Zamora

Dornillas se repuebla por San Tirso

Un centenar de personas recuperan por un día la vitalidad del pueblo de La Carballeda que hace unas semanas perdía a José, el último vecino que vivía de forma permanente

Distintos momentos de la fiesta de San Tirso, en Dornillas.

Distintos momentos de la fiesta de San Tirso, en Dornillas. / Araceli Saavedra

Araceli Saavedra

La festividad de San Tirso de Dornillas reunió a más de un centenar de personas en su ermita para conmemorar a un santo muy querido, no solo en Dornillas sino en los pueblos cercanos de la Carballeda. El pueblo recuperaba ayer la vitalidad de un día de reunión familiar y de visitas con los cohetes que anunciaban el comienzo de la misa, pasadas la una de la tarde. En el interior del templo se congregaban cerca de 80 personas para asistir a la misa oficiada por el párroco, José Antonio de la Fuente.

“Era la primera fiesta de invierno y del año” rememoraba José Antonio Ferrero, uno de los cofrades que entregaba las ofrendas de cirios para San Tirso. Recuerdos grabados desde la infancia y asistir todos los años a esta fiesta.

Las dos pulperas de Mombuey, que él recuerda, empezaban a llegar de 8 a 8:30 en un día de invierno para preparar el pulpo. También venía un vendedor con “café de puchero” de Gramedo y el confitero de Donado con bollo “borrachos” cuya receta lamenta que se haya perdido. A esta fiesta acudía gente de todos los pueblos de Sejas, Donadillo, Peque, Espadañedo, Donado, Muelas, Mombuey, toda la contorna.

La cofradía es de las más antiguas de la Carballeda, constituida no mucho más tarde que la de los Falifos de Rionegro del Puente, documentos que puede que se conserven en el Obispado de Astorga. José Antonio Ferrero pertrechado con una capa castellana para combatir el frío subraya además que esta ermita formaba parte del Camino de Santiago.

El día de San Tirso “con nieve y todo, la gente se quedaba a comer por aquí”. Ayer faltaba esa nieve que todos los años acompañaba a los devotos de San Tirso. Y otro dato que aporta José Antonio es que Dornillas fue villa por su cierta importancia entre los pueblos de la zona. Alrededor del altar se conservan los exvotos de otras épocas: brazos, piernas, cabezas, pies, manos, ofrendas para un santo velador de la salud.

Hace unas semanas Dornillas perdía a su último vecino, José, que residía permanentemente en el pueblo. En su tumba en el interior de la ermita los familiares cercanos depositaban algunos ramos de recuerdo. Lauro García Casado, que además es el Juez de la Cofradía, toma el testigo como guardián del pueblo y está prácticamente todo el año “mejor que aquí no voy a estar en Madrid”. La emigración marca la despoblación del pueblo pero también los casamientos en otros pueblos. José María Vega Santos de Villanueva de Valrojo se casó hace casi 50 años en Dornillas. Aunque no ha vivido en pueblo no ha faltado ni un solo año, exceptuando los dos de la pandemia, a esta fiesta.

Don José Antonio, el párroco, daba la bienvenida a los hijos del pueblo, “por esta peregrinación”. Un pueblo que el párroco reconocía que no conocía pero que días antes había visitado acompañado de Ismael. Alentaba a los feligreses a seguir el camino de los Santos “su función es acercar las almas a Cristo”. En un momento histórico para el cristianismo “venimos los que somos realmente creyentes”.

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