Gaveta de Astrofísica

Mujer tenías que ser

Una galaxia de astrónomas españolas.

Una galaxia de astrónomas españolas.

Sandra Benítez Herrera

Hace pocos días, entrando en una gasolinera abarrotada, tuve que esperar mi turno con el coche pisando un poco la acera. Algo que suele ocurrir, ya que dicha gasolinera es diminuta. En apenas un minuto que estuve parada, un viandante golpeó violentamente el capó gritando “Échate pa’lante guapa”. Subrayo el guapa por ser ese tipo de comentario viscoso que muchas lectoras reconocerán bien. Acto seguido intenté avanzar unos milímetros, a pesar de no haber espacio entre mi coche y el siguiente. Ante este movimiento, otros dos hombres me interpelaron “Ni para delante ni para atrás. Mujer tenías que ser”.

Como es lógico, me quedé estupefacta. Comencé a reflexionar sobre cómo la sola existencia de una mujer en (un pedacito) del espacio público genera tanto desprecio y odio, en tan corto intervalo de tiempo. Hubiera preferido mil veces que me hubieran insultado con cualquier improperio “genérico”, pero no ese mujer tenías que ser

Durante todo el día, se fueron cruzando por mi mente multitud de comentarios despreciativos que he recibido a lo largo de mi vida solo por ser mujer. De hombres desconocidos, en el entorno familiar y de pareja, durante los estudios y en el trabajo…

Recuerdo perfectamente la sorpresa de amigos alemanes (hice la tesis en Munich) cuando les contaba que estaba haciendo un doctorado en Astrofísica. “Cómo es posible, si eres mujer, las mujeres no estudian esas cosas”. Alguna vez me preguntaron si era la secretaria o la señora de la limpieza, al comentar que trabajaba en un instituto de ciencia. En un café científico, donde se acudía para hablar de investigación, un compañero me soltó, de la nada, que las españolas éramos muy calientes. A continuación me preguntó cómo podía yo trabajar con otras mujeres si somos todas unas gatas…e hizo un gesto como arañando el aire…Años más tarde, en una conferencia en Hawaii, nos estuvo siguiendo un señor investigador a una compañera y a mí durante horas para intentar entablar contacto con nosotras, hasta que al final se cansó de acecharnos.

Mas recientemente, en una reunión con mi jefa, que también es astrofísica, tuvimos que soportar cómo un hombre de un campo distinto nos explicaba lo que era un eclipse solar… Apenas hace unos meses tuve que escuchar cómo un investigador me espetaba a la cara que el puesto que ocupo actualmente lo conseguí por ser mujer. Siempre esa la duda de si lo que conseguimos con el doble de esfuerzo es realmente por nuestros propios méritos…

Las experiencias personales que he relatado, las escucho constantemente por parte de un inmenso número de compañeras. Y son un reflejo de las abrumadoras estadísticas que constatan, por ejemplo, que, a mismas capacidades y logros, a las investigadoras se nos ofrecen sistemáticamente peores oportunidades y salarios (un ejemplo es el conocido experimento “John versus Jennifer”, llevado a cabo por una universidad estadounidense. Nuestro trabajo científico se valora automáticamente como poco importante o de menor impacto, se nos aprueban menos propuestas para acceder a tiempo de observación (algo que está cambiando significativamente ya que varias instituciones han comenzado a analizar las propuestas de forma ciega, es decir, sin saber si somos John o Jennifer). Pero como somos Jennifer, en las cartas de referencia, en lugar de utilizar adjetivos como brillante, genio o revolucionario para describirnos, se dice de nosotras que somos muy ordenadas y trabajadoras.

A pesar de representar más del 50% del alumnado que ingresa en carreras científicas, apenas llegamos al 22% de catedráticos o directores de departamento. Estas cifras se suelen justificar, entre otras cosas, en base a una supuesta menor ambición de las mujeres, pero cuando sí somos ambiciosas se nos penaliza cualquier comportamiento supuestamente masculino y se nos valora de forma especialmente negativa en nuestro entorno laboral.

En mi trabajo en educación y divulgación científica, todavía observo cómo, en muchas ocasiones, a las estudiantes se las desanima a seguir carreras científicas, a pesar de que su desempeño en áreas como matemáticas o física es igual o superior al de sus compañeros. No es de extrañar que, debido a los estereotipos de género, las niñas a partir de los seis años empiecen a dudar de sus capacidades intelectuales. En los libros de texto que siguen el estudiantado durante toda su vida escolar, aparece menos de un 7% de referencias a mujeres investigadoras (y apenas un 12% a mujeres en general). En los medios de comunicación españoles aparecemos en apenas un 17% de las noticias sobre ciencia y tecnología.

Por eso es tan importante continuar participando en acciones de visibilización de las mujeres profesionales y, por supuesto, de las científicas. Por eso, el Día Internacional de Mujer y la Niña en la Ciencia, que celebramos el próximo 11 de febrero, es una efeméride fundamental a la que no podemos renunciar.

Sandra Benítez Herrera

Sandra Benítez Herrera / El Día

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Sandra Benítez Herrera nació en Madrid y cursó la Licenciatura en Física por la Universidad Complutense de Madrid. Es Doctora en Astrofísica por el Instituto Max-Planck de Astrofísica y la Universidad Técnica de Múnich, Alemania. Posteriormente, obtuvo un contrato postdoctoral en la Universidad Federal de Río de Janeiro al mismo tiempo que realizó una especialización en divulgación de la ciencia y la tecnología en la prestigiosa Fundación Oswaldo Cruz de Brasil. Tras trabajar en la Unidad de Comunicación y Cultura Científica del IAC, actualmente es educadora científica y responsable de comunicación en ESAC, Madrid. Es miembro del proyecto voluntario de divulgación de la Astronomía GalileoMobile desde 2011. 

Sección coordinada por Adriana de Lorenzo-Cáceres Rodríguez.