Los canarios se aferran a la mascarilla aludiendo al "sentido común"

Gran parte de los usuarios de guagua, tranvía y taxi siguen utilizando el cubrebocas a pesar de que el Ejecutivo de Pedro Sánchez haya derogado su obligatoriedad

Algunos usuarios utilizan mascarilla, otros prefieren no hacerlo.

Algunos usuarios utilizan mascarilla, otros prefieren no hacerlo. / Andrés Gutiérrez

Verónica Pavés

Verónica Pavés

Los canarios se aferran a la mascarilla en el transporte público pese a que su uso haya pasado este miércoles a ser voluntario. La mayoría de usuarios siguen llevándola a cuestas por "sentido común" y como un método para garantizar el cuidado de su salud y la de los demás. En cada parada de tranvía, guagua o taxi de las Islas se repite la misma estampa: la mayoría de usuarios lleva mascarilla y solo unos pocos –la mayoría jóvenes– son los que se han despojado por completo de ella.

"No hace falta que me lo digan por ley para saber cuándo me la tengo que poner", afirma el taxista Antonio García, que acaba de parar en la Plaza Weyler de Santa Cruz de Tenerife aguardando a que pasen nuevos clientes. Él ha decidido quitarse la mascarilla, pero asegura su decisión no es inamovible. "Es de sentido común, si tengo gripe o el cliente me dice que tiene familiares mayores, me la pondré", asegura. Durante la mañana ha cogido a varios clientes. "Todos con mascarilla", resume. 

En la parada de tranvía se encuentra Daymi Acosta que lleva la mascarilla en la barbilla. Se la pondrá al entrar porque, como explica, aquella mañana se levantó con un poco de malestar. "Creo que tengo gripe", revela. No es usuaria habitual del transporte público, pero considera que, por responsabilidad, debe seguir llevándola en espacios en los que haya aglomeraciones con el fin de evitar contagios. 

"No hace falta que una ley me diga cuándo me la tengo que poner"

Antonio García

— taxista

Acosta opina, además, que la retirada de mascarillas en el transporte público ha llegado "demasiado pronto". No es la única. Teijeiro Rabuñal, usuario habitual del tranvía de Tenerife, es de los que opina que "hasta que no haya cero casos no se puede tomar una medida como esta". De hecho, en su caso, no solo ha seguido poniéndose el cubrebocas en los lugares obligatorios (hospitales, farmacias, centros de salud y residencias), sino que además extiende la recomendación a su puesto de trabajo. "Soy camarero y si veo que hay mucha gente, me la pongo, por mi cuidado y por el de los demás", resalta. 

La retirada de las mascarillas en los transportes también le parece precipitada a Teresa Llanera que considera que es una “medida política”. Destaca que esta decisión alimenta la falsa impresión de que "todo está bien", cuando no lo está. "Ya no interesa hablar de covid", critica. Con una mascarilla FFP2 colgada del cuello con un cordel de cuentas, la mujer asegura que "va a seguir usándola" porque "cada uno es responsable de su salud, y me da igual que el Gobierno la quite o no". Y lo seguirá haciendo tanto en transportes como en otros ámbitos donde es opcional hasta que le den garantías de que "la pandemia se ha extinguido del todo".

"Me da igual que el gobierno la quite, cada uno es responsable de su salud"

Teresa Llanera

— Usuaria de tranvía

Los jóvenes son los que se muestran más dispuestos a despojarse de la mascarilla en el transporte público. Es el caso del estudiante universitario Diego Curbelo, que admite que esta mañana se ha levantado más tranquilo, sin temor a olvidar la mascarilla y tener que dar media vuelta. Curbelo narra el "horror" que supone levantarse todos los días para ir a clase y, "tener que volver a medio camino" cada día por un olvido. Admite que muchas veces ha desistido y ha intentado entrar en el servicio público aún sin cumplir la que hasta ahora era una norma de obligado cumplimiento. "Cuando voy muy apurado me he subido destrangis porque llegar, tengo que llegar", admite. Al fin y al cabo era peor faltar a clase o llegar tarde que, que le pillara el revisor. "Si eso ocurría simplemente esperaba al siguiente". 

Como él, muchos jóvenes estaban deseosos de que llegara el fin de las mascarillas y, por eso, de hecho, esta franja de edad es la que muestra más confianza a la hora de abandonar el recurso de protección. "La gente ya está vacunada y entiendo que se mantenga en algunos lugares, como el hospital, pero no es lógico que lo haga en el transporte", concluye Curbelo. 

La reacción de los usuarios del transporte público ha sido muy similar a la que tuvo la eliminación de la mascarilla obligatoria en interiores el 20 de abril de 2022. En las primeras semanas, gran parte de la población mantuvo su uso. Pero el número de adeptos fue reduciéndose paulatinamente hasta el punto de que, a día de hoy, las personas que utilizan mascarilla son un reducto.

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