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"Nos cuestionamos si es malo cenar legumbres pero no si cenar pizza lo es"

Aitor Sánchez (Albacete, 1988) es dietista-Nutricionista, Tecnólogo Alimentario e investigador. En los últimos años ha dedicado su carrera a combatir la desinformación y los bulos que campan a sus anchas por internet.

El nutricionista Aitor Sánchez.

El nutricionista Aitor Sánchez. / LLORENÇ OSA

Begoña González

Aitor Sánchez es autor de libros como 'Mi dieta cojea' (Ed. Paidós) y acaba de publicar '¿Qué pasa con la nutrición?' (Ed. Paidós) con la finalidad de acabar con diez mitos generalizados de la comida.

¿Por qué hay tantos mitos en la nutrición?

Hay que tener en cuenta que todo el mundo tiene su mochila de experiencia, es decir, como todo el mundo come, todo el mundo tiene algo que decir y tiene su propia experiencia y opinión. Y además, hay muchos profesionales que están desactualizados. Hasta hace unos años, dietistas y nutricionistas no teníamos una voz y era el médico el que recomendaba cómo se debía comer. Por otro lado, está la industria alimentaria, que es uno de los elementos más fundamentales. La alimentación dentro del mundo de la salud es el área más ligada al consumo. Decir qué deberíamos comer y qué no va directamente en contra, en muchas ocasiones, de los intereses económicos.

¿Por qué cuesta tanto desmentirlos?

Muchas veces, la desinformación se transmite mediante eslóganes muy cortos y atractivos que requieren muy poco tiempo para ser generados pero desmentirlos lleva muchísimo esfuerzo. Por ejemplo que la fruta sube mucho el azúcar. Es muy fácil sembrar la duda y la desconfianza sólo con una afirmación, pero para rebatirlo hace falta un gran esfuerzo. Juegan con eslóganes que son cortos y con poco rigor, pero que generan mucha confusión. La gente además está acostumbrada a querer escuchar ciertas claves sencillas, y estos discursos simplistas son muy jugosos, sobre todo en campos complejos como la nutrición.

¿Cómo se puede discernir entre el mito y la verdad?

Es importante utilizar el sentido común. La nutrición es un área que tiene un cierto bagaje, si de un día para otro recibimos un mensaje que pone en cuestión todo lo anterior, como mínimo, deberíamos dudar. Y por otro lado, hay que tener un pensamiento lógico. De vez en cuando escuchamos que cierto alimento es peligroso o por el contrario que lo deberíamos comer pero si aplicamos el sentido común vemos que no es cierto. Por ejemplo, “los lácteos son imprescindibles para la salud de los huesos” ¿entonces cómo hay personas que son alérgicas a la lactosa o que ni siquiera pueden acceder a ellos?.

¿Hasta qué punto pueden perjudicar la salud este tipo de mitos?

Estos debates pueden llegar a ser perjudiciales porque nos hagan adoptar hábitos malsanos. Por ejemplo, el mito de que las bebidas alcohólicas son saludables o que el azúcar es imprescindible. Estos mitos perpetuarán malos hábitos y por supuesto tendrán un efecto directo sobre quien los ponga en práctica. Y por otro lado, está el caso de cuando se generan dudas sobre un alimento saludable y por ejemplo se deja de comer fruta porque “sube la glucosa” pero este postre habitual se sustituye por otros menos sanos como flanes, natillas o postres lácteos menos saludables. Ahí se está provocando una decisión peor.

Los mitos perpetúan malos hábitos y tienen un efecto directo sobre quien los pone en práctica

Muchos de estos ejemplos parecen inofensivos

Puede parecerlo, pero son muchos los mitos que en la cultura popular se afirman y no pasan filtros siendo asumidos directamente. Por ejemplo, que las legumbres no son buenas para cenar. Tú vas a un restaurante y ves a alguien cenando garbanzos y es posible que te lleves las manos a la cabeza, pero no te llama la atención que en otra mesa estén cenando una pizza o un kebab. O incluso un gintonic. Y son opciones mucho menos sanas.

En el libro comentas que las dietas son cada vez más cualitativas y menos cuantitativas. ¿Por qué?

Estamos en una época en la que la nutrición ha cambiado. En el pasado el acercamiento a la dietética implicaba pensar en una persona con una báscula, alguien que se lo había recetado el médico y que hacía grandes esfuerzos. La nueva forma de entenderlo, le da una imagen mucho más amable, que fomenta mucho más adherencia, que hace que la gente se preocupe más por priorizar alimentos saludables que por comer cantidades concretas. Sin duda esto contribuye a que la gente se acerque más a la nutrición y de una forma más amable y más adaptada a lo que realmente necesitamos. Al final nadie come con una báscula al lado.

Las dietas han vivido acompañadas de una connotación negativa casi desde sus inicios…

La palabra dieta tiene unas connotaciones muy peyorativas porque nos recuerda a otra época. A cuando se entendía como una restricción, un régimen soso. Y ahora cada vez más entendemos que se puede llevar una dieta saludable sin tantas restricciones. Es el enfoque que intentamos priorizar ahora las nutricionistas. Así cada vez más alejamos de la mentalidad popular el vínculo entre dieta saludable y una dieta de endocrino, cuadriculada, sacada de un cajón y que es un impreso en el que muy probablemente ponga “dieta 1500 calorías” en el que te mande comer pechuga de pollo a la plancha, cuatro galletas María y café con leche desnatada. 

Se puede llevar una dieta saludable sin tantas restricciones

¿La nutrición es una asignatura pendiente en el colegio?

Aquí tengo una opinión que no suele coincidir con muchas de las reivindicaciones de mi carrera. Yo sí que pienso que la nutrición debería estar en las escuelas, pero no creo que tenga que ser una asignatura. Otros países lo han hecho y se ha demostrado que las asignaturas de nutrición no funcionan bien, la alimentación ha de estar en el currículo escolar pero no así. Me imagino un futuro en el que esos contenidos de alimentación estén presentes y el profesorado los pueda trabajar de forma transversal en la clase y el comedor. Entender por ejemplo la producción e ciertos alimentos, a leer el etiquetado, el espíritu crítico de la publicidad etc.