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Benedicto XVI, luces y sombras de un Papa conservador

Cuando pensaba en el retiro, la mano derecha de Juan Pablo II se vio obligado a dar un paso al frente y soportar el peso del anillo del Pescador | Ha sido más tiempo Papa emérito que Sumo Pontífice

Benedicto XVI, en una de sus últimas apariciones.

Benedicto XVI, en una de sus últimas apariciones. / Reuters

Dulcinea Campayo

Uno de los papas que más consenso generó dentro de la Iglesia Católica fue, paradójicamente, uno de los menos queridos por los fieles en los últimos años. Bien es verdad que su sucesor, Juan Pablo II, no le dejó un papel fácil. Ahora, el catolicismo se une para despedir al que fue jefe de su religión. Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, ha fallecido a los 95 años, nueve años después de dejar su cargo como Sumo Pontífice escudado en su delicada salud. Esta decisión, inédita en los últimos 600 años, marcó el final atípico de un pontificado que por momentos estuvo muy salpicado por la polémica. Pese a sus explicaciones, nunca se desligó del todo su figura de su pasado como miembro de un grupo favorable a Adolf Hitler. Sus férreas ideas conservadoras también generaron tiranteces dentro del seno del Vaticano. Sin embargo, como muchas veces se dice, cuando alguien muere despuntan sus logros: los católicos lloran ahora la figura del hombre que beatificó a su antecesor y que surfeó los primeros coletazos del escándalo de abusos en el clero.

El Papa emérito Benedicto XVI fue elegido, a sus setenta y ocho años, como Papa de la Iglesia Católica el 19 de abril de 2005, tras la muerte de su predecesor Juan Pablo II el 2 de abril de ese mismo año. Joseph Ratzinger se consagró como sumo pontífice bajo el nombre de Benedicto XVI, en honor a Benedicto XV, que destacó por la búsqueda de la Paz durante la Primera Guerra Mundial y favoreció la creación del Partido Popular, base de la futura Democracia Cristina.

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Benedicto XVI en una imagen de archivo.

Solo fueron necesarios dos días para elegir a Ratzinger como Primado de Italia, siendo una de las decisiones más rápidas de la historia del Vaticano tras la de Julio II en 1503 y la de Clemente VIII, que fueron elegidos en tan solo un día. Así fue como se convirtió en el Papa número 265, el primero en el siglo XXI y el séptimo de origen alemán.

Joseph Ratzinger nació el 16 de abril de 1927 en Marktl (Baviera) y se crio en el seno de una familia de agricultores alemanes, donde el catolicismo estuvo siempre presente. El encargado de marcar el carácter de Ratzinger fue su padre, comisario de la gendarmería, mientras que su madre fue la encargada de cuidar a sus otros dos hermanos.

Su juventud estuvo marcada por la Segunda Guerra Mundial, ya que a los once años fue obligado a inscribirse en las Juventudes Hitlerianas y en 1943 combatió en la guerra como integrante de una unidad antiaérea. Al finalizar la guerra, el alemán aseguró que renegaba de “aquel reino del ateísmo y de la mentira que fue el nazismo”.

La docencia, que comenzó tras finalizar sus estudios en filosofía y teología en junio del 1951 con su ordenamiento como sacerdote, estuvo siempre presente en su vida. Su carrera como profesor de teología dogmática comenzó en 1957 en el seminario de Freising y, dos años después, fue nombrado catedrático de la Universidad de Bonn. Entre 1966 y 1969, cuando formaba parte de la cátedra de Tübingen, tuvo entre sus alumnos al brasileño Leonardo Boff, con el que más tarde protagonizó varios enfrentamientos. Sin embargo, fue con Hans Küng, con el que también coincidió durante estos años, con el que tuvo una mayor rivalidad, convirtiéndose en su “bestia negra” y su adversario más duro.

Ratzinger se ganó un nombre en el entorno eclesiástico, hasta el punto de salir del concilio del Vaticano convertido en una estrella. Esta fama no le duró mucho tiempo, ya que, debido al movimiento de mayo del 68, su fulgor se debilitó entre los aperturistas por su defensa de la fe frente al marxismo, el liberalismo y el ateísmo.

Su relación con Juan Pablo II

El alemán presenció el conocido ‘verano de los tres Papas’, donde coincidieron Pablo VI, el efímero Juan Pablo I y el imprevisto Juan Pablo II. Con este último pudo entrevistarse, llegando a trabar una sólida amistad. Además, quedó fascinado la personalidad y el estilo de este Papa y se sorprendió sobre su flexibilidad en el trato, pero inmovible en el dogma. Ambos tuvieron una sintonía mutua, dando lugar a que Juan Pablo II lo nombrara prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que asumió en 1982. De esta manera, durante los 27 años de papado de Juan Pablo II, Ratzinger se convirtió en su ideólogo, su mano derecha y el gran inquisidor doctrinal y disciplinar de la Iglesia Católica.

Ratzinger realizó una gran cantidad de obras como ‘Evangelio’ en 1996, ‘La fe como camino’ en 1997, o ‘Verdad, valores y poder’ en 1998. En algunos de sus escritos, como la carta ‘Dominus Iesus’, llegó a generar un duro golpe en el diálogo con las otras iglesias cristianas al afirmar que “solo en la Iglesia católica se encuentra la salvación”.

Su relación con Juan Pablo II hizo que Ratzinger, cuando parecía que iba a solicitar la jubilación, a verse moralmente obligado a tomar el testigo del trono de San Pedro. Así fue como el 19 de abril de 2005 fue nombrado el 265º Papa de la Iglesia católica con el nombre de Benedicto XVI. Su nombre sonaba tanto o más que otros para este cargo, pero se perfiló como el incuestionable candidato de la mayoría, conservadora, con representantes de varias organizaciones influyentes como Opus Dei o Legionarios de Cristo.

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Benedicto XVI durante su visita a Valencia.

Algunos pensaban que sería un Papa de transición, como el resto de sus compatriotas alemanes, pero su salud y preparación le permitieron estar en el trono de San Pedro durante ocho años. Sin embargo, pasado este tiempo, su salud se debilitó y, en 2013, se escudó en el argumento de que para ser Papa “es necesario el vigor tanto del cuerpo como el espíritu” para dar un paso atrás. Esta decisión, categorizada como histórica, dio paso a que el cargo fuera ocupado por el Papa Francisco que, durante su nombramiento, elogió la figura de su predecesor.

Para la historia queda un dato que será difícil de superar: Benedicto XVI ha vivido muchos años en el Vaticano, aunque la mayor parte de esa estancia no fue el jefe supremo de la Iglesia católica: ha sido más tiempo Papa emérito que Sumo Pontífice.