Epidemia letal

Fentanilo: un arma de destrucción masiva en EEUU

En 2021 el fentanilo y sus análogos causaron 71.000 de las 108.000 sobredosis letales en el país

Un adicto se prepara una inyección de heroína.

Un adicto se prepara una inyección de heroína.

Idoya Noain

Sintetizado por primera vez en 1959 como sustituto de la morfina y empleado en medicina durante décadas para tratar el dolor, el fentanilo es desde hace unos años y cada vez más un auténtico monstruo en Estados Unidos. Tras dos olas de adicción a los opioides que arrancaron en los años 90 con la introducción y receta indiscriminada e incontrolada de fármacos como el OxyContin de Purdue y el posterior refugio de los adictos en la heroína cuando las autoridades finalmente trataron de poner coto a las pastillas, el fentanilo y sus análogos sintéticos llegaron como un tsunami. Y arrasan: en 2021 fueron responsables de 71.000 de las 108.000 sobredosis letales que se registraron en EEUU.

Se usa para cortar otras drogas, incluyendo pastillas que están disparando las muertes entre menores de 24 años

Con China como proveedor principal de materiales y precursores necesarios para su fácil fabricación, y los carteles mexicanos de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación como principales motores de producción y distribución, los opioides sintéticos primero empezaron a arrasar en el este de EEUU, inicialmente para adulterar o sustituir la heroína, pero luego se expandieron también al sur y el oeste. Serpenteando alrededor de medidas impuestas en EEUU, China y México para tratar de contener la crisis, el tráfico y la producción han ido variando y han logrado que ahora los opioides sintéticos intoxiquen todo el país, ya sea por si solos, vendidos bajo apariencia de heroína o como medicamentos de receta, una de las tendencias que más preocupan por cómo está alargando los fatales tentáculos de la adicción y las muertes accidentales entre los jóvenes.

Donde más ha crecido el devastador alcance de los opioides sintéticos recientemente ha sido en la remota Alaska, donde hacen estragos entre la población nativa. Pero el fentanilo, 100 veces más potente que los opioides naturales y 50 veces más letal que la heroína, así como sus análogos, impactan a todo EEUU, de las grandes ciudades a comunidades rurales. Según explicaba el pasado verano en un testimonio ante el Congreso Julio Christopher Jones, uno de los especialistas de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades, los opiáceos sintéticos son responsables de una crisis que "se experimenta en toda la nación y trasciende factores socioeconómicos, demográficos, afiliación política y religiosa y geografía".

La mezcla del fentanilo con cocaína, anfetaminas e incluso marihuana crea una preocupación y un riesgo adicional

Aunque las autoridades llevan unos años volcadas en el combate de su tráfico, declarado por el presidente Joe Biden el pasado diciembre como una "emergencia nacional", el fentanilo y sus sucedáneos se muestran imparables. Su bajo coste de producción ha empujado a otras drogas fuera del mercado. Y las incautaciones de opioides sintéticos se han triplicado en EEUU desde 2018, mientras las de heroína caían a la mitad en ese mismo periodo. Solo entre mayo y septiembre de este año la DEA ha sacado del mercado más de 10 millones de pastillas y cerca de 450 kilos de fentanilo en polvo. Pero esos esfuerzos son una gota en este océano turbulento.

“Cada droga, un juego de ruleta rusa”

Uno de los problemas principales es que estas drogas letales, tan baratas de producir para los fabricantes, se están mezclando con otros estupefacientes, incluyendo estimulantes como la cocaína y las anfetaminas. Se está detectando incluso en marihuana. Y eso crea una preocupación adicional sobre la exposición no intencionada y eleva exponencialmente el riesgo de sobredosis.

“Cada droga que pruebas ahora es un juego de ruleta rusa”, le explicaba a ‘The Guardian’ el autor especializado Sam Quinones. Mientras, Kelly Dougherty, la número dos del Departamento de Salud de Vermont, alertaba de que “simplemente tienes que asumir que está en todos sitios”.

Jóvenes y redes

Especialmente preocupante para las autoridades estadounidenses es que se ha disparado también desde hace unos años la distribución de fentanilo y análogos en forma de pastillas que simulan ser Xanax, OxyContin o Adderall, cuyo uso se extiende entre los menores de 24 años, entre los que las muertes accidentales por los opioides sintéticos se doblaron en 2020 y crecieron un 20% el año pasado.

Según un informe de la DEA de 2021 más del 40% de las píldoras que se mueven en el mercado negro contienen dosis letales de fentanilo, lo que las convierte según uno de los responsables de la agencia en un "lobo con piel de cordero". Y lo que hace unos años se tenía que conseguir en la internet profunda ahora está a golpe de unos clics. Adolescentes y jóvenes consiguen fácilmente pastillas en redes sociales como Instagram o Snapchat, que están bajo el punto de mira por no luchar con contundencia suficiente contra el uso que hacen de sus servicios los traficantes ni contra el fenómeno de amplificación que facilitan sus propios logaritmos.

Arma de destrucción masiva

Lo que el doctor Daniel Ciccarone, especialista en medicina de tratamiento de adicciones en la Universidad de California en San Francisco, ha calificado como "un problema mucho más grave de lo que vemos, un volcán enterrado", ya ha hecho una visible y destructiva erupción. Y la situación es tan crítica que los fiscales generales de 18 estados, tanto demócratas como republicanos, han pedido a la Administración de Biden que clasifique al fentanilo y sus análogos como un arma de destrucción masiva. Es la misma denominación que se empleó en el informe de una comisión gubernamental dedicada desde 2020 a combatir el tráfico de los opioides sintéticos, que aseguró que la espiral de muertes provocada por estas drogas amenaza "la seguridad nacional y el bienestar económico" de EEUU.

Además de la declaración de emergencia nacional para combatir el tráfico, la Administración del demócrata, donde por primera vez hay un médico al frente de la Oficina de Política Nacional de Control Drogas (Rahul Gupta), es también la primera que ha adaptado la estrategia de "reducción de daños" para tratar de abordar la crisis de adicción. Se ha reforzado, por ejemplo, el impulso a la distribución de naloxona, el medicamento capaz de revertir sobredosis de opioides, así como la de kits de pruebas de fentanilo, fáciles de encontrar ahora por ejemplo en bares, que permiten a los usuarios comprobar si sus estupefacientes están contaminados con el opioides sintético. Esas pruebas, no obstante, siguen siendo ilegales en 20 estados, donde se las considera “parafernalia” de drogas. Y el enfoque de la Administración no está exento de críticos, que consideran que esa estrategia de reducción de daños incentiva el consumo.