo es acercarse y pedirla", remarca.

Después de tres años no estaba preparada para volver, de golpe, a ser libre. "Los primeros días me los pasé encerrados en mi habitación asustada. No me atreví a hacer nada, estaba paralizada porque no sabía qué hacer y creía que era una cobarde", recuerda.

"Al final -continua- me había acostumbrado a obedecer en Picassent. Te dicen haz esto, y esto. Y lo haces. Te dan comida, techo, y un trabajo fabricando abrazaderas en el que te pagan 20 euros por palet. Te acostumbras y cuando de repente sales, y tienes que salir de tu habitación para hacer cosas se te cae el mundo encima. No me atrevía", cuenta.

En la calle se deprimió. "Me hundí al ver a la gente trabajadora, con su coche. Me deprimí un montón", explica. La principal diferencia afuera es que "tenía por primera vez el lujo de decir no", recuerda. Ahora la vida le parece difícil pero ya no tiene tanto miedo, sabe que con la ayuda de los trabajadores del Casal de la Pau lo puede conseguir. Continúa echando currículums para acceder pronto a un trabajo.

Reconoce también que se había acostumbrado a lo fácil. "Tenía el sitio donde trabajaba a veinte pasos de la cama, me dieron la comida y todo hecho", explica. Al salir de la cárcel y buscarse la vida hay que tener suerte, "pero la suerte también ha que buscarla", remarca Laura.

Empezar de cero

La actitud al entrar y salir de la cárcel es completamente distinta. "Al entrar estás resignada porque sabes lo que has hecho y que ahora te toca pagarlo y no hay otra. Pero al salir es mucho peor, porque tienes que tomar las riendas de todo de nuevo sin casi red de apoyo. Empezar de cero con 40 y pico años", explica.

"Parece que fuera ayer cuando empezó todo. Y de repente en cuestión de tres años sientes como que ya no sabes hacer nada. Me han matado estos tres años", explica. Pese a todo sí que entiende la cárcel "como una reinserción. La cárcel no es un castigo porque tampoco se portan mal contigo, solo hay que hacer lo que te dicen y respetar los horarios".

Arturo Palacios asegura que "sinceramente, no creo que la cárcel facilite el proceso de reintegración de las personas, para nada".

Pese a todo, ahora Laura intenta rehacer su vida tras haber pagado, y su paso por prisión se lo ha dejado claro. "La cárcel me ha hecho mejor persona. En mi caso ha funcionado".