Canarias sigue la lucha contra el covid tres años después

Después de la fase aguda, los sanitarios trabajan de forma más relajada, pero sin bajar la guardia, ante un coronavirus que ha demostrado ser impredecible

Los profesionales del Hospital de La Candelaria durante la crisis del covid. | | ANDRÉS GUTIÉRREZ

Los profesionales del Hospital de La Candelaria durante la crisis del covid. | | ANDRÉS GUTIÉRREZ / Yanira Martín

Tal día como el pasado 31 de diciembre, hace tres años, la Comisión Municipal de Salud y Sanidad de la ciudad china de Wuhan informó de la existencia de 27 casos de neumonía de origen desconocido con inicio de síntomas a principios de diciembre. Las pesquisas que se llevaron a cabo permitieron descubrir que muchos de los cuadros clínicos estaban conectados al mercado mayorista de mariscos de Huanan. Solo un día después el recinto fue clausurado, pero los contagios ya se habían extendido por el gigante asiático. El 9 de enero de 2020, el Centro Chino para el Control y la Prevención de Enfermedades determinó que la causa del foco era un nuevo coronavirus. Sin embargo, nadie pudo prever que lo que comenzó como una agrupación de casos se convertiría en una pandemia que pondría en jaque al mundo y dejaría a su paso millones de muertes.

En esta dura batalla, que ahora vuelve a causar estragos en China como consecuencia de la escasa cobertura vacunal y su estricta política de covid cero, los sanitarios han desempeñado un papel esencial. Algunos han peleado cara a cara contra el virus. Otros lo han hecho desde una posición menos visible, pero no menos importante. Ahora, tras haber pasado la fase aguda en España, trabajan de forma más relajada, aunque sin bajar la guardia.

Tres años del inicio de la pandemia

Tres años del inicio de la pandemia / Yanira Martín

Un enemigo desconocido

Cuando el patógeno golpeaba con fuerza, Álvaro Torres se encontraba al frente del servicio de Epidemiología y Prevención de la Dirección General de Salud Pública del Servicio Canario de la Salud (SCS). A su juicio, los momentos más críticos en las Islas se vivieron en el inicio de la primera ola, concretamente, entre finales de febrero y abril de 2020, pues se estaban enfrentando a un enemigo desconocido e imperaba la incertidumbre. «No sabíamos con exactitud lo que se nos venía encima y no había nadie que nos pudiera orientar», recuerda. «Como no contábamos con ningún procedimiento, fuimos definiendo los criterios en los encuentros que teníamos con el Ministerio de Sanidad para acordar las recomendaciones que debíamos ofrecerles a los centros de salud y a los hospitales», agrega el profesional.

Las jornadas laborales eran, en palabras del experto, «maratonianas». Y es que muchos días llegaban a superar las 12 horas de intenso trabajo. Tal y como explica, las restricciones se tomaban por consenso. «Nos reuníamos con el Ministerio, las comunidades autónomas y otros organismos en la Ponencia de Alertas. Cada uno se encargaba de una serie de labores y se ponían en común unos días después. Todo lo que se admitía requería un acuerdo», detalla Torres. «En general la ciudadanía se comportó de forma muy correcta», valora, «aunque es cierto que algunas personas se saltaban las medidas de cuarentena y aislamiento, y no podíamos actuar porque muchas de las denuncias que llegaban eran anónimas».

Poco a poco, a través de las sucesivas olas, se fueron familiarizando con el manejo de la enfermedad. Fue en el sexto embate cuando llegó la variante ómicron, siendo Canarias una de las primeras comunidades en registrar cuadros de esta cepa. De hecho, la Consejería de Sanidad confirmó el primer caso el 7 de diciembre de 2021, solo ocho días después de que Madrid constatara el primer cuadro detectado en el país de este linaje del microorganismo. «La propagación fue tremenda. Entre enero y marzo de este año, registramos los niveles de incidencia más altos», señala. Ahora bien, el porcentaje de hospitalizaciones fue inferior al que alcanzó la cepa original de Wuhan. «Todo cambió a partir del pasado abril. No solo descendieron los casos de ómicron, sino que empezaron a aparecer subvariantes menos virulentas y gran parte de la población ya estaba inmunizada por haber sufrido la patología o gracias a las vacunas».

Lo cierto es que las vacunas han sido un instrumento clave a la hora de contener la pandemia. En el Archipiélago, al igual que en el resto del territorio nacional, la ansiada campaña de inoculación comenzó el 27 de diciembre de 2020 en los centros sociosanitarios y residencias. Desde entonces, los equipos de enfermería del SCS han logrado administrar más de 4,6 millones de dosis de los compuestos entre la población diana. «Empezamos a analizar el impacto de la vacunación en 2021. Ya en marzo, nos dimos cuenta de los buenos efectos que había tenido en los centros sociosanitarios, pues no solo se logró reducir el número de contagios, sino que la cifra de ingresos y la mortalidad asociada había disminuido de forma exponencial», enfatiza el facultativo.

Precisamente, la alta presión vacunal y la inmunidad adquirida a través de la propia infección son los factores que dificultan que surja alguna variante que escape de esta protección y provoque cuadros más graves. «Una tendencia común entre todos los patógenos es acomodarse a su huésped de forma paulatina. No obstante, la pandemia nos ha enseñado que hay que estar al acecho de todo lo que pueda ocurrir y, aunque ahora podemos estar calmados, no debemos bajar la guardia», advierte.

En este sentido, el especialista pone de relieve que la situación que está viviendo China en estos momentos, y que ha llevado al territorio nacional a exigir el pasaporte de vacunación o un test negativo a los pasajeros que lleguen desde el país asiático, no debería afectar a España. «Al virus ya le está costando crear nuevas variantes, pero puede darnos alguna sorpresa. Pese a ello, considero que el incremento de la incidencia que se está registrando en China no nos afectará porque somos una población muy protegida».

En la actualidad, Álvaro Torres ocupa la jefatura de la unidad de Vigilancia de la Dirección General de Salud Pública, donde continúan examinándose todos los casos de coronavirus que afectan a las personas mayores de 60 años. «También monitorizamos los cuadros clínicos de las personas que ingresan tanto en planta como en intensivos y los fallecimientos», cuenta. Esta tarea se realiza de manera diaria, estableciendo diferencias entre «por y con covid». Los datos son enviados al Ministerio de Sanidad para que los tenga en cuenta en su informe semanal y, a partir de ellos, se establece el color del semáforo. Además, el 30% de las muestras que se analizan por PCR son secuenciadas. «Seleccionamos, sobre todo, las que corresponden a personas que vienen de otros países en los que el nivel de vacunación es bajo para saber si se trata de variantes nuevas», comenta el especialista.

Por otro lado, existe un sistema de vigilancia de todas las infecciones respiratorias agudas. «Hasta la pasada semana, contábamos con 800 casos por cada 100.000 habitantes. Hemos analizado muestras para saber de qué virus se trata y el covid solo representa el 20% de los cuadros», desvela. Teniendo en cuenta todo esto, ¿es posible hablar de la gripalización del coronavirus? Según el experto, no. «La vigilancia que seguimos haciendo del covid no se hace frente a la gripe. Por tanto, la enfermedad sigue teniendo una singularidad importante», asevera. Una afirmación que secunda Eva Elisa Álvarez, jefa del servicio de Medicina Preventiva en el Complejo Hospitalario Universitario Insular-Materno Infantil (Chuimi), que apuesta por hablar de una «covidización» de las infecciones respiratorias agudas. «No soy partidaria de hablar de una gripalización porque, para empezar, la gripe también es un proceso grave. Además, todas las infecciones respiratorias agudas pueden ser graves hasta que se demuestre lo contrario», recalca.

Esta especialista asumió la función de coordinar al equipo Covid en la Dirección General de Salud Pública, desde que la primera ola empezó a castigar a las Islas. Para ella, la situación más difícil también se vivió al principio, cuando hubo que tomar la decisión de confinar a toda la población. «Ya se veía lo que estaba sucediendo en otras comunidades del país y, aunque en el Archipiélago no estábamos registrando el mismo nivel de presión asistencial, había que evitar por todos los medios que esa onda llegara a Canarias», remarca.

Vigilancia y control

Álvarez se incorporó al equipo a finales de abril de 2020, cuando ya se había declarado el estado de alarma. En ese momento, su trabajo consistió en preparar la desescalada y, al mismo tiempo, en vigilar la aparición de casos. «Luego vino la segunda ola y las labores empezaron a centrarse en adaptar las medidas restrictivas a la situación epidemiológica existente», aclara.

Inicialmente, los equipos de rastreo estaban compuestos por sanitarios, pero con el objetivo de garantizar un buen nivel de trazabilidad fue necesario formar a otros perfiles para realizar funciones que no eran estrictamente sanitarias. «Se crearon comisiones de servicio en Salud Pública y poco a poco se fueron sumando otros profesionales ajenos al ámbito sanitario como militares o documentalistas, por ejemplo. Esto permitió potenciar la capacidad de rastreo», enfatiza la doctora.

Para la facultativa, esta crisis sanitaria ha supuesto un cambio en varios paradigmas. Y es que antes de la irrupción del SARS-CoV-2, la única infección respiratoria que causaba preocupación era la gripe. «El resto eran procesos más o menos banales, pero la pandemia ha hecho que nos demos cuenta de que todas las infecciones respiratorias agudas deben ser tratadas por igual al principio. Con esto quiero decir que, si se experimentan síntomas, es necesario hacer uso de la mascarilla, mantener la distancia interpersonal y ventilar los espacios hasta que se sepa qué virus es, ya que no todos los patógenos que provocan una sintomatología similar a la de un resfriado causan cuadros leves a todo el mundo», alerta.

Entonces, con el fin de prevenir, ¿debería quedarse para siempre el uso obligatorio de la mascarilla en los transportes públicos? La doctora es contundente al respecto. «En mi opinión, la mascarilla deberían utilizarla todas las personas vulnerables y aquellas que tengan síntomas compatibles con infecciones respiratorias. Si se cumplieran estas dos condiciones y hubiera un buen sistema de ventilación, a lo mejor sí se podría eliminar el uso generalizado», sostiene la especialista, que además confiesa que la pandemia le ha aportado un gran aprendizaje. «Personalmente, he podido aprender mucho de los periodistas a la hora de analizar y mostrar los datos. Ahora bien, como colectivo sanitario, creo que esta crisis ha acentuado la importancia del trabajo multidisciplinar y ha evidenciado que un virus respiratorio puede poner en jaque a todo un sistema, por lo que tenemos que estar preparados».

Miguel Ángel Díaz Barreiros, especialista en Medicina Familiar y Comunitaria, asumió el cargo de coordinador clínico Covid en la Gerencia de Atención Primaria de Gran Canaria. Para el doctor hubo dos momentos especialmente complejos. El primero se registró entre marzo y septiembre de 2020, pues el SARS-CoV-2 era una infección nueva desde el punto de vista médico y en ese período se produjeron las dos primeras olas. «Todo esto fue de la mano de mucho tiempo de estudio y de la adaptación de los centros de salud y hospitales a unas nuevas formas de organización», apunta. El segundo, en cambio, tuvo lugar entre diciembre de 2021 y febrero de 2022. «Llegó ómicron y nos pasó por encima a todos. Recuerdo que solo en Gran Canaria llegamos a tener 4.500 casos de covid diarios y fue un momento muy duro por la carga de trabajo tan brutal que tuvimos».

Para el doctor Díaz Barreiros, el hecho de tener que abandonar el centro de salud para ejercer unas nuevas funciones en la Gerencia de Atención Primaria supuso todo un reto. «Se empezaron a formar grupos de trabajo.

En mi caso, comencé a mediados de marzo en el equipo de positivos para tratar a todos los pacientes afectados y, a partir de septiembre, empecé a coordinar todos los grupos», relata.

En ese momento, la intención era homogeneizar la atención a los pacientes covid, instruir a todos los sanitarios de Primaria y coordinar la asistencia de los afectados con los hospitales. «Todo funcionó muy bien y creo que este fue el momento en el que mejor coordinación hubo entre la Atención Primaria y la hospitalaria», valora el facultativo. Además, tenían que sincronizarse con Salud Pública. «A partir de noviembre de 2020 empezamos a trabajar muy bien, siguiendo todos la misma dirección y colaborando mucho unos con otros», manifiesta con orgullo.

El especialista regresó el pasado noviembre al centro de salud de El Doctoral –donde tiene su plaza–, después de que empezaran a reducirse los grupos de trabajo. «En junio, se llevó a cabo una primera reorganización y se redujo casi a la mitad el número de personas que trabajaban en los grupos centralizados».

A partir de marzo la idea era «normalizar» el covid, por lo que empezaron a reforzarse los centros de salud. Como todo fue bien, dimos otro paso el pasado octubre en el camino de la normalización», precisa.

Ahora mismo, Atención Primaria continúa trabajando siguiendo un protocolo actualizado, marcado por las directrices que da el Ministerio, para abordar los casos covid. «La situación actual no tiene nada que ver con la de las Navidades pasadas y no registramos una gran ola desde el verano. Aunque no sabemos lo que pasará en el futuro, creo que hemos hecho las cosas bien», concluye.

En esta pandemia, el colectivo de enfermería ha desempeñado un papel muy destacado. De hecho, el gremio lideró la campaña de vacunación contra el Covid-19, que se consolidó como la más grande de la historia. «Los enfermeros hemos estado en primera línea en muchísimos escenarios, no solo en la estrategia de vacunación, también en Atención Primaria y hospitalaria y a la hora de realizar pruebas de detección», señala Juan José Suárez, director de Enfermería de la Gerencia de Atención Primaria del área de salud de Gran Canaria.

Según explica el sanitario, el personal ha tenido que trabajar en dos grandes niveles. «En realidad, ha habido dos movimientos: uno a nivel centralizado, con grandes puntos tanto de toma de muestras como de vacunación, y otro a nivel descentralizado en todos los centros de salud, ya que hacíamos las mismas funciones para cubrir la necesidades de toda la Isla».

Campaña de vacunación

El operativo de la campaña de inoculación fue muy complejo. Llegaron vacunas de diferentes laboratorios y fue necesario formar a los profesionales para administrar cada una de ellas, a lo que hubo que sumar un proceso logístico ligado al mantenimiento y traslado de las mismas. Además, se produjeron diversos cambios en la pauta de algunos sueros. «Tuvimos que formarnos muy bien para poder tener una estrategia de comunicación muy ágil que nos permitiera llegar a los centros de salud y a los puntos centrales e informar a la ciudadanía», anota.

Desde el primer momento, las residencias fueron los espacios más vigilados. Para proteger a los más vulnerables, Atención Primaria aún mantiene un grupo centralizado que lleva el control de estos centros. «Además de averiguar si hay contagios y hacer cribados de forma puntual si existen dudas, valora la historia clínica de todos los usuarios de nuevo ingreso para saber si cuentan con la pauta completa. Si no es así, nos desplazamos y vacunamos a esa persona», informa Suárez.

En este sentido, el director de Enfermería resalta la importancia de acceder a la segunda dosis de refuerzo, especialmente la población de riesgo. Cabe recordar que, según comunicó la Consejería de Sanidad, a partir de ahora los puntos de inoculación masiva dejarán de operar y la vacunación se llevará a cabo exclusivamente en los centros de salud.

Por tanto, el personal que prestaba servicios en estas instalaciones regresa a estos espacios sanitarios. «Nuestra prioridad es que las personas mayores de 60 años reciban la cuarta dosis. No obstante, la población más joven y sin enfermedades de riesgo también debe apostar por la prevención y recurrir a ella», subraya el enfermero, quien confía en que el SARS-CoV-2 continúe conviviendo en el entorno sin hacer ruido.

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