Entre el sueño y el camino

Los pisos supervisados, las miniresidencias y la atención domiciliaria para personas con trastornos psiquiátricos son uno de los tesoros de la sanidad tinerfeña

Parte del Equipo Comunitario Asertivo de Tenerife, formado por médicos, enfermeras y trabajadores sociales. | | MARÍA PISACA

Parte del Equipo Comunitario Asertivo de Tenerife, formado por médicos, enfermeras y trabajadores sociales. | | MARÍA PISACA / Verónica Pavés

Verónica Pavés

Verónica Pavés

Gracias al empeño de un grupo de profesionales del Servicio Canario de la Salud (SCS), los pacientes con trastornos psiquiátricos graves disponen desde hace dieciocho años en Tenerife una cartera de recursos asistenciales con los que pueden reencontrarse con la comunidad, ganar la libertad que su padecimiento muchas veces les ha hurtado y mantener las voces a raya. 

Fran llegó al El Camino poco antes de las fiestas de Navidad. Es un piso de cinco habitaciones en Santa Cruz, cerca del Cine Víctor. Lo hizo después de estar al menos dos años esperando en una lista de espera la oportunidad que le vería nacer de nuevo. Fran ni siquiera roza la treintena, pero ya ha vivido más que muchos. Ha tenido problemas. No diría que demasiados, pero quizás sí los suficientes como para que su camino se haya desviado de lo que se suele considerar «normal».

Allí conoció a Oliver, un hombre grande y corpulento, que lleva ya más de 16 años conviviendo con distintos compañeros en ese piso, una de las 27 viviendas supervisadas con las que cuenta la atención psiquiátrica de Tenerife, gracias al Servicio Canario de la Salud (SCS), la Unidad de Discapacidad del Instituto Insular de Atención Social y Sociosanitaria (IASS) y la empresa Servicios Canarios (Serca). Lo hace porque es un lugar en el que se siente bien, cuidado, apoyado y querido. Algo que no resulta tan sencillo para una persona con un trastorno psiquiátrico reconocido.

En El Camino nadie le juzga. Tampoco le obligan a estar. Pero además, cuando sufre alguna de sus crisis, puede contar con profesionales que le ayudan a superar ese «agobio». Cuando las voces hablan tan alto que les es imposible escuchar sus propios pensamientos, los pacientes suele recurrir al «doctor», el psiquiatra Cecilio Hernández, componente del Equipo Comunitario Asertivo (ECA). Un grupo de profesionales multidisciplinar del Hospital Universitario de La Candelaria y el Servicio Canario de la Salud que hace 18 años se embarcó en este proyecto para rediseñar el mismo concepto de la atención psiquiátrica. «Nuestra meta es acompañar a las personas con trastorno mental grave para que vivan en comunidad, creando un ambiente de cooperación mutua y una relación de confianza», explica Hernández. El único requisito es que padezcan un trastorno psiquiátrico grave.

Durante este tiempo han logrado repartir por toda la isla un total de 27 pisos supervisados y cinco miniresidencias, que complementan con la atención domiciliaria de 120 personas. «Les damos libertad para elegir qué tipo de recurso prefieren y somos flexibles; intervenimos de acuerdo a las necesidades y preferencias de las personas», explica Hernández.

La enfermera Dácil Rodríguez (der) y el psiquiatra Cecilio Hernández (c) hablan Juan Belisario, residente en ‘El Sueño’.  | | MARÍA PISACA

La enfermera Dácil Rodríguez (der) y el psiquiatra Cecilio Hernández (c) hablan Juan Belisario, residente en ‘El Sueño’. | | MARÍA PISACA / Verónica Pavés

Para Oliver el piso supervisado ha sido la mejor opción. Está a gusto no solo porque el recurso le permite convivir con otras personas, sino porque le brinda la oportunidad de realizar actividades terapéuticas, culturales e incluso acceder a un empleo. «Colaboramos con muchas entidades con el objetivo de integrar a estas personas en la comunidad», como es Simpromi o Cruz Roja, explica el psiquiatra. Gracias a esa conexión Oliver forma hoy parte de ese 10% de personas con trastornos graves que tiene un empleo.

Y aunque fregar escaleras resulta estimulante, lo que realmente le apasiona es la pintura. Lo muestra con orgullo en uno de sus últimos trabajos, una pintura al óleo de la Torre del Oro. «La vi, y la dibujé», confiesa, sin demasiadas contemplaciones, mientras dibuja una sonrisa en su rostro. Le cuesta interactuar y es muy tímido, pero disfruta de la compañía. Quizás porque sabe que estar acompañado es lo que le ha salvado de su propia mente.

Precisamente el acompañamiento es una de las filosofías en las que se sustenta la atención de estos de este grupo de profesionales compuesto por tres psiquiatras, doce enfermeras de salud mental y cinco trabajadoras sociales. «El papel de la enfermera es clave, utilizamos nuestra relación como instrumento de comunicación y relación con los cuidados», explica Dácil Rodríguez, enfermera especialista en salud mental. Si no, que se lo digan a Juan Belisario, que hasta que entró en El Sueño, era un alma errante. En esta vivienda, que se encuentra dos pisos más abajo de El Camino, convive con otros tres hombres. Le costó tomar la decisión, pues consideraba que si lo retenían allí estaría lejos de su madre enferma, residente en Granadilla. «Me escapé varias veces» confiesa.

Pero gracias a la relación que fue labrando con los miembros de la ECA, se acabó convenciendo de que permanecer en ese entorno seguro y amable era lo mejor para él. Dentro de unos días lo trasladarán a otro de los pisos con los que cuenta el servicio, cerca de su vivienda familiar, y ahora, cuando mira atrás le da lástima abandonar a sus compañeros. «Con los cambios nunca se sabe», explica mientras mira con una confianza ciega a su enfermera, Dácil Rodríguez, que le toca la rodilla y le tranquiliza: «todo va a ir bien».

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