Entrevista | Lucía Galán Pediatra, escritora y divulgadora

«‘Lucía mi pediatra’ tiene una parte adictiva muy bonita»

Lucía Galán Bertrand (1978, Oviedo)

Lucía Galán Bertrand (1978, Oviedo) / Sebastian Greg

Este jueves 2 de febrero contará sus experiencias pediátricas y literarias en el teatro de El Sauzal (18:00 horas) con el aforo agotado desde hace semanas. Lucía Galán, conocida por sus seguidores como 'Lucía mi pediatra', hablará de un fenómeno social que nació hace casi una década.

Pediatra, escritora, divulgadora... ¿Ahí hay muchas Lucía?

Unas cuantas [ríe], pero al final todas confluyen en la misma persona... Creo que eso ocurre en la vida de cualquier ser humano. No solo somos ese profesional que intenta hacer bien las cosas, unos padres ideales o la amiga estupenda que no siempre llega a todo, sino el resultado de un cúmulo de aciertos y errores que mueve pasiones a la hora de desarrollar una vocación profesional. Lucía mi pediatra es eso: un poquito de madre, otro poquito de pediatra, algo de consejera y hasta un poquito de escritora.

Usted concentra casi todas las acciones de Lucía mi pediatra en en una palabra: ayuda.

Esa «ayuda» es lo que da sentido a mi profesión como pediatra porque me permite analizar el impacto que generas en los pacientes. Al final del día acabas apareciendo en sus cenas porque te has colado en sus pensamientos durante algunas horas. Eso ocurre, sobre todo, en el momento en el que abres un jarabe y recuerdas un comentario... Incluso, cuando repiten «hoy Lucía nos ha dicho esto o Lucía recordó que es muy importante que tengamos en cuenta lo otro». Yo aterricé en este mundo por pura casualidad, pero cuando recibes unos mensajes de agradecimiento en los que una madre te dice que uno de mis consejos ayudó a diagnosticar una diabetes infantil a tiempo y no fue necesario un ingreso en la UCI o me has cambiado la maternidad y desde que te leo soy una madre más tranquila y feliz, es inevitable pensar que eres una ayuda para un buen grupo de personas –a lo largo de su larga trayectoria profesional ha publicado 11 libros, ya ha vendido más de 400.000 ejemplares, le siguen en las redes sociales más de un millón de personas y suma más de 50.000 alumnos online– y que la cantidad de horas que te dejas detrás de la pantalla de un ordenador están llegando a muchos hogares. Sin embargo, todo esto tiene algunas cosas que son incontrolables...

¿A qué se refiere?

Lucía mi pediatra tiene una parte adictiva muy bonita... Está mal que lo diga yo, pero hay momentos en los que llegas a sentirte imprescindible en sus vidas. Ese es el resultado de una energía preciosa en la que tú das y al mismo tiempo recibes muchas muestras de cariño.

¿Usted es consciente de que muchos de esos seguidores recurren a Lucía mi pedriatra por ahorrarse una consulta?

Sí, soy plenamente consciente de ello [ja, ja, ja]. Además, tengo el mejor termómetro posible en los comentarios que me envía la gente. Me lo cuentan todo y, por lo tanto, sé lo que está pasando, sé lo que necesitan y sé cómo puedo aliviar ese momento de crisis familiar. La frase más repetida en las redes sociales a diario viene a ser más o menos esta: «Lucía, gracias a ti no he tenido que ir al pediatra porque lo busqué en tal libro y allí estaba o Lucía menos mal que tengo tu curso de fiebres y mocos y la cosa no llegó a ser una neumonía».

¿Eso en plena pandemia debió ser un no parar?

Sí, fueron días muy complicados para todos [silencio]. Además, dio la casualidad de que el libro salió en ese momento, y le juro que fue algo que no estaba programado para hacerlo coincidir con la pandemia, y se creó la tormenta perfecta por los problemas para acceder al sistema sanitario convencional, el miedo que nos entró a todos ante un posible contagio [aún no había noticias de las vacunas] y el hecho de que las enfermedades infantiles no se pararon, es decir, que había niños a los que se les diagnosticaba apendicitis agudas, meningitis, debut diabético, celiacos... Saber diagnosticar y tratar ese tipo de enfermedades era lo que más nos preocupaba a los pediatras porque si se nos escapa de las manos las consecuencias pueden ser graves.

Ser conocida como la pediatra de España, por lo menos online, debe generar orgullo pero, a su vez, la sensación de tener una diana fija sobre usted, ¿no?

Esto funciona como todo en esta vida, cuanto más alto llegas más enemigos ganas... Llevo haciendo esto casi diez años y he pasado por todas las fases posibles: antes de llegar a este punto tuve mis lichamientos públicos, mis haters [odiadores] y otros sufrimientos. Soy consciente que esas situaciones hay que vivirlas cuando eres un personaje público, pero por encima de todo eso yo soy pediatra y me debo al bienestar de los niños, que son los pacientes con los que tengo que tratar a diario... Me importa poco lo que diga un aburrido que vierta su odio sobre mí en las redes sociales porque no estoy en ese mundo por una necesidad.

¿Esos «ataques» no erosionan su ánimo?

Al principio había muchos más pero ahora me siento respetada en mi sector laboral. Eso sí, si alguien hace un comentario fuera de lugar mi decisión siempre es la misma: a esa gente la aparto y sigo con mi camino porque no necesito atacar a nadie para brillar.

Al padre, no al periodista, se le queda una cara extraña cuando acude al pediatra con una hija ardiendo en fiebre y, más de una vez, recibe la misma respuesta: «Eso es un virus».

Sí [se echa a reír sin parar]. Ahora mismo estoy escribiendo mi siguiente libro y hay una parte que he dedicado justamente a lo que usted me acaba de describir [vuelve a sonreír] porque eso es algo que yo lo vivo en la consulta todos los días cuando aparece esa madre que te acaba diciendo: «Es que la verdad, todo el tiempo que se pasan estudiando para que al final me venga a decir que esto es un virus...». Yo sé que las madres se enfadan cuando un pediatra le responde «el niño solo tiene un virus», pero es que es un virus. «No sé ni pa’ qué vengo si al final siempre me acaba diciendo lo mismo: es un virus, yo sé que es un virus». Sí, muchas veces salen de la consulta con la sensación de haber escuchado un disco rayado...

¿Gajes del oficio?

Puede ser... En nuestra defensa debo decir que, al menos en esta época del año, la gran mayoría de los procesos febriles se deben a infecciones víricas. Eso es así. El hecho de que ocurra en un porcentaje elevado de veces no quiere decir que no estemos ante un pequeño con estreptococos, una otitis, meningitis o neumonía... Cuando se descarta lo peor soy yo la que les digo ¡pero alégrate muchacha, alétrate que te voy a dar buenas noticias: esto es solo un virus más! Preocúpate cuando me levante de mi silla, me siente a tu lado y te dé una noticia más seria... Porque en las consultas pediátricas también se dan algunas malas noticias casi todos los días.

¿Hay muchos bulos sobre salud en las redes sociales?

Sí que los hay. y esa fue una de las razones por las que decidí volver al papel. En mi época cuando mis padres detectaban algo extraño en mi salud consultaban una enciclopedia o me llevaban al médico... Soy pediatra y, a su vez, madre y sé el estado de ansiedad que se genera en una familia cuando hay un niño enfermo. Los bulos en las redes sociales se escapan a nuestro control y tienen un poder muy dañino. Si nos fiamos de todo lo que leemos, mal andamos.

¿Nos hemos relajado a la hora de tomar medidas higiénicas como en los días más duros de la pandemia, se lo digo porque las consultas pediátricas vuelven a estar a tope?

Sí, mucho. Nos hemos relajado mucho... Si tenemos en cuenta que durante los dos años de pandemia la enfermedad infecciosa con mayor protagonismo fue el covid, está claro que hemos bajado la guardia. En ese periodo no tuvimos gripes y el coronavirus desplazó a las gripes, bronquiolitis, a los casos de mano-pie-boca y a otras enfermedades que tienen una alta incidencia durante la infancia. Las estadísticas hablan por sí solas, pero también es verdad que entonces los niños no iban al colegio y había distancia social. Si no hay contacto no hay virus, pero en cuanto recuperamos la normalidad, no la «nueva normalidad», los datos se han disparado... Este invierno está siendo complicado porque los infinitos virus que hay en el ambiente han entrado en cuerpos vírgenes. Todos somos conscientes de que hemos dejado de hacer un entreno inmunológico [lavado de manos con geles hidroalcohólicos, retirada de las mascarillas, no guardar las distancias de seguridad] y los hospitales vuelven a estar a reventar porque los virus han entrado con todas sus fuerzas en cuerpos que hasta ahora desconocían sus efectos. Yo quiero pensar que el próximo invierno va a ser un poquito mejor que este.

¿Usted huye de las puertas del colegio de sus hijos para no ser la consejera del resto de madres?

Más bien huía... Ahora están en una etapa más adolescente [tiene dos hijos], pero voy a confesar que no he estado más de un día en el chat del cole... Siempre me invitan el primer día, pero yo muy educadamente respondo «si necesitan algo aquí estoy» antes de abandonar el grupo. Los solía recoger en el semáforo de enfrente [ríe]...

...y pisa a fondo el acelerador.

Es algo muy parecido a lo que está contando. Ellos no comprendían mucho lo que ocurría, pero decían: «¡Vale, vale mami!».

¿La medicina le vino de serie o hay antecedentes familiares?

No, yo soy un verso libre: mi madre es historiadora y mi padre geólogo. Tengo claro que quería ser pediatra desde los cinco añitos. Todo empezó con una enfermedad grave que me tuvo muchos días ingresada. Ahí fue cuando me di cuenta de que quería ayudar a los niños. Nunca quise ser otra cosa que no fuera pediatra. Ese era mi objetivo y aquí estoy cuarenta años después.

Suscríbete para seguir leyendo