La opinión del experto

El mundo no van tan mal

El covid aceleró la tecnología de las vacunas. Hasta entonces todos los intentos de impulsar la inmunidad habían fracasado

El covid aceleró la tecnología de las vacunas. Hasta entonces todos los intentos de impulsar la inmunidad habían fracasado

El covid aceleró la tecnología de las vacunas. Hasta entonces todos los intentos de impulsar la inmunidad habían fracasado

Martín Caicoya

En los últimos años, prácticamente todos los indicadores de salud y bienestar estaban mejorando. Nos lo decía cada enero Nicholas Kristoff. Entonces llegó el covid. Y, para rematar, la guerra en Ucrania. Si hasta el advenimiento de esta crisis la percepción general era que todo iba de mal en peor y de nada servía mostrar los números, difícil será convencer a los ciudadanos, como me propongo hoy, de que las cosas no están tan mal.

La mortalidad infantil es un indicador muy elocuente porque recoge en un solo número una rica información sobre el estado de la sociedad. En él podemos leer la capacidad del sistema sanitario, ya que una buena parte de las que ocurren en los primeros 28 días se puede evitar con buenos cuidados materno-infantiles. Es lo que denominamos mortalidad neonatal. Las que ocurren a partir del primer mes dependen mucho de las condiciones de vida: vivienda, alimentación, saneamiento base, educación. Son un reflejo del grado del estado de bienestar. De manera que si cada año la mortalidad infantil desciende, como así ocurrió hasta hace 3 años, podemos suponer que las causas que la producen se están reduciendo y los factores que la evitan mejorando. Es lógico pensar que la crisis mundial iba a afectar principalmente a la mortalidad infantil. No fue así. Sigue disminuyendo aunque a un ritmo muy moderado. Todo parece indicar que las medidas que se fueron introduciendo resistieron el desastre.

No ocurrió lo mismo con la desnutrición infantil y la pobreza: estamos como hace 5 años, peor que antes de la pandemia. La buena noticia es que parece que este último año la tendencia negativa está cambiando. También empeoró ligeramente el indicador de derechos humanos y el de libertades civiles. En España se redujo ligeramente.

Más inquietante para el futuro de la humanidad es la evolución del calentamiento global. Las perspectivas son ominosas sobre todo en algunas partes del mundo más vulnerables, las más pobres, que son las más vulnerables a las malas cosechas, las epidemias, los desastres que llamamos naturales, pero que muchos son consecuencia de la ferocidad con que tratamos a la naturaleza.

Tengo la confianza en que estas lúgubres perspectivas se aclararán en los próximos años. Da la impresión de que a raíz la pandemia la conciencia de la amenaza climática ha aumentado, un cambio de actitud fortalecido con la crisis de la energía. De ser así, facilitará la adopción de hábitos menos lesivos para la atmósfera. Una tendencia que coincide con las mejoras tecnológicas. Cada vez es más fácil y económico capturar la energía solar de manera que en pocos años superará la producida por el carbón, hay razón para la esperanza. Unamos a ello el imparable ascenso de otras formas de energía limpia y las promesas de las nuevas baterías. Una revolución tecnológica que hará cada día más difícil sostener argumentos para proteger la quema de fósiles. La guerra en Ucrania movió a casi todos los gobiernos a apostar por la transición verde. Y cada vez más personas están dispuestas, a título individual, a hacer un esfuerzo para dejar de contribuir a la contaminación atmosférica que amenaza su futuro.

El covid aceleró la tecnología de las vacunas. Hasta entonces todos los intentos de emplear impulsor de la inmunidad habían fracasado. En medio de la pandemia, dos laboratorios consiguieron demostrar que su vacuna es eficaz y segura. No fueron las únicas, otras tecnologías más experimentadas lograron poner sus vacunas en la sociedad en tiempo récord. Y parece que pronto tendremos, por fin, una contra la malaria, uno de los fracasos más notables en el control de una enfermedad. Siguiendo en el campo de la inmunidad, se ha vuelto a abrir esta vía para dominar el cáncer. La posibilidad, ya real, de tratamientos dirigidos solo y únicamente a las células rebeldes es esperanzador.

El ser humano, quizá también otros animales, está mejor dispuesto para reconocer y evitar los peligros que para celebrar los aspectos positivos y gozosos de la vida. Es una estrategia de supervivencia: basta que se confirme una sola amenaza mortal para dejar de vivir. Por eso solemos ver en el mundo con más nitidez lo malo. Y alimentando esa tendencia que creemos natural, los vendedores de noticias lo alimentan como estrategia de venta. Que percibimos el entorno más amenazante se ve en las encuestas. Es curioso que el Barómetro CIS de diciembre de 2022 recogía que el 66% de los entrevistados consideraba que su economía era buena o muy buena y el 68% que la del país era mala o muy mala.

Max Roser es director de la base de datos (nuestro mundo en datos), página que les invito a visitar. En su opinión, el mundo es horrible. Pero también dice, desde su privilegiada plataforma, que el mundo está mejor. Y, sobre todo, que el mundo puede ser mejor. Tres afirmaciones que según él son verdad al mismo tiempo.

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